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El error censal y los señores del PIB

Alberto Mayol
Por : Alberto Mayol Sociólogo y académico Universidad de Santiago
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El problema no existía en el nivel del interés general, era un problema para los empresarios. Ahora nos hacemos cargo de un engendro extrañísimo, que es este Censo 2012, que no sólo nace de un absurdo, sino que además nos deparará numerosas sorpresas durante su ejecución, porque la probabilidad de generar inconvenientes y errores se ha multiplicado varias veces.


La primera premisa de resolver un problema es que debe existir. A los que tienen buen ojo para mirar el futuro, quizás se les puede perdonar que visualicen un problema que no existe, pero que emerge insinuando su futura presencia. Frente a estos escenarios, alguien podría decidir resolver un problema. Sin embargo, el nuevo método del Censo 2012 no viene a resolver ningún problema pasado, presente o futuro. Los censos son herramientas importantes para las políticas públicas y para el control administrativo desde el Estado, eso es sabido y asumido por la gente que considera valiosos los censos o, al menos, más valiosos que ciertos derechos a la privacidad.

Censar es un acto formalmente simple: se trata de contar y caracterizar (en el ideal imposible) a una población en su totalidad (siendo en este caso el Censo nacional, implica contar a todos los habitantes del país). Y una larga tradición no sólo nacional establece, como rito y como aprendizaje, que se ha de hacer una gran jornada de conteo, con todo el país girando en torno al evento. Honrando su importancia, el Estado no sólo ejecuta un esfuerzo, sino además se lo pide a la sociedad: busca voluntarios, establece un día festivo, monta una maquinaria y lo ejecuta en una jornada. Bueno, lo hacía. Para este año el Censo tomará varios meses, serán equipos pagados quienes lo ejecuten y se operará con el sistema de revisitas a los hogares donde no se encontró a sus moradores. En el fondo, se montó un régimen de encuesta para hacer un censo. Como normalmente las cosas o son una cosa o son otra, será difícil ejecutar la labor en este marco.

[cita]¿Cuál es la razón para haber hecho el cambio esta vez? Longueira lo dijo: el costo en remuneraciones del Censo es de US$ 12 millones, mientras un día feriado tiene un costo de US$ 250 millones. Es decir, según el Ministro de Economía, ‘el país’ gasta mucho dinero en un feriado y es más barato, para ‘el país’, montar esta maquinaria.[/cita]

¿Cuál es la razón para haber hecho el cambio esta vez? Longueira lo dijo: el costo en remuneraciones del Censo es de US$ 12 millones, mientras un día feriado tiene un costo de US$ 250 millones. Es decir, según el Ministro de Economía, ‘el país’ gasta mucho dinero en un feriado y es más barato, para ‘el país’, montar esta maquinaria. Pues bien, para aclarar esto agregaremos números, ya que esto es un censo. La verdad es que ‘el país 1’ gasta mucho dinero en un feriado y es más barato montar, con la plata del ‘país 2’, el nuevo modelo censal, en beneficio ‘del país 1’. El país 1 son las empresas. El país 2 son los contribuyentes. Es decir, antes todos hacían un esfuerzo por el Censo Nacional. Ahora lo hacen sólo los contribuyentes a partir de un nuevo ítem de gasto en el presupuesto nacional. Y así las empresas no dejan de ganar US$ 250 millones.

En resumen: el problema no existía en el nivel del interés general, era un problema para los empresarios. Ahora nos hacemos cargo de un engendro extrañísimo, que es este Censo 2012, que no sólo nace de un absurdo, sino que además nos deparará numerosas sorpresas durante su ejecución, porque la probabilidad de generar inconvenientes y errores se ha multiplicado varias veces.

El error censal era hasta aquí un tema estadístico. Ahora ha pasado a ser una nueva creación de nuestras autoridades, que no dejan de sorprendernos con sus creaciones de soluciones para problemas inexistentes y de omisiones en los problemas que sí existen.

Y bueno, que disfruten sus US$ 250 millones, señores del PIB.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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