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YPF: la trama oculta tras el recambio de poder del kirchnerismo

Los ávidos jóvenes de La Cámpora parecen haber llegado al convencimiento que el ya octogenario amigo de don Néstor, Enrique Esquenazi y sus cercanos no deben seguir profitando de esta enorme riqueza que se avecina y lograron convencer a la viuda que la ruptura con Esquenazi tendría más beneficios que costos. Total, a su edad —calcularon— el hombre ya no está para grandes batallas, e interesados en Vaca Muerta habrá a raudales en el mundo. Se consolida el recambio generacional y los españoles… bueno, no les quedará más que pagar la ingenuidad de creer que habían invertido bajo condiciones de un Estado de Derecho.


La crisis entre la administración cristinista y Repsol bien se podría describir con las palabras que usaba Churchill para explicar situaciones excesivamente enrevesadas, “un puzzle al interior de un enigma rodeado de misterio”. Eso es. Sin embargo, la explicación más profunda parece ser un durísimo ajuste de cuentas entre la ya oxidada elite kirchnerista (seguidores de don Néstor) y los jóvenes cristinistas, agrupados en La Cámpora (que se articulan en torno a su hijo Máximo), deseosos de sentarse a la brevedad en la mesa grande. Es, al parecer, una de esas turbulencias típicas de los momentos en que la cabeza de familia ya no está y los herederos se juntan con jóvenes de otras familias en su objetivo de desplazar a los más antiguos.

Y es que el viejo pacto entre el empresario kirchnerista, Enrique Esquenazi, don Néstor y Repsol-YPF se ha roto definitivamente, sin que existan muchas explicaciones convincentes sobre las razones. En todo caso, hay indicios que el descubrimiento del megayacimiento Vaca Muerta, ubicado entre Neuquén y Mendoza, que triplicará las reservas totales del país —especialmente de gas pizarra, uno de los hidrocarburos no convencionales de mayor perspectiva—, es el gatillante de la feroz decisión de sacar a los viejos y a los españoles del camino.

En efecto, los ávidos jóvenes de La Cámpora parecen haber llegado al convencimiento que el ya octogenario amigo de don Néstor, Enrique Esquenazi y sus cercanos no deben seguir profitando de esta enorme riqueza que se avecina y lograron convencer a la viuda que la ruptura con Esquenazi tendría más beneficios que costos. Total, a su edad —calcularon— el hombre ya no está para grandes batallas, e interesados en Vaca Muerta habrá a raudales en el mundo. Se consolida el recambio generacional y los españoles… bueno, no les quedará más que pagar la ingenuidad de creer que habían invertido bajo condiciones de un Estado de Derecho.

[cita]El pacto Esquenazi-Néstor-Repsol era considerado verdadero pilar del régimen y, por lo tanto, casi inviolable. Eso hasta la confirmación de tan grandes existencias en Vaca Muerta, la cual ocurrió de forma casi paralela a la creación de un nuevo cuadro post-kirchnerista, donde las antiguas lealtades fueron fracturándose para dar paso a nuevas articulaciones de poder y especialmente a cambios generacionales. Nadie dudaría en la Argentina de hoy que La Cámpora, dirigido por Máximo Kirchner, se ha convertido en el polo más gravitante de la política y la economía. No en vano, uno de los arquitectos de la operación contra Repsol y Esquenazi es Axel Kicillof, el joven subsecretario de Hacienda e íntimo de Máximo, aliado a Julio de Vido, el gran consigliere de estos años. Ambos son los interventores de la empresa.[/cita]

Esquenazi fue un empresario de tamaño mediano, aunque diversificado, de origen socialista que derivó posteriormente al justicialismo. Su amistad con Néstor parte en los 80, cuando era un político provincial sin grandes horizontes, pero que cumplía sus compromisos y tejía redes. Le ayudó a financiar sus primeras campañas electorales y Néstor, en compensación, le entregó el Banco de Santa Cruz. Fue el inicio de una amistad pródiga para ambos; Esquenazi pasó a ser el gran empresario K y su amigo se transformó en el poderoso don Néstor. Cuando llegó a la Casa Rosada y se debió conversar sobre la continuidad de Repsol en YPF, convenció a los españoles que éste era SU hombre en materias de negocios. Esquenazi, a la cabeza del grupo Petersen, se transformó en el socio privado de Repsol con una creciente participación societaria que había llegado a cerca del 25%. La compra de YPF fue probablemente la transacción más envidiada por los empresarios locales desde los 80 en adelante, por ser considerada una verdadera varita mágica, pese a las muchas dudas sobre esa fascinante habilidad de los K, y de Esquenazi, para comprender a las mil maravillas el funcionamiento del singular capitalismo argentino. El pacto Esquenazi-Néstor-Repsol era considerado verdadero pilar del régimen y, por lo tanto, casi inviolable. Eso hasta la confirmación de tan grandes existencias en Vaca Muerta, la cual ocurrió de forma casi paralela a la creación de un nuevo cuadro post-kirchnerista, donde las antiguas lealtades fueron fracturándose para dar paso a nuevas articulaciones de poder y especialmente a cambios generacionales. Nadie dudaría en la Argentina de hoy que La Cámpora, dirigido por Máximo Kirchner, se ha convertido en el polo más gravitante de la política y la economía. No en vano, uno de los arquitectos de la operación contra Repsol y Esquenazi es Axel Kicillof, el joven subsecretario de Hacienda e íntimo de Máximo, aliado a Julio de Vido, el gran consigliere de estos años. Ambos son los interventores de la empresa.

Sin embargo, mirando las cosas desde fuera, la viuda parece haber tomado una decisión de mucho riesgo, con consecuencias y “daños colaterales” aún muy difíciles de visualizar.

En primer lugar, daña la relación con España de una forma inusitada. Nunca antes, desde la instauración de la democracia en Argentina, las relaciones habían descendido a un nivel tan crítico, y aunque no se está ad portas de una ruptura total, sí se ha abierto un escenario de enorme incertidumbre, que afectará el intercambio comercial, las inversiones y, sobre todo, el diálogo político entre ambos. Argentina ha sido, hasta ahora, uno de los países de mayor afluencia de capitales españoles, llegados al alero del buen clima creado entre el PSOE y don Néstor. Gracias a ese clima se pudo destrabar cuanto problema surgiera, incluyendo la compleja nacionalización de la Aerolíneas Argentinas en 2008. Anteriormente, Carlos Menem había logrado gran sintonía con Aznar, proyectándose inclusive como elemento tranquilizador durante la tremenda crisis del corralito argentino, que dejó por los suelos el prestigio de Argentina ante bancos y organismos de crédito internacional. Y bueno, los más antiguos recordarán el cariño especial que sentía Felipe González por los políticos “socialistones” del Cono Sur, lo que había ayudado a cimentar una relación entrañable con Alfonsín. Ahora, todo eso ha sido tirado por la borda, y por un tiempo muy largo. Es muy probable, además, que el incordio empañe la próxima Cumbre Iberoamericana a celebrarse en noviembre de este año. Por extensión se dañará también el mecanismo de diálogo político de América Latina y la Unión Europea.

Difícil resulta adivinar si el entorno cristinista midió las consecuencias de la reacción española. Se trata de un tremendo golpe a Repsol y al ego mismo de España, lo que llevará al gobierno de Rajoy a pedir ayuda de sus socios comunitarios y a EE.UU. Y lo más probable es que Madrid reciba fuerte ayuda. Un dato poco conocido, pero de relieve a la hora de pensar en amistades reales, es que el actual embajador español ante Washington es Ramón Gil Casares, quien oficiaba de asesor internacional de Aznar para la guerra en Irak, cuando Washington sí que buscaba aliados. Qué duda puede caber ahora. Gil Casares está obviamente en inmejorables condiciones para alimentar los enojos hacia la administración cristinista. Luego, otro detallito: 17% de Repsol-YPF está en manos de fondos de inversiones mayoritariamente… estadounidenses. Parece demasiado ombliguismo no tener en consideración que el cuadro vivido por Argentina tras el default puede repetirse y que ya no estará la otrora dadivosa Venezuela para salvar el flujo de caja.

En lo estrictamente financiero, YPF había sido la gran inversión de Repsol, por la que pagó 13 mil millones de euros y la llevó a transformarse en una empresa de importancia internacional; octava productora mundial de carácter privado. US$ 20 mil millones lleva invertido en YPF desde 1999 a la fecha. Sólo el año pasado 3 mil 200 millones. Pensar que tales cifras no dan al menos para litigio internacional, es nuevamente un inaudito signo de ensimismamiento.

Por eso, son algo cuestionables los duros epítetos lanzados por la viuda al sostener que Repsol habría “vaciado” YPF y “extorsionado” al gobierno con la posible escasez del combustible.

Otro pesado frente que se le puede abrir al cristinismo es la relación con las provincias. Se ha anunciado cambios en el estatuto societario de la empresa que implicará grandes alteraciones en el régimen de propiedad, trasladando al poder central, o sea a Buenos Aires, decisiones sobre exportaciones e importaciones y controlando de paso los precios. La medida podría tener una consecuencia política enteramente imprevista como es la posible reorganización del club de gobernadores que no sólo administró la crisis post De la Rúa, sino que emerge siempre que hay una crisis relevante. Don Néstor había logrado desarticularla.

Luego, parece de Perogrullo asumir que otras petroleras presentes en el mercado argentino ingresarán al invierno tomando extremas cautela en materia de producción, lo que generará grandes enojos en la administración cristinista.

Y qué decir de los medios de prensa, los cuales se están dando un festín recordando los encendidos discursos de Cristina a favor de la propiedad provincial sobre los hidrocarburos, cuando el reino K se limitaba a Santa Cruz. Especialmente recordada es aquella exultante defensa hecha por Cristina de la privatización de YPF ordenada por Menem en 1992. El entonces mandatario la transformó en sociedad anónima y fue vendiendo paulatinamente hasta que en 1999 Repsol tomó el control.

Finalmente, otros damnificados son Chile y México, por lo que los enojos en el vecindario podrían ser reales. Pemex, por ejemplo, llevaba ya adquirido cerca del 10% y estaba interesado en futuros joint ventures para la exploración off shore y echar adelante un yacimiento geológicamente complicado (Chicontepec). La chilena Sipetrol participa, con diversos porcentajes y modalidades, junto a Repsol, en varios puntos del sur argentino (CAM 2 A Sur, E2 en la llamada cuenca austral marina, en Pampa del Castillo y en Campamento Central-Cañadón Perdido).

El cúmulo de consecuencias y daños colaterales enumerados, invitan a pensar que no se trata precisamente de una medida audaz y llena de perspectivas positivas para Argentina, sino más bien de un destape algo imprudente de una caja de Pandora, que, al igual que en la mitología griega, bien podría dejar escapar una buena cantidad de males y plagas.

Sólo el tiempo dirá si las reacciones surtirán efecto y cómo se acomodarán al nuevo cuadro las familias provinciales, curtidas y con grandes ambiciones. Lo único claro por ahora es que los actuales inversionistas españoles o bien han olvidado los notables soundtracks de Nino Rota o bien se creen el cuento que América Latina vive en democracia y en Estado de Derecho o sencillamente no conocen la máxima churchilliana: “un puzzle al interior de un enigma rodeado de misterio”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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