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La Iglesia Católica, el sexo y la cultura moderna Opinión

La Iglesia Católica, el sexo y la cultura moderna

Hoy los obispos alemanes aceptan la anticoncepción en casos de violación. En 1993, tres obispos, también alemanes, habían dado muestras de independencia al publicar una importante carta pastoral autorizando la comunión de personas divorciadas y vueltas a casar, en ciertos casos. Son gestos significativos de apertura que debemos valorar y apoyar. El aparato institucional de la Iglesia es como un gran transatlántico navegando por veinte siglos. Cambiar levemente su dirección es lento y difícil.


Recientemente la Conferencia Episcopal Alemana ha aceptado el uso de la anticoncepción de emergencia en los hospitales católicos en casos de violación, con el fin de prevenir la fecundación del óvulo. ¡En hora buena! Los obispos muestran autonomía respecto a Roma en el interregno entre dos Papas. ¿Se sentirán más libres? ¿Quieren dar una señal? La decisión habría sido motivada tras un escándalo, pues a una joven abusada se le había rechazado el medicamento en dos hospitales católicos de Colonia, siendo atendida finalmente en un hospital protestante. Aunque la jerarquía suele llegar tarde en los temas de sexualidad, la historia muestra que al final se pone al día si desea mantenerse inserta en la realidad actual.

El pensamiento tradicional católico ha quedado rezagado en varios campos del pensamiento, entre ellos la medicina y la sexualidad. A comienzos del siglo XIX Jenner descubrió la vacuna contra la viruela pero un Papa la prohibió en Roma durante años, por estimar que ofendía a Dios. Cuando la reina de Inglaterra usó la anestesia en un parto, fue cuestionada por teólogos ingleses. Cuando se extendió el uso de la incineración, la jerarquía católica prohibió los funerales religiosos.

Cuando la medicina comenzó los transplantes de órganos, se los rechazó por un tiempo. Cuando, para tratar enfermedades sexuales, la medicina pidió muestras de semen, la jerarquía prohibió conseguirla por masturbación. La esterilización quirúrgica para prevenir embarazos sigue condenada hasta hoy.

[cita]Cuando la medicina comenzó los transplantes de órganos, se los rechazó por un tiempo. Cuando, para tratar enfermedades sexuales, la medicina pidió muestras de semen, la jerarquía prohibió conseguirla por masturbación. La esterilización quirúrgica para prevenir embarazos sigue condenada hasta hoy. Es evidente que estas condenas se fundamentan en una visión antigua del cuerpo y la sexualidad, anclada en la pre modernidad. El problema no está en una supuesta oposición entre ciencia y fe, que en rigor no tiene por qué haberla, sino en concepciones y prácticas heredadas que resulta difícil cambiar.[/cita]

Es evidente que estas condenas se fundamentan en una visión antigua del cuerpo y la sexualidad, anclada en la premodernidad. El problema no está en una supuesta oposición entre ciencia y fe, que en rigor no tiene por qué haberla, sino en concepciones y prácticas heredadas que resulta difícil cambiar.

En los años sesenta la medicina descubrió los anticonceptivos orales para regular la natalidad. Uno de los descubridores fue el médico católico norteamericano, el Dr. John Rock, quien publicó un libro —The Time has Come— afirmando que era una técnica beneficiosa para la humanidad. Pero desde 1968 hasta hoy Roma ha condenado el uso de la píldora. En su tiempo, el descubrimiento de Galileo no fue comprendido por Roma. El descubrimiento del Dr. Rock tampoco ha sido comprendido hoy.

En cambio los fieles católicos han comprendido muchos descubrimientos modernos y los estiman beneficiosos para su vida y legítimos moralmente. Esto ocurre con los anticonceptivos orales, usados por el 95 % de los católicos. Las técnicas de fertilización asistida también son condenadas por la jerarquía eclesiástica, pues considera que solo Dios y la naturaleza pueden intervenir en la llegada de un nuevo niño. Sin embargo, más de cinco millones de niños han nacido gracias a estas técnicas, naciendo en Chile 600 de estos niños al año. Es evidente que una doctrina que no es seguida de modo tan masivo debe de ser revisada. La misión de la autoridad es formular la doctrina en términos adecuados a su época, interpretando también el discernimiento y el sentido de los fieles, pues son tan iglesia como sus pastores.

Hace unos años un Papa expresó que el uso del condón podía ser aceptable en casos de prostitución, como mal menor. Hoy los obispos alemanes aceptan la anticoncepción en casos de violación. En 1993, tres obispos, también alemanes, habían dado muestras de independencia al publicar una importante carta pastoral autorizando la comunión de personas divorciadas y vueltas a casar, en ciertos casos. Son gestos significativos de apertura que debemos valorar y apoyar. El aparato institucional de la Iglesia es como un gran transatlántico navegando por veinte siglos. Cambiar levemente su dirección es lento y difícil. La condena de la píldora anticonceptiva común ya alcanza cerca de medio siglo sin revisión. Antes de morir, el cardenal Martini declaró que la Iglesia estaba atrasada doscientos años en temas de moral sexual y la urgió a ponerse por fin al día, declarándose incluso favorable al reconocimiento legal de las parejas homosexuales.

Hace pocos años, cuando en Chile se autorizó en el sistema público de salud el uso de la “píldora del día después”, los obispos chilenos cuestionaron severamente a la autoridad política. Sin embargo, el moralista José Aldunate se pronunció en sentido innovador, diciendo que la opinión de Roma sobre la anticoncepción de emergencia era solo una opinión, siendo discutible y propuso escuchar en especial la voz de las mujeres. Esperamos que ahora el gesto innovador de los obispos alemanes haga reflexionar a sus colegas chilenos.

La apertura de los obispos alemanes debiera motivar en nuestro medio una reflexión de fondo sobre la sexualidad y la pareja en el mundo actual y estimular a la Iglesia chilena a descubrir en la sexualidad una “buena noticia” para las personas de nuestra época. La elección de un nuevo Papa debiera ser una oportunidad para que la Iglesia acorte la distancia entre la fe y la cultura moderna.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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