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Episodio Álvarez: gobernar es navegar

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Cuando el cacareado mandamiento “no negociarás bajo medidas de presión” colisiona con la pragmática máxima “la carga se arregla en el camino”, invariablemente se alza victoriosa la segunda. Así, entre espasmos fortuitos, reculadas episódicas y sacrificios humanos, se van acumulando las semanas de la administración Piñera.


La renuncia de Rodrigo Álvarez no es personal, es política. La tesis de La Moneda resulta inverosímil. La vieja navaja de Ockham nos enseña que la interpretación más sencilla casi siempre es la correcta: al ministro de Energía le encomendaron conducir una estrategia A y el gabinete político le quitó el piso activando al rato una estrategia B. Podrán desfilar otras teorías más sofisticadas, pero a simple vista Álvarez sufrió lo que hace un tiempo padeció Felipe Bulnes —cuando el Presidente se saltó todos los canales e invitó a los líderes estudiantiles a dialogar a su oficina— y que en tiempos de Michelle Bachelet gatilló también la renuncia de Belisario Velasco: una suerte de ninguneo palaciego.

Al gobierno le corresponde ahora ponderar los beneficios del acuerdo con Aysén y los costos de la salida de uno de sus ministros más dotados, con el agravante de tratarse del militante de un partido siempre presto a la victimización (todo esto sin mencionar lo impresentable que suena hoy la promesa de tomarse el asunto energético en serio y con mirada de largo plazo: llevamos 5 ministros del ramo en dos años).

[cita]El equipo político de La Moneda puede insistir hasta el cansancio que sigue gobernando de acuerdo al plan maestro. Lo complejo es que casi nadie sabe cuál es ese plan.[/cita]

La lección que el resto de los chilenos podemos sacar es que en el fondo la centroderecha captó que gobernar es navegar. No hay libreto que dure cien años ni dogma que se sostenga en el peligroso borde de los 30 puntos de aprobación y el fantasma de un estallido social. Cuando el cacareado mandamiento “no negociarás bajo medidas de presión” colisiona con la pragmática máxima “la carga se arregla en el camino”, invariablemente se alza victoriosa la segunda. Así, entre espasmos fortuitos, reculadas episódicas y sacrificios humanos, se van acumulando las semanas de la administración Piñera.

Sus ministros más empoderados acaban de sostener en un reciente cónclave del sector que su modelo de centroderecha, siendo fiel al ideario original, se abre también a nuevas temáticas y desafíos. Es importante no confundir esta aspiración de expansionismo ideológico —sin duda positiva— con la carnicería táctica que imponen las necesidades políticas del momento. Más que alteraciones sustantivas a lo que un columnista llamó el “mapa cognitivo” de la derecha, lo que nos deja un episodio como el de Aysén es que lo primordial en el ejercicio del poder es sortear el obstáculo y salvar el día. En jerga bursátil —muy propia de la estructura mental del Presidente— tratar de comprar barato para vender caro antes que cierre la jornada.

A muchos les gusta recordar que Ricardo Lagos Escobar no cedió a las presiones de su tiempo. Sin embargo, no hay que olvidar que sus condiciones fueron distintas: los movimientos sociales que enfrentó no contaron con el favor de la opinión pública, sus espaldas políticas eran considerablemente más anchas y sus decisiones siempre fueron percibidas como legítimas. Además, seamos francos, pocos acusan de represor a un socialista aplicando la ley. No obstante, el propio Lagos siempre supo que gobernar tenía mucho de navegar. De dar golpes de timón, de leer los vientos, de aprovechar ciertas corrientes. El acuerdo que selló con la UDI de Longueira para salvar su gobierno es el mejor ejemplo.

El equipo político de La Moneda puede insistir hasta el cansancio que sigue gobernando de acuerdo al plan maestro. Lo complejo es que casi nadie sabe cuál es ese plan. Bulnes y Álvarez para empezar. Lo rescatable es que ahora ambos saben mejor que nadie que, como cantaba Cerati, acá no hay “nada personal”. Que los heridos del camino pavimentan el camino al éxito. Y que después de educar, producir y comunicar, gobernar es esencialmente navegar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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