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Camilo Escalona ¿el nuevo Bujarin? Opinión

Camilo Escalona ¿el nuevo Bujarin?

Camilo no se percató que sus seguidores habían tomado un impulso tal que les resultaba imposible frenar y así, fue testigo de cómo lo pasaban de largo. Intentó gritarles para que se detuvieran, pero no lo escuchaban, Camilo solo pudo ver la polvareda de cientos de pies que corrían desbocados rumbo al horizonte. Cansado de gritar, Camilo decidió desahogarse escribiendo.


Camilo era muy joven cuando partió de su hogar para predicar la fraternidad entre los hombres, para luchar contra la desigualdad, para liberar a los oprimidos. Fue así, como Camilo se fue convirtiendo en un líder. Primero lo escuchaban con incredulidad, pero debido a su éxito, muy pronto se vio rodeado de un pequeño grupo de seguidores. Camilo se enfrentaba con fuerza y decisión a los falsos líderes en las poblaciones, en las plazas, en los mercados, en las ferias. Camilo era incansable.

Así, Camilo fue capaz de reunir a grandes multitudes que lo escuchaban asombrados. En más de algún lugar fue recibido con públicas alabanzas, con alegría, como quien recibe a un liberador.

En la cúspide de su fama e influencia, Camilo fue capaz de caminar sobre las aguas y de apaciguar con su sola palabra grandes tormentas que amenazaban la barca del socialismo. Camilo fue capaz de expulsar demonios, de multiplicar los panes y de levantar los corazones y voluntades de aquellas pobres masas subyugadas que lo seguían fervorosamente.

Sin embargo, en algún momento, Camilo fue bajando su velocidad. El lento transcurrir de los años le iban enseñando a Camilo que «las fuerzas o grupos que pretenden el cambio revolucionario caen en el error de pensar que un golpe audaz, una acción afortunada, puede «de golpe» realizar aquellas añoradas transformaciones, es decir, que de pronto la minoría puede pasar a ser mayoría y materializar su voluntad. Esa es una simplificación profunda del proceso político, cuya raíz no es un pensamiento democrático» (Reciente columna de Camilo Escalona, en Web de Instituto Igualdad).

[cita]La dramática historia de Bujarin termina en 1938 cuando es juzgado en medio de la Gran Purga ordenada por Stalin. Como señalan algunos testigos del juicio: fue condenado en una sala llena de jóvenes comunistas satisfechos y arrogantes, que clamaban por seguir radicalizando la revolución a cualquier precio, sin saber si quiera de qué estaban hablando.[/cita]

Pero Camilo no se percató que sus seguidores habían tomado un impulso tal que les resultaba imposible frenar y así fue testigo de cómo lo pasaban de largo. Intentó gritarles para que se detuvieran, pero no lo escuchaban, Camilo solo pudo ver la polvareda de cientos de pies que corrían desbocados rumbo al horizonte. Cansado de gritar, Camilo decidió desahogarse escribiendo y fue así como hace pocos días publicó una columna en la web del Instituto Igualdad en donde llamaba a «no caer en las tentaciones del izquierdismo» con una asamblea constituyente, haciendo un sentido llamado a no «jugar» a la ruptura institucional, advirtiendo además: «Veo altamente riesgoso comprometer un esfuerzo programático que afecte las bases de sustentación de un futuro gobierno, cuando se proyectan metas que luego no se alcanzan …»

El hasta entonces líder indiscutible de la vanguardia socialista, aquel guerrero de la luz del socialismo criollo, ahora llamaba a la prudencia y al respeto de la institucionalidad.

Cómo no hacer un paralelo con la mítica figura de Nikolai Bujarin (1888-1938), uno de los más destacados caudillos de la Revolución rusa de 1917. Bujarin, después de ser una de las luces más brillantes de la vanguardia socialista, fue con el transcurso del tiempo, temperando sus juicios, llegando a tener la osadía de proponer un camino gradual, paso a paso, hacia el socialismo. Pero al igual que Camilo, sus huestes siguieron de largo cuando éste bajó la velocidad.

La dramática historia de Bujarin termina en 1938 cuando es juzgado en medio de la Gran Purga ordenada por Stalin. Como señalan algunos testigos del juicio: fue condenado en una sala llena de jóvenes comunistas satisfechos y arrogantes, que clamaban por seguir radicalizando la revolución a cualquier precio, sin saber si quiera de qué estaban hablando.

Así como Bujarin (el último revolucionario de la vieja guardia), quien solo pedía a sus seguidores y compañeros un poco de cordura, aprender de la historia y de la realidad, podemos ver a Camilo Escalona, como uno de los últimos sobrevivientes de la ahora casi extinta raza de líderes chilenos de izquierda que aprendieron de la historia y que avanzando paso a paso lograron dos sucesivos gobiernos socialistas.

Por supuesto que los tiempos han cambiado y Camilo no tendrá el mismo destino de Bujarin, pero hoy en día hay formas más sutiles y eficaces de tratar con quien estorba y como alguna vez dijo Winston Churchill: «La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra solo te pueden matar una vez».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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