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El «miedo al destete» de Jorge Pizarro: una parábola obstetro-política

Alberto J. Onetto
Por : Alberto J. Onetto Licenciado en Historia y Magister (c) en Ciencia Política, mención RR.II., PUC.
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Los invito al siguiente ejercicio: asumamos que la “madre” es la soberanía popular que descansa en el electorado; el “bebé” es la actual clase política elegida democráticamente en Chile; la “leche” el poder que le otorgamos todos los ciudadanos para seguir nutriéndolos económicamente en sus cargos; y la ”transición del pecho materno al biberón”, la necesidad de un llamado a Asamblea Constituyente.

Pues bien, las últimas declaraciones de Jorge Pizarro (DC) —nada más ni nada menos que el Presidente del Senado— claramente denotan un miedo irracional al destete por parte del bebé. Pizarro, a propósito de considerar “irrelevante” el debate sobre una Asamblea Constituyente —verbigracia, la posibilidad de que el bebé supla el alimento materno y se alimente por sus propios medios, dejando que otras generaciones de infantes se hagan cargo del seno de la Patria— asegura lo siguiente:

Los chilenos están preocupados de miles de otras cosas más urgentes y más importantes. Que la Constitución necesita cambios, sí necesita cambios y cambios profundos (…)

Volvamos a la analogía deconstruyendo el discurso del senador Pizarro. Según él, su madre ya no tiene tiempo para dedicarse a amamantarlo de forma exclusiva. Reconoce, sin embargo, que la leche requiere un nuevo envase, pero no está dispuesto a descolgarse del pecho de su madre.

En resumen, nuestro parlamentario sufre de una particular fobia al destete. Más específicamente, no quiere abandonar el pecho ni tampoco deja mamar a otros de él. Algo así como el perro del hortelano, pero versión Rugrats. Su madre está pasando un pésimo momento tratando de dormir tranquila y ya no puede más, pues tiene millones de otros potenciales bebés que atender.

Este bebé y los de su clase ya llevan 30 años colgados del seno materno y todavía no se quieren descolgar. Hay algunos agarrados de la teta izquierda y otros de la derecha, pero eso no hace hoy mayor diferencia. Total, un pecho es un pecho siempre, por donde se le mire.

La madre ya presenta estrías mórbidas en su región torácica, y quizá un posible diagnóstico de cáncer de mama. Por razones de salud urgentes, no puede seguir alimentando a sus caprichosos nenes hoy.

¿Cómo puede forzar la madre el destete de tan insistente, terco y mezquino bebé, que poca consciencia tiene del sufrimiento de su progenitora en virtud del placer que le genera seguir apernado después de tantos años? Empoderada la madre de esta decisión, el proceso conlleva una compleja adaptación emocional y física. Considerando que el período de amamantamiento ya lleva 30 años, mucho de esta adaptación se ha ido fraguando y madurando en el camino.

Es funtamental que la madre decida —y en ella está la decisión, en nadie más— cuándo terminar la lactancia o no. La madre no puede dejarse chantajear por los lloriqueos del bebé, por el bien de su constitución física y mental. A pesar de que la OMS recomienda el deste hasta los 2 años o más, es la madre quien debe escoger el momento y la forma más adecuada para llevarlo a cabo.

El destete, claro, no puede realizarse de forma brusca y violenta. Debe existir un programado de forma previa —ojo, no pactado con la guagua misma, pues aún no aprende a expresarse correctamente en el idioma de su madre— y respetando las necesidades emocionales y alimenticias del nene (nadie asume acá que el bebé será desterrado y abandonado de forma miserable a su triste suerte).

Lo primero que la madre debe hacer pues, es dejarle de ofrecer el pecho, lo que no es lo mismo que dejar de darle. En palabras simples, quitarle el derecho al bebé a sentir que la leche es suya, y comenzar a decidir cuándo mostrarle el pecho por el bien de la salud de la madre.

Lo ideal en este caso sería un “destete respetuoso”, un proceso en el que poco a poco se espacien las tomas de leche, y se cambien por un juego o por otras comidas —ofrecerle, por ejemplo, cursos gratis de golf en alguna hermosa isla del Sur del país o una rica papilla académica con sabor a cargo de honor. Es siempre recomendable ofrecer estas “alternativas” antes que el bebé pida de nuevo mamar, para evitar el conflicto.

Ahora, si el bebé ya lleva por lo menos tres décadas todavía colgado, chantajea con amenazas y lágrimas de cocodrilo a su progenitora, y se niega rotundamente a evolucionar y dar un paso al costado, un buen consejo sería esconderle definitivamente el pecho cuando comience a balbucear sus reclamos, por el bien de todo el mundo.

Nadie quiere un destete violento, pero sí un destete firme, cuando la madre se sienta capaz y empoderada  para realizarlo sin delegárselo a los “médicos” —verbigracia, los “especialistas” que por detrás se encuentran coludidos con el bebé— y cuando decida de forma definitiva que dejará de aceptar que su bebé de 30 años —ya con dientes bien formados— le sigan mordiendo e hiriendo su seno patrio.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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