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El cambio ¿en la medida de lo posible?

Ariel Medina Poloniolli
Por : Ariel Medina Poloniolli Cientista Político. Ex- Concejal de Til-Til. Militante PPD.
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En todas las elecciones presidenciales pasadas, el tema del cambio o de los cambios ha sido un invitado de honor. Ha marcado presencia y su representación ha sido asumida alternadamente por moros y cristianos. En algunas elecciones la derecha tuvo la capacidad de apropiarse y representar la idea del cambio que históricamente había sido, desde el retorno de la democracia, una noción matriz de la centroizquierda. Viva el cambio fue el eslogan de campaña de Lavín el 1999-2000.Por su parte el 2009-2010, Piñera presentó su oferta de cambio poniendo el acento en una forma distinta de gobernar, en el cambio de la concertación por la alianza.

En las elecciones presidenciales del presente año nuevamente el paradigma del cambio tendrá un sitial importante. Claro que con particularidades y diferencias sustantivas respecto al pasado. Todo parece indicar que esta representación del cambio será asumida de nuevo por la centro izquierda, que se reconciliará con el seductor concepto. El progresismo volverá a nadar en aguas conocidas pero con mucho mayor oleaje, porque el Chile de hoy es distinto y más exigente que el de años anteriores. Nuestra sociedad reclama con urgencia la realización de importantes transformaciones en lo económico-social y en lo político-institucional. Es una característica –fuerza del nuevo ciclo. En los hechos, el trabajo de elaboración programática de los partidos de la concertación y de la oposición intenta rendir cuenta de esta realidad. Aunque existe claridad y consenso en las fuerzas opositoras respecto de la necesidad de los cambios, subsisten divergencias importantes sobre la oportunidad, alcance y profundidad de los mismos. La razón es obvia: la mayoría de los cambios requeridos tocan aspectos sensibles del modelo de desarrollo vigente y afectarán poderosos intereses políticos y económicos existentes.

La idea de una asamblea constituyente, por ejemplo, recibió en su momento de parte del senador Escalona la respuesta conocida de que no había que fumar opio. La propuesta, lejos de hacerse humo, sigue latente en el corazón y en la cabeza de varios de los partidos opositores. La declaración de Escalona no fue fortuita. Desde hace más de un ano que asumió el complejo rol de contención respecto de una concertación propensa a la dispersión y a la izquierdización de algunos de sus integrantes. Su discurso, dirigido a distintos tipos de auditorio, presenta, sin embargo, una constante. Alude a la estabilidad y a la auto disciplina. A los empresarios les dijo que “Bachelet es la única que puede garantizar los cambios que se necesitan, preservando la estabilidad del país“.

En reciente entrevista a La Tercera (3 de marzo) dirige su mensaje a la izquierda del conglomerado: “hay que hacer reformas necesarias sin caer en la aventura. Chile necesita cambios con estabilidad, si nosotros levantamos banderas o consignas maximalistas nos vamos a aislar, que es el viejo error de la izquierda. Luego agrega, refiriéndose a los programas, que “no se puede pensar que aquí cada cual va a hacer lo que quiera, que esto va a ser como una fiesta de disfraces en que cada cual va a llegar con el que mejor le gusta y tener las conductas que le viene en gana. Chile necesita una alternativa responsable de gobierno.” (El Mostrador 4 de marzo). Más allá del tono pintoresco, las palabras del Senador revelan la existencia de percepciones distintas en las filas opositoras respecto del estándar de los cambios en el programa del futuro gobierno. Cuales son necesarios e impostergables y cuales son posibles. El tema no es menor.

¿Cómo resolverán este dilema las fuerzas opositoras? No cabe duda de que los partidos opositores harán un esfuerzo de identidad común en torno alineamientos programáticos realistas y realizables (los cinco ejes). En este sentido, el acuerdo que se logre respecto de los cambios ya estará  morigerado, en primera instancia por la duración del periodo presidencial y en aras de la convivencia pacífica de las visiones de izquierda; del centro político y liberales progresistas que integran el conglomerado opositor. No es descartable, entonces, que la definición final del programa del nuevo gobierno trascienda a los partidos y se traslade a la candidata (pasando por el debate en las primarias).Hay indicios al respecto. El equipo cercano a Bachelet está recogiendo ideas, sugerencias y propuestas programáticas de otros actores, individuales e institucionales que no son los partidos. La propia candidata continuará el proceso cuando regrese al país. Es positivo porque Chile no son solo los partidos políticos y porque en el Chile de hoy la ciudadanía tiene mucho que decir en materia de cambios. Entonces el camino de formulación programática tendrá inevitablemente distintas fases, acentos y protagonistas. Habrá programas (de los partidos y candidatos en las primarias) y habrá un programa final (de la candidatura) que recogerá el aporte de los partidos, pero también de otros actores. Solo en ese programa final quedará definido el carácter y el alcance de los cambios. No antes.

Entre tanto persistirá interrogante. Hasta donde las consideraciones de gobernabilidad y de expectativas condicionaran un programa de cambios en la medida de lo posible. Parodiando a Escalona, tal vez la fiesta no será de disfraces y estará prohibido fumar.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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