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De la tragedia a la comedia Opinión

De la tragedia a la comedia

Marco Enríquez-Ominami
Por : Marco Enríquez-Ominami Presidente Fundación Progresa
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Del crítico Escalona queda muy poco y muy rápidamente los empresarios olvidaron la ofensa que les “prodigó” al definirlos como los “chupasangre”. Hoy el presidente del Senado es una gran figura conciliatoria y respetable para nuestra casta gerontocrática. De acuerdo con su nueva e importante posición, coincide en todo con sus antiguos contradictores del Mapu-Martínez en defensa del supuesto legado histórico de la Concertación.


La hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud. Cuenta Joaquín Edwards Bello en sus Crónicas que en un tugurio perteneciente al Partido Demócrata, donde jugaban a las cartas los operadores políticos de comienzos del siglo pasado, presidía la sala un retrato del Presidente mártir José Manuel Balmaceda. Hoy ocurre algo similar con la presidencia del Senado: junto al recuerdo de republicanos como Hugo Zepeda Barrios, Salvador Allende y Eduardo Frei Montalva, ocupan ese asiento dos operadores consumados de la política —Guido Girardi y actualmente Camilo Escalona—. Al final esta degradación del Senado —otrora republicano— poco importa, pues existe conciencia ciudadana de que esta institución es inútil y dispendiosa, y por consiguiente se impone un parlamento unicameral.

En estos últimos días un grupo de neoliberales y lobbistas renombrados —los Tironi, los Burgos y otros— en un documento intentan revivir el famoso partido transversal de la Concertación, que en la historia pasada fue conocido como el Mapu-Martínez, representando a los autocomplacientes que consideraban a esta coalición política como la más perfecta combinación política que haya existido en Chile. En ese tiempo, Camilo Escalona era un combativo líder de la llamada “nueva izquierda” dentro del Partido Socialista. Con mucha razón y buenos argumentos criticaba a los lobbistas del Mapu, que se habían apropiado de la dirección de ese Partido y por consiguiente, se distribuían los puestos del botín gubernativo.

[cita]En Chile las combinaciones políticas no cuentan con militantes sino que demasiadas veces con funcionarios, es decir, son parásitos del Estado. En el caso de la Concertación, una vez perdido el poder rápidamente se deterioró su base de apoyo y afloró, como es lógico, toda su miseria.[/cita]

Actualmente, del crítico Escalona queda muy poco y muy rápidamente los empresarios olvidaron la ofensa que les “prodigó” al definirlos como los “chupasangre”. Hoy el presidente del Senado es una gran figura conciliatoria y respetable para nuestra casta gerontocrática. De acuerdo con su nueva e importante posición, coincide en todo con sus antiguos contradictores del Mapu-Martínez en defensa del supuesto legado histórico de la Concertación. Por cierto, cuando los autocomplacientes combatían contra los autoflagelantes, la Concertación tenía a su favor el 50 y tanto por ciento en las encuestas de opinión, como en las elecciones parlamentarias. El 17 por ciento de ahora caracteriza bien el paso de la tragedia al sarcasmo.

En Chile las combinaciones políticas no cuentan con militantes sino que demasiadas veces con funcionarios, es decir, son parásitos del Estado. En el caso de la Concertación, una vez perdido el poder rápidamente se deterioró su base de apoyo y afloró, como es lógico, toda su miseria. Por ejemplo el ex ministro de Hacienda, Andrés Velasco, se transforma en Catón, cuando denuncia la corrupción concertacionista —como si la ciudadanía no se hubiera dado cuenta desde hace tiempo y por eso los expulsó del poder—. En otra arista, voceros de Michelle Bachelet denuncian a los Expansiva, sumados a los lobbistas, como los culpables de la derrota de la Concertación en las pasadas elecciones presidenciales.

Entre tanta hipocresía y peleas entre perros y gatos, está claro que la ex Concertación es incapaz de gobernar este país y que lo único que pueden hacer sus operadores, hoy alejados del poder,es asirse a un milagro o a un hecho fortuito, que les permita volver a esas antiguas posiciones de poder. Todo esto suponiendo que los ciudadanos engañados estén tan contentos como los deudores del retail y canten loas a quienes intentan embolinarlos con documentos de autocomplacencia, como si la gente fuera tonta y amara a quienes les mienten sin tasa ni medida.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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