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Yo no presto el voto… o el coraje de ser impopular Opinión

Yo no presto el voto… o el coraje de ser impopular

Dino Pancani
Por : Dino Pancani Doctor en Estudios Americanos
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Nos encontramos con un sistema defectuoso, que en exceso valora las estructuras partidarias por sobre la participación ciudadana, estableciéndose, en la gran mayoría de las comunas, una suerte de plebiscito, lo cual provoca que, en muchos casos, se trate de elegir por debajo del mínimo.


No participar del próximo proceso eleccionario ¿trae dividendos a la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, ACES? Probablemente no. Su opción se invisibiliza, no se expresa, se pierde en el porcentaje de abstención que tradicionalmente han tenido las elecciones.

Se puede argumentar que la organización no sale fortalecida, más bien, se desdibuja al ubicarse en la marginalidad, levantando consignas que no son atendidas masivamente por la población. Se puede, entonces, llamar a la tranquilidad a los políticos de oficio o con aspiración a serlo: probablemente la población no cambiará su conducta, por más que un grupo de adolescentes les proponga seguirlos en sus acciones, seguirá manteniendo una participación relativa en las elecciones municipales.

Pero ¿es la única manera de mirar este llamado a “no prestar el voto”? Creo que no, es posible que lo más interesante no esté en el llamado. Dicho de otro modo, no son los secundarios como sector social lo más interesante de esta postura, sino las razones para hacer tan subversivo reclamo. Es novedoso que un grupo organizado y validado socialmente, llame a no participar de un proceso eleccionario, a lo menos, sitúa la opción de abstenerse como una alternativa política con referente e instala a las organizaciones sociales como una alternativa simbólica a los partidos políticos.

La frontalidad de la Aces es consecuencia del diagnóstico social y político que hacen del sistema y de las metodologías empleadas para combatirlo.

La restrictiva democracia que nos rige desde la década de los noventa, se ha basado en pactos, algunos más inclusivos que otros; en consensos que mantienen espacio para sentir dolor, pero no para actuar desde la rabia, necesaria y legítima, si se entiende desde los marginados o de quienes asumen sus banderas; y en la edificación de un modelo que profundiza la brecha entre los ricos y los pobres (a veces, es más eficiente el lenguaje de la lucha de clases que la retórica academicista).

[cita]Si el panorama tremendista que he dibujado con letras, tiene un poco de asidero al cotejarlo con la realidad que cada uno de nosotros construye, entonces, no vale la pena la descalificación, el trato amargo, la desconfianza, la inquisición con que se ha tratado el llamado de la Aces, sino entender, que estar fuera, a veces, sólo a veces, es más efectivo que participar de un adentro, cuyos resultados son ajenos a los intereses y las ambiciones de quienes persiguen crear una sociedad más virtuosa.[/cita]

Con este escenario, se puede entender e incluso compartir, que una alternativa para enfrentar las próximas elecciones municipales sea el no sufragar: ¿para qué hacerlo?, si en muchas comunas la diferencia entre un candidato y otro, con viabilidad de ser electo, es nula. Digamos que el sentido de las elecciones está extraviado, se ofrece mucha continuidad y muy poco cambio.

¿Desidia?, a mi juicio, no, es darle carne a una posición política que, en la medida que nos alejamos temporalmente de la dictadura, cada vez adquiere más adeptos. Y los responsables no son los adolescentes que encabezan el llamado a no votar, más bien, los causantes son quienes han promovido y justificado mecanismos de participación que adolecen de legitimad, al menos, para los más jóvenes, quienes no tienen arraigado participar de un evento que certifica un sistema, pero no marca trascendencia en sus vidas.

Entonces, nos encontramos con un sistema defectuoso, que en exceso valora las estructuras partidarias por sobre la participación ciudadana, estableciéndose, en la gran mayoría de las comunas, una suerte de plebiscito, lo cual provoca que, en muchos casos, se trate de elegir por debajo del mínimo.

Como segunda idea, destaco que muchos de los protagonistas de la contienda fundaron o aprendieron el truco de no decir sus programas, de dónde son, qué ideas representan, qué van a hacer cuando resulten electos, escondiéndose detrás de una publicidad engañosa; dicen intenciones, características personales o descripciones evidentes, ocultando los caminos, tareas, las prioridades que puedan ser confrontadas por el elector una vez que se encuentren en plenitud de su mandato.

Si el panorama tremendista que he dibujado con letras, tiene un poco de asidero al cotejarlo con la realidad que cada uno de nosotros construye, entonces, no vale la pena la descalificación, el trato amargo, la desconfianza, la inquisición con que se ha tratado el llamado de la Aces, sino entender, que estar fuera, a veces, sólo a veces, es más efectivo que participar de un adentro, cuyos resultados son ajenos a los intereses y las ambiciones de quienes persiguen crear una sociedad más virtuosa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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