Opinión
Para hoy está organizada una reunión de cancilleres, y a través de la prensa nos informamos que busca construir una “agenda de distensión”, que analizará aspectos fronterizos, de integración, políticos, académicos, económicos, empresariales. Todo muy loable y siempre necesario, pero pareciera que se tratase de dos países que no tenemos ningún entredicho, que todo camina sobre rieles.
Los chilenos presenciamos hace pocas semanas la fase oral del juicio en La Haya. Muchos nos preguntamos qué debemos hacer de aquí al fallo, lo que será a mediados del próximo año.
La mejor manera de enfrentar una dificultad es reconocerla para poder trabajar en su solución. En el caso de las relaciones chileno–peruanas, somos muchos los chilenos que analizando la historia, constatamos que la diplomacia peruana recurrentemente ha mantenido algún punto de litigio. Por ello, nos preguntamos si después de esta demanda podremos por fin entrar a una fase de cooperación y dejar de vivir en el siglo 19.
Para ello, muchas voces dentro y fuera de nuestra Cancillería sugieren que este sería un excelente momento para que el Perú reconociese de manera pública y vinculante, antes de conocerse el fallo de La Haya, que ya no tiene demandas pendientes con Chile. Chile ha hecho pronunciamientos en ese sentido, y los podríamos reiterar sin ninguna dificultad. Es necesario despejar las sombras y construir confianzas.
Para hoy está organizada una reunión de cancilleres, y a través de la prensa nos informamos que busca construir una “agenda de distensión”, que analizará aspectos fronterizos, de integración, políticos, académicos, económicos, empresariales. Todo muy loable y siempre necesario, pero pareciera que se tratase de dos países que no tenemos ningún entredicho, que todo camina sobre rieles.
[cita]¿Por qué no sinceramos el diálogo? ¿Por qué Chile renuncia a plantear sus legítimas inquietudes respecto al futuro de la relación? No hacerlo implica, no construir una agenda de distensión sino una agenda de concesión.[/cita]
¿Por qué no sinceramos el diálogo? ¿Por qué Chile renuncia a plantear sus legítimas inquietudes respecto al futuro de la relación? No hacerlo implica, no construir una agenda de distensión sino una agenda de concesión.
La diplomacia limeña, hábil y profesional, siempre buscó, junto con demandarnos y desconocer los acuerdos vigentes, controlar la respuesta chilena. Por eso nos ofreció desde un principio “encapsular” el tema y manejar la relación por “cuerdas paralelas”. Bajo la actual administración, Chile aceptó este planteo y así llegamos a esta reunión. La delegación peruana estará encabezada por su canciller Rafael Roncagliolo, experimentado político, un demócrata con credenciales comprobadas y un hombre que ha dedicado toda su vida al servicio público. En esta cita estará asesorado por profesionales del tema. Bien por Perú, pero nosotros debemos, con el mismo celo, defender nuestros intereses nacionales.
Todos queremos vivir la mejor relación vecinal, para ello debemos construir confianza y certezas, despejar las legitimas aprehensiones que puedan surgir. Para esto es la diplomacia, no para ocultar los problemas y barrerlos bajo la alfombra.
Chile quiere entrar al siglo XXI con decisión, queremos construir un país moderno, democrático, respetuoso de su medio ambiente y de la pluralidad. Nos cuesta entender que la lógica para relacionarse entre los Estados, especialmente los vecinos, sean las de las secuelas de una guerra de hace más de 130 años. Por eso, debemos ofrecer la mejor disposición a construir la paz y la buena vecindad, bajo el estricto respeto a la legalidad internacional y a los convenios bilaterales. Pero desconocer que tenemos dificultades no las hacen desaparecer, eso sí, nos impiden defender con celo nuestros intereses. Chile necesita recuperar su diplomacia, dejar de apostar a que el mercado arreglara todo y mirar estos temas con visión de Estado.
