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Portuno y el fin del modelo

Daniel Loewe
Por : Daniel Loewe Profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Si no avanzamos decididamente en dirección a generar y garantizar la igualdad de oportunidad que le da sustento a la genuina meritocracia, no sólo no cumpliremos con lo que son demandas justas. Además, como en Pedrito y el Lobo con sus reiterados anuncios falsos, se perderá la confianza, en este caso meritocrática, haciendo quizás realidad la profecía del fin del modelo.


Los resultados de la encuesta CEP “Democracia y Mercado” son notables. Los chilenos creemos que la responsabilidad por el sustento económico de las personas recae en ellas mismas. Creemos muy mayoritariamente que el modo en que el Estado debería apoyar a las personas pobres es mediante el mejoramiento de sus capacidades y no mediante transferencias.

Esto no es extraño si consideramos que mayoritariamente creemos que para surgir en la vida lo más importante es el nivel de educación, luego viene el trabajo duro, la ambición y el nivel de educación de los padres y, sólo entonces, el conocer a las personas adecuadas. Si nos guiamos por estos datos acerca de los que creemos, no es descabellado afirmar que los chilenos sostenemos el valor de la meritocracia. Si consideramos, así al menos la teoría, que buena parte de la legitimidad y de la plausibilidad del modelo liberal de mercado recae en que permitiría el despliegue de los valores meritocráticos (virtudes productivas, esfuerzo, trabajo duro, etc.) y de este modo le daría a cada cual —aunque no a todos— la posibilidad de surgir, esta confianza en la meritocracia parece oponerse a la opinión de los profetas que, en razón de los movimientos sociales, anuncian el fin del modelo.

[cita]Si no avanzamos decididamente en dirección a generar y garantizar la igualdad de oportunidad que le da sustento a la genuina meritocracia, no sólo no cumpliremos con lo que son demandas justas. Además, como en Pedrito y el Lobo con sus reiterados anuncios falsos, se perderá la confianza, en este caso meritocrática, haciendo quizás realidad la profecía del fin del modelo.[/cita]

Ya que creemos en el valor de la meritocracia no es extraño que identifiquemos la educación como la variable que más afectaría el éxito económico de los individuos. Lo que esto nos dice, es que para los chilenos el valor de la meritocracia está mediado por la igualdad de oportunidades a la que (por cierto, entre muchas otras medidas) el acceso a una educación de calidad nos puede acercar.

De hecho, este es el entendimiento más razonable y sensible de la meritocracia: garantizándose un punto de partida caracterizado por la igualdad de oportunidades, cada cual es responsable de lo que en razón de sus habilidades, esfuerzo, virtudes productivas, trabajo duro, etc. logre. Resulta interesante, el que este ímpetu meritocrático no está desbocado. De acuerdo a la CEP a los chilenos nos preocupa mucho la desigualdad. De este modo, la mitad de los entrevistados (en concordancia con el espíritu inicial del Principio de la Diferencia rawlsiano) afirman que se pueden aceptar desigualdades de ingreso, si al mismo tiempo todos los hogares mejoran su nivel de vida.

Según entiendo, pero me puedo equivocar, el término “oportunidad” se relaciona con Portuno. De acuerdo a la mitología romana Portuno fue —y hasta donde yo sé, sigue siendo— el Dios de puertas y llaves, de los almacenes donde se guarda el grano, y posteriormente, y de un modo más claro, de los puertos, que son las puertas hacia el mar. Las malas olas, el viento contrario, en definitiva el mal tiempo, nos cierran estas puertas y son, por lo mismo, inoportunos. ¿Cuándo tienen, entonces, los marineros la oportunidad de zarpar o recalar? Cuando en razón de la construcción de la embarcación, los vientos y las mareas lo permiten. Si sopla un viento inoportuno, la oportunidad de dejar el puerto no existe. Por el contrario, si los marineros no zarpan porque se quedaron dormidos, ellos pierden la oportunidad, pero la oportunidad sí existió. ¿Cuáles son los vientos inoportunos que limitan ilegítimamente el conjunto de nuestras oportunidades disponibles para surgir?

Sin duda son muchos y variados. Pero si consideramos que muchos de los temas que han mantenido en vilo la vida política y social del año 2011 y lo que va de éste refieren a las dificultades de acceso a una educación de calidad, y que la ciudadanía mayoritariamente respalda muchas de las demandas aquí articuladas, podemos leer en este respaldo ciudadano un deseo de que se garantice la igualdad de oportunidades para que las asignaciones finales de cargos y posiciones sociales sean genuinamente meritocráticas.

Esto se opone a métodos actuales y usuales de asignación en nuestra sociedad, que refieren a la lotería que determina nuestro lugar social inicial, a la billetera de nuestros padres, o derechamente al nepotismo, tan presentes en nuestra sociedad. Aquí las puertas para surgir en la vida se abren y cierran de acuerdo, entre otros, al color de nuestra piel, al barrio en que vivimos, a la escuela a la que asistimos, a la clase de proveniencia, y a las letras de nuestro apellido. Todas razones ilegitimas para limitar el conjunto de oportunidades.

Si no avanzamos decididamente en dirección a generar y garantizar la igualdad de oportunidad que le da sustento a la genuina meritocracia, no sólo no cumpliremos con lo que son demandas justas. Además, como en Pedrito y el Lobo con sus reiterados anuncios falsos, se perderá la confianza, en este caso meritocrática, haciendo quizás realidad la profecía del fin del modelo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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