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Confianza y regulación en los jardines infantiles

María Isabel Díaz
Por : María Isabel Díaz Educadora de Párvulos. Doctora en Educación.
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El argumento de flexibilizar las condiciones para que todos los establecimientos puedan ser reconocidos, adecuando los actuales requisitos a la “realidad chilena”, es una medida compleja que requiere de un exhaustivo análisis. Se busca equilibrar… ¿desequilibrando?


En un momento tan delicado para nuestros niños y niñas, cuando se han denunciado casos de abuso sexual en colegios y jardines infantiles, se requiere profundizar en las distintas iniciativas de regulación de la educación preescolar que se están desarrollando actualmente en nuestro país, con un horizonte de estándares más exigentes que den un salto significativo en calidad. Parte importante de este esfuerzo debe dirigirse a recuperar y fortalecer una confianza básica en los jardines infantiles y en su personal.

En esta perspectiva no es posible comprender que, frente al complejo escenario de sensibilidad en torno  al respeto y resguardo de los derechos de los niños, entre sumas y restas finalmente se bajen las exigencias básicas de calidad en una de las dimensiones fundamentales de las normativas que reglamentan el funcionamiento de los jardines infantiles públicos y privados, los requerimientos de personal, lo que podría constituirse en un evidente retroceso en las condiciones de atención y de bienestar de los párvulos, así como también en el desempeño pedagógico y el ejercicio profesional de las educadoras en las aulas (ver las modificaciones publicadas en el diario oficial del 18 de mayo de 2012 al Decreto Nº 315).

La evidencia acumulada respecto al rol de la educación en los primeros años y su peso específico como predictor de mayor igualdad de oportunidades, ha logrado para este primer nivel educativo un protagonismo merecido en la agenda de la política pública en Chile, lo que ha permitido desarrollar un conjunto de iniciativas en este ámbito, transitando del cuidado infantil a la educación integral, la que por supuesto considera los aspectos asistenciales de protección, alimentación y seguridad entre otros. Este proceso ha sido también un camino de legitimización para la educación parvularia, de validación de los profesionales del nivel y de su ejercicio pedagógico y formativo en los jardines infantiles.

[cita]El argumento de flexibilizar las condiciones para que todos los establecimientos puedan ser reconocidos, adecuando los actuales requisitos a la “realidad chilena”, es una medida compleja que requiere de un exhaustivo análisis. Se busca equilibrar…  ¿desequilibrando?[/cita]

Cada paso ha significado demostrar mediante estudios basados en la experiencia internacional, que cada peso puesto en educación parvularia puede multiplicarse hasta ocho veces en el futuro productivo de cada estudiante, en su propio desarrollo y en el de la sociedad. Pero el retorno no es inmediato y por tanto carece de visibilidad política de corto plazo, la que puede convertirse en detonante de las decisiones de gobiernos, legisladores y encargados de la inversión pública. No obstante estas barreras de entrada a la discusión, podemos afirmar que durante el transcurso de los años se fueron generando los espacios requeridos para consolidar estas iniciativas.

Madres y padres, científicos, no pocos economistas, muchos políticos y empresarios y naturalmente los educadores, estamos plenamente convencidos de que lo que ocurra o no en esta etapa es determinante para el futuro de cualquier persona, no solo en términos individuales, como se ha dicho al calor del actual debate sobre la educación, sino en especial respecto de la sociedad que podamos construir para nuestros hijos y sus hijos.

Una de las metas estratégicas que se ha planteado este gobierno es continuar incorporando a los grupos más vulnerables al nivel de educación parvularia. Hay  mapas de las comunas donde faltan jardines y cupos por completar, campañas para que las familias lleven a sus hijos a los jardines infantiles, en un despliegue comunicacional para convencerlas de que es seguro y bueno que estén allí por los beneficios sociales y cognitivos que se pueden alcanzar. ¿Cómo logramos convencer si estamos bajando los estándares con que serán atendidos los párvulos? ¿Hay nuevos estudios que avalan la disminución del personal? porque finalmente todos los  análisis comparativos, demuestran que la normativa modificada está reduciendo el promedio de adultos por cantidad de niños, factor altamente significativo en la calidad educativa.

El argumento de flexibilizar las condiciones para que todos los establecimientos puedan ser reconocidos, adecuando los actuales requisitos a la “realidad chilena”, es una medida compleja que requiere de un exhaustivo análisis. Se busca equilibrar…  ¿desequilibrando? Tal vez se quiera “abaratar” la educación parvularia, utilizando como recurso una “nivelación” a las condiciones de Chile. ¿Qué significa esto? ¿Qué no podemos mantener, ni avanzar en los estándares que se han construido a lo largo de años de debate sobre la relevancia de este nivel? ¿Y la reforma tributaria, ¿para qué es entonces?

Todo indica que ese camino es errado, pues la calidad de la oferta es lo que asegura la tasa de retorno que se señaló antes. Esta afirmación es corroborada por la OECD y varias autoridades mundiales en el tema, como el Premio Nobel de Economía James Heckman, entre otros que ponen a la educación preescolar en la base de cualquier iniciativa que considere a la educación como un elemento decisivo para el futuro económico, social y cultural del país.

En un reciente estudio realizado por el Economist Intelligence Unit que mide los sistemas de educación parvularia en 45 países, Chile que es analizado como caso de estudio alcanza con gran esfuerzo un meritorio lugar número 20. Se reconocen avances, claro, pero los aspectos menos logrados están concentrados en el ámbito de la calidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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