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El chileno: de protagonista a parásito

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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El ciudadano se ha convertido en un mero espectador de los tiempos. Y si en algún momento de nuestra historia se pudo hablar del temple y del carácter que el chileno forjó en la adversidad de la lejanía y al hilo de catástrofes naturales, hoy transita derecha y aceleradamente a convertirse en un parásito del Estado, cuyo bienestar pende del delgado hilo del precio de un mineral.


Nada tiene de raro ni de malo, que en el día de la memoria, se hable principalmente del futuro.

El hombre que conmemora hechos del pasado glorioso y el que rinde cuentas del pasado inmediato, es el mismo que se piensa a sí mismo desde sus posibilidades, y que está referido de manera radical a su propio futuro.

Nada tiene de raro ni de malo, por tanto, hacer anuncios a la luz de la consideración de una derrota naval que Chile, en definitiva, transformó en victoria. Ni en proyectar lo que se hará el año que viene, desde la experiencia del que ya pasó.

[cita]El ciudadano se ha convertido en un mero espectador de los tiempos. Y si en algún momento de nuestra historia se pudo hablar del temple y del carácter que el chileno forjó en la adversidad de la lejanía y al hilo de catástrofes naturales, hoy transita derecha y aceleradamente a convertirse en un parásito del Estado, cuyo bienestar pende del delgado hilo del precio de un mineral.[/cita]

Revisar el pasado y proyectar el futuro es consustancial a la naturaleza humana.

Nada tiene de raro ni de malo hacer del 21 de mayo el día de las promesas, si no fuera porque el chileno se ha acostumbrado a mirar la historia y a pensar su vida como mero espectador: testigo impávido de hechos que ocurrieron y que no significan nada para él (y de los que, a veces, apenas tiene noticia); sujeto pasivo de políticas públicas que suponen su interdicción o la promueven.

Nada tiene de raro ni de malo revisar el pasado y proyectar el futuro, siempre y cuando el hombre comprenda que el tiempo es algo que le pertenece y que lo constituye, y que debe “proyectar su vida empuñándola”, según expresión de Heidegger.

El ciudadano se ha convertido en un mero espectador de los tiempos. Y si en algún momento de nuestra historia se pudo hablar del temple y del carácter que el chileno forjó en la adversidad de la lejanía y al hilo de catástrofes naturales, hoy transita derecha y aceleradamente a convertirse en un parásito del Estado, cuyo bienestar pende del delgado hilo del precio de un mineral.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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