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Asamblea Constituyente: avances y peligros

Salvador Muñoz
Por : Salvador Muñoz Cientista Político
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Es sabido que el plebiscito que aprobó la Constitución de 1980 fue tan fraudulento como hoy son las elecciones de la CUT. En ese momento, hasta Eduardo Frei Montalva llamó a no reconocer la Constitución por espuria, y prometió una Asamblea Constituyente que le devolvería su soberanía al pueblo de Chile en cuanto desapareciera la dictadura. La razón de su rechazo era simple: la Constitución fue elaborada por un puñado de agentes de la dictadura y tenía como único fin la perpetuación de la obra pinochetista. Esa razón sigue vigente. La Concertación olvidó rápidamente el llamado de Frei Montalva y aceptó mantener el sistema político-económico a cambio de que les permitieran ser gobierno. Vista desde el lado de los privilegiados la institucionalidad no parece tan mala.

Durante más de veinte años la posición dominante en la Concertación ha sido que, si bien la Constitución es ilegítima en su origen, se ha legitimado en su funcionamiento y contenido. Para justificar el acomodo alegan que la Constitución no contiene mecanismos que permitan hacerle modificaciones sustantivas, que con los años se irían eliminando sus elementos más fascistas y que, visto lo que hemos visto, las ideas de Guzmán no eran tan malas y le han dado gobernabilidad al país.

La resignación se transformó en conversión. Cuando estos argumentos eran refutados, recurrían a la tesis de Lavín que asegura que “esos no son los verdaderos problemas de la gente”. ¡La máxima expresión del Bacheletismo-Aliancismo!

Durante la pasada campaña presidencial escuchamos ese tipo de argumentos incluso en la izquierda. Si en el curso del debate la Asamblea Constituyente fue ganando fuerza, para algunos no podía transformarse en su principal bandera de lucha y la relegaron a sus reivindicaciones testimoniales. Plantear que la principal línea divisoria de la sociedad separa a los herederos de la institucionalidad pinochetista de sus víctimas, o sea el pueblo de Chile, implica necesariamente romper con dicha institucionalidad. Objetivo contradictorio para quienes buscan integrarse en el cuadro.

Afortunadamente la exigencia de una Asamblea Constituyente trasciende a la izquierda y sus debates, y en los últimos tres años ha cobrado fuerza en la ciudadanía y en los movimientos sociales. Ha sido levantada por movimientos mapuche, sindicales,estudiantiles, regionales y de mujeres. Hace tres años la Asamblea Constituyente era un tabú en Chile. Hoy, nadie que haga política puede ignorarla. Avance gigantesco.

Pero los conversos hicieron de las piruetas políticas un deporte olímpico y se proponen firmemente disputar el medallero. Hace tres años se reían de quienes exigíamos educación gratuita. Hoy se asustan pero aparentan estar de acuerdo. Lo mismo ocurre conla reforma tributaria. El aparente cambio de opinión de los conversos no tiene otro fin que el de hundir la idea.

Los gatopardos pululan, y conviene escuchar a Pablo Ruiz-Tagle cuando nos recuerda que si esta Constitución es la que más modificaciones ha tenido en la historia de Chile, es la que menos ha cambiado. Según la Real Academia, que preside honorariamente el Rey cazador de elefantes, oportunismo se define como “la actitud que consisteen aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones”. Los conversos dirán que no son oportunistas porque no tienen ni principios y convicciones. ¿Cómo no concederles ese punto?

Las dos coaliciones de la transición eterna lograron que la reforma tributaria, justa demanda ciudadana, terminase en un nuevo privilegio  para los dueños del país.

De Enríquez-Ominami a Ignacio Walker, pasando por José Antonio Gómez y Ricardo Lagos, cambiaron repentinamente de opinión con respecto a la Asamblea Constituyente. Evidentemente no la definen: se limitan a proponer una consulta ciudadana (que nunca organizaron cuando estuvieron el poder), para aparecer como reformadores y progresistas. Peligro. Pero Chile ya se dio cuenta que la alegría sólo le llegó a ellos y a los grupos económicos. No volverán a meternos el dedo en la boca.

Hace 200 años, evocando la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano, Fray Camilo Henríquez escribió en “El catecismo de los patriotas”: “La soberanía reside en el pueblo. Ella es una e indivisible, imprescriptible einalienable” y “una porción del pueblo no es la soberanía, ni puede ejercer la potencia soberana del pueblo entero”.

La Asamblea Constituyente es el órgano democrático fundador por excelencia, compuesto por ciudadanos y ciudadanas elegidos libremente y sin trabas de ninguna especie por sus pares, con el fin de elaborar su organización política y sancionar su Constitución política. No está subordinada a las normas de la Constitución anterior pues está por sobre dicha Constitución. El pueblo es Soberano.

Toda propuesta que emerja de la actual institucionalidad solo conducirá a desastres como la LGE y la reforma tributaria.

“El pueblo tiene siempre el derecho de revisar y reformar su Constitución. Una generación no puede someter irrevocablemente a sus leyes a las generaciones futuras” estipula la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano.

¿Cuándo ejerceremos nuestro derecho de autodeterminación?

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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