Publicidad

El Exonerado

Por: Rodrigo Salinas Corona, profesor


Señor Director:

Año 80, 81…no lo recuerdo…tenía 3 o 4 años. Mi padre vuelve a casa sin trabajo. Fue despedido. Exonerado.

Trabajó durante años en “Prisiones” y llegó a ser Alcaide de la Penitenciaría, ahí vivió el golpe, trabajando, alejado de la política, asustado como todos, volviendo a casa a pie. Ahí hizo su carrera, paró una familia de 5 hijos, se sintió orgulloso y se hizo más hombre. De seguro le ayudó a ser feliz.

Mi padre fue un DC de los de antaño, de los que se sabía el himno y tenía una foto de Frei Montalva. Llegó a tener una en la que la prominente nariz del presidente se acercaba a la de él en un saludo protocolar…era un trofeo.  Más no era un hombre político, no tenía estirpe de dirigente. Era un hombre con convicciones que vivir en paz.

Cuenta la historia que mi viejo trataba bien a los presos políticos que llegaban hasta esa cárcel. Cuenta la historia que les daba un trato digno. Cuenta la historia que los ayudaba y entregaba sus mensajes. Cuenta la historia que Clotario Blest estaba dentro de esos presos bien tratados. Cuenta la historia que Don Clotario se paró en el ovalo, sobre unas cajas, y agradeció  en público a este señor de lentes gruesos y bigotes, que sin tener porque hacerlo los había tratado como lo que eran: personas. Personas que arriesgaban condenas o torturas y desapariciones por pensar diferente y con las manos vacías, con ropas pobres, en un tiempo que siempre imagino en blanco y negro. Fueron de alguna forma protegidos por este señor, que siendo civil y cristiano llegó a un puesto más bien apetecido por militares que a esa altura lo querían todo.

Pinochet sumaba años y dinero por imponer el terror. Mi padre los perdía por intentar ser un bálsamo. Volvía a casa con sus manos vacías. Ahí comenzó la historia negra. Ahí empezó a rodar la rueda de diez años de deterioro e incapacidad de encontrar trabajo. Ahí llegaba a sentarse al lado de su cama el monstruo pequeño y poderoso de la depresión que no le dejaba levantarse. Fueron en esos años donde la familia se debilitó y decaía como mi salud, como mi cuerpo de niño mal nutrido, pálido anémico. Fue ahí cuando este viaje lento y oscuro comenzó, hasta detenerse cuando volvió la supuesta democracia. Diez años que marcaron la vida de mi mi madre, mis hermanos y la mía. Diez años que me formaron en lo espiritual y lo político, igual que a mi padre.

Pero a pesar de todo lo vivido, a pesar de todo lo llorado, la derecha en estos días quiere que Ud. confunda a oportunistas y haraganes que han mal utilizado el beneficio con dirigentes valientes perseguidos y con los torturados, a los detenidos que mi propio padre intento defender y dignificar. Han llegado a incluir  a magnos derechistas oscuros de la época como exonerados políticos ante la risa indefensa de una opinión pública que no tiene fuerza. Quieren que crea que los “exonerados” son una especie de millonarios que viven a costa del Estado: Mi padre fue exonerado y su beneficio fue la reintegración y una tarjeta de atención en el sistema público. Esos fueron sus “millones”.

Hoy no vendrá ningún dirigente de la seudo democracia derechista a decirme como se siente ver llorar a tus padres o a decirme cuanto quema la lágrima cuando se es llorada por uno que ha sufrido.

Que no le ensucien el concepto, que no le impongan su pensamiento. Que ser exonerado también es un destierro. No los confundamos con ratas que comen del basurero. No dejemos que aquellos que alguna vez todo esto aplaudieron se transformen en verdugos, nuevamente, de nuestros viejos y ahora abuelos.

 

Rodrigo Salinas Corona
Profesor

Publicidad

Tendencias