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Turquía: una avalancha que no para

Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Erdogan acusó de los disturbios a «elementos extremistas», particularmente al principal partido de oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP – una oposición no consolidada, por cierto) y a las redes sociales (El País 03/06). Dijo en relación los TIC’s que «esa cosa que llaman redes sociales no es más que una fuente de problemas para la sociedad actual», agregando que «hay un problema que se llama Twitter» y «allí se difunden mentiras absolutas». Lo más paradójico de ello, es que Erdogan es el quinto político más seguido en Twitter en el mundo.


Con una población mayoritariamente musulmana y una democracia laica y plural, hasta hace no mucho se hablaba de Turquía como un modelo positivo para ser imitado por el resto del convulsionado mundo (islámico) del Medio Oriente. Ese ánimo optimista del país que va a recibir el Mundial de Fútbol Sub-20 en los próximos días, sin embargo, se deterioró rápidamente con una ingenua protesta (27/05), sentada y pacífica, para salvar uno de los últimos parques públicos que quedan en una ciudad de casi 14 millones de habitantes, el parque Taskim Gezi y la brutal represión policial que le siguió, y cuyo saldo ya va en 4 muertos, más de 4 mil heridos, más de 3 mil detenidos (incluyendo a 33 por haber “incitado a la violencia” a través de Twitter) y seis policías que se han suicidado desde el inicio de las protestas (según un sindicato policial).

Situado a la espalda de la plaza Taskim que domina la parte europea de Estambul, este bosque de unos 600 árboles es un pulmón verde (laico y sin sesgos) en una zona agobiada por el tráfico. Sin embargo, y en una decisión precipitada e impopular, el gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan decidió destruir el parque para reconstruir el viejo cuartel otomano de artillería Topcu erigido en el siglo XIX por el sultán Mahmud I y transformarlo en un cuartel cultural que sería acompañado por un centro comercial y una mezquita.

[cita]Erdogan acusó de los disturbios a «elementos extremistas», particularmente al principal partido de oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP-una oposición no consolidada por cierto) y a las redes sociales (El País 03/06). Dijo en relación los TIC’s que «esa cosa que llaman redes sociales no es más que una fuente de problemas para la sociedad actual», agregando que «hay un problema que se llama Twitter» y «allí se difunden mentiras absolutas». Lo más paradójico de ello, es que Erdogan es el quinto político más seguido en Twitter en el mundo.[/cita]

Esta decisión detonó una rápida protesta de jóvenes provenientes de una multiplicidad de espacios de la sociedad de Estambul, los que alertados a través de las llamadas tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s), más de 2 millones de mensajes en 8 horas, concurriendo masivamente al parque Taskin Gezi. Este acto en defensa de un bien público, fue respondido con una brutal represión lo que extendió las protestas geográficamente a varias ciudades y de nivel para ir transformándolas en una desobediencia civil destinada a interpelar al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, y su partido Justicia y Desarrollo (APK).

Claro que ésta no era la primera ocasión en la que la plaza Taksim era un escenario de violencia. En 1977 habían muerto, al menos, 34 manifestantes durante los enfrentamientos con la policía durante el Día del Trabajo. Desde 1980 hasta 2012, se habían prohibido las manifestaciones del 1 de Mayo en la plaza (CNN en Español 11/06).

Erdogan acusó de los disturbios a «elementos extremistas», particularmente al principal partido de oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP-una oposición no consolidada por cierto) y a las redes sociales (El País 03/06). Dijo en relación a los TIC’s que «esa cosa que llaman redes sociales no es más que una fuente de problemas para la sociedad actual», agregando que «hay un problema que se llama Twitter» y «allí se difunden mentiras absolutas». Lo más paradójico de ello, es que Erdogan es el quinto político más seguido en Twitter en el mundo (2 millones 700 mil de acuerdo a Socialbakers).

Sin embargo, han sido las propias movilizaciones las que se han encargado, con su carácter multiclasista y plurideológico, de desmentir a los supuestos culpables del primer ministro. En ellas, por ejemplo, han participado barrios de Estambul donde tiene gran ascendencia el partido gobernante (una versión musulmana de la democracia cristiana) o de personas cercanas al AKP, como la profesora de Sociología de la Universidad Aydin de Estambul, Zeynep Banu Dalaman, quien solidarizó con sus estudiantes en el parque de Gezi, señalando que votó por el AKP porque creía que representaba “el cambio” para Turquía y admite que “Erdogan hizo grandes reformas… pero ahora se ha quedado solo ante este amanecer democrático que protagonizan los jóvenes con la expresión de su descontento”. Incluso más, Kemal Kilicdaroglu, el principal líder del opositor Partido Republicano Popular, intentó unirse a las protestas en el parque durante los primeros días pero fue abucheado por los propios manifestantes.

Endorgan, no sólo ha triplicado el PIB per cápita y con ello ha permitido, por ejemplo, un acceso amplio a la educación, sino que logró consagrar la vital tarea de subordinar a unas FF.AA. con fuerte tendencia hacia la sublevación a la institucionalidad democrática y, aunque con resquemores, también iniciar un proceso de paz con el PKK (kurdos) en marzo de este año (El País 21/03).

Sin embargo y más allá de los reconocimiento hechos a los logros de Endorgan, también hay una serie de interpelaciones a su gestión. En primer lugar, destaca el hecho de que una parte sustancial de los turcos no aceptan la creciente intromisión en sus vidas de un partido de raíces islamistas con serias limitaciones democráticas. El APK, tras haber marginado a las élites laicas que dirigieron la república fundada por Kemal Atatürk, le está imprimiendo una relevancia desmesurada a los aspectos religiosos en la sociedad y en todo el gobierno turco.

En segundo lugar, también se resiente las conductas de perpetuación del primer ministro Erdogan, quien quiere gobernar hasta el 2023, año que marca el centenario de la independencia con la caída del imperio otomano, reeligiéndose nuevamente (ha estado en el poder desde el 2002) y concentrando el poder a través de la instauración de un sistema presidencialista.

En lo práctico, en tercer lugar, la perpetuación es acompañada de un sentido autoritario que se está reflejando, además de la represión, en ámbitos tan distintos como las restricciones al alcohol, el gran número de periodistas encarcelados (alrededor de 50 en la actualidad de acuerdo al secretario general del Consejo Turco de la Prensa) y el control de la prensa, la ambigüedad de las leyes antiterroristas turcas y lo discrecional de su aplicación, etc.

Por último, otro aspecto polémico es el nombre de un nuevo puente que se va a construir en Estambul. El gobierno ha decidido dar al tercer puente sobre el Bósforo el nombre de Yavuz Sultán Selim, el sultán otomano apodado Selim el Severo, famoso por las matanzas que cometió contra la minoría aleví en su guerra contra los chiíes de Irán a principios del siglo XVI. La elección del nombre ha agravado la insatisfacción de los alevíes, que ya tienen la sospecha de sufrir una discriminación sistemática.

El gobierno turco, a través de su viceprimer ministro Bulent Arinc (Erdogan estaba en un viaje en el norte de África), reconociendo los dilemas de gobernabilidad que estaba generando esta intervención en el parque Taskim Gezi, había admitido que la policía usó una fuerza excesiva y pidió perdón a los manifestantes que realizaron las primeras sentadas. Sin embargo, y en un acto de contradicción al interior del propio gobierno turco, el primer ministro Erdogan se dedicó a aclarar que él no tiene tolerancia para lo que llama “manifestaciones ilegales” y lanzó, tanto en el parlamento y como en manifestaciones en que se había convocado a sus partidarios (fueron a recibirlo al aeropuerto, entre otros), frases como «lo único que hacen es destruir, atacan edificios públicos, queman edificios públicos y autos civiles», «incluso la paciencia tiene un final», “nunca permitiremos que la gente nos presione» y los retó a enfrentarse en las urnas en siete meses (CNN en español 11/06).

Consecuentemente con la voluntad de ejercer la autoridad, entonces, Erdogan mandó a la policía ha tomar por la fuerza la plaza de Taksim (10/06), donde cientos de personas llevaban acampadas desde el día 1 de junio exigiendo ya no sólo el resguardo del parque y la destitución de los mando policiales que condujeron la represión, sino que la dimisión del propio primer ministro.

Lo que comenzó el 27 de mayo como una protesta pacífica por la desaparición de un espacio verde se ha convertido en abierto desafío para el primer ministro y la estabilidad del país puerta de Europa. La política turca es hoy una política polarizada, beligerante, dominada por hombres (y de esencia religiosa) y con una agenda de conflictos agudizada y ampliada, inserta en un espacio geopolítico crítico expresado, por una parte, en la pesada crisis económica europea y sus impactos en la economía local y, por la otra, en la turbulencia del mundo árabe con el tema palestino, la guerra civil Siria, la inestabilidad en Irak, la pacificación kurda, etc.

La decisión de intervenir en el parque Taskim Gezi parece haber abierto una caja de pandora en Turquía, más cuando el diálogo está clausurado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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