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¿Qué esperan los radicales y Marcel Claude para sentarse a dialogar?

Alberto J. Onetto
Por : Alberto J. Onetto Licenciado en Historia y Magister (c) en Ciencia Política, mención RR.II., PUC.
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Como buenos bomberos que son, los radicales son expertos en apagar incendios cuando el fuego de las pasiones se sale de control. Y bien le haría contar con estas cisternas de aguas frescas a Marcel desde la Moneda, de presentarse las cosas algo más “ardientes” de lo planeadas.


* Este año 2013 no solamente será un año decisivo a nivel electoral: será también el año del ”rebaraje” de poder político entre partidos y movimientos sociales más radical del que se tenga noticia en la historia chilena reciente.

En el siempre politizado Chile, todo parece indicar que la derecha se encuentra desahuciada: la UDI está inevitablemente condenada a convertirse en un fantasma o a quedar muda frente a estos cambios, en el mejor de los casos. RN no se salva del abismo en este sentido: estará obligada a pactar con el ala más derechista de Nueva Mayoría – que es la DC – para no sufrir similar condena que hoy aqueja a sus “socios” de la dividida Alianza.

En la otra vereda de la Gran Avenida Binominal en remodelación, la ex Concertación ha apostado todas sus fichas en el liderazgo carismático matriarcal de Michelle Bachelet, y a absorber – con no poco riesgo e incertidumbre – el poderío de calle que históricamente ofrece el PC. Entretanto,  PPD y PS estarán obligados a realizar un saneamiento total de sus controvertidas y poco queridas figuras rimbombantes, para seguir siendo los motores centrales de ese elefantiásico conglomerado.

¿Y el PRSD, qué? Creemos que la actual situación de los radicales socialdemócratas es clave no sólo para entender esta nueva configuración política inminente post-elecciones, sino vital para justificar su existencia, al contribuir de forma decisiva al éxito de la candidatura (y posible gobierno) de Marcel Claude. A continuación explicamos las razones de esta aparentemente inconexa asociación.

El PRSD es el heredero natural del Radicalismo, la única corriente política verdaderamente autóctona que ha tenido Chile en su historia. Los radicales – quienes tuvieron tres gobiernos consecutivos en la década de los ’50 del siglo pasado – cuentan con un reconocido pasado de lucha por el progreso social, compromiso estatal de desarrollo económico y defensa de los intereses políticos de la clase media. Ya desde mediados del siglo XIX, los radicales han abogado siempre por disminuir el poder presidencial; descentralizar administrativamente del país; ampliar la discusión sobre libertad electoral y reformas constitucionales; y lo que más está en boga hoy, una enseñanza pública, laica y gratuita para todos los chilenos.

Este convencimiento de una educación justa y extensiva estuvo siempre presente en el ideario radical, desde las sólidas intervenciones parlamentarias de Enrique Mac-Iver a propósito de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria a comienzos del siglo XX. Algunas décadas después, su primer Presidente Pedro Aguirre Cerda utilizaba como eslogan de campaña “Gobernar es Educar”, refrendado en su magistral discurso del 21 de mayo de 1939.

Es este espíritu educador el que ha sido recogido en nuestros días no sólo por José Antonio Gómez en primarias, sino también por el independiente Marcel Claude en lo que queda de carrera presidencial. Este último ha recobrado de forma explícita las palabras de P.A.C. al respecto, prometiendo básicamente lo que los radicales vienen ofreciendo hace más de siglo y medio.

Durante los gobiernos radicales se creó además la CORFO, una sólida instancia de apoyo al emprendimiento, innovación y competitividad de las PYMES que existe hasta nuestros días. En un Chile donde los técnicos están alcanzando en salarios y oportunidades laborales a los profesionales universitarios, la CORFO sigue siendo una herramienta fundamental de ascenso social y éxito profesional de la clase media en su conjunto.

Tomando en consideración todo lo anterior, si hay algo que no se le puede achacar al Radicalismo es de ser inconsecuente con sus planteamientos históricos. Es más, nos atrevemos a decir que el PRSD debe ser uno de los pocos – sino el único partido político chileno actual – que no causa resquemores ni odiosidades en la ciudadanía. Pero se encuentra sometido a una cierta indecisión, evidente falta de recambio generacional, y – digámoslo con todas sus letras – una notable ausencia de valentía a la hora de posicionarse como un referente político trascendente y necesario.

Se hace evidente así que los radicales están “puro leseando” dentro de la supuesta Nueva Mayoría. Efectivamente, los radicales se han vuelto en extremo ingenuos, timoratos y desorientados, transformándose en el “mocito del café” de de la actual oposición. Toda vez que se han ido Anselmo Sule, Benjamín Teplizky y Enrique Silva Cimma a mejor vida, el PRSD no ha sabido reclamar con firmeza el espacio que le corresponde durante las últimas décadas.

El bullying de Camilo Escalona a J.A. Gómez en la elección pasada a vista y paciencia de la ciudadanía, así como el vergonzoso vía crucis que tuvo que experimentar Patricio Tombolini, son dos claras muestras de lo anterior. De los muchos escándalos de corrupción y tráfico de influencias en democracia, uno de los más bullados fue el del actual vicepresidente del PRSD: si bien éste fue posteriormente absuelto de los cargos por el “Caso Coimas”, su nombre e imagen quedaron para siempre asociados al recuerdo de la corrupción en democracia. Nadie en la Concertación salió a “prestarle ropa”, evidenciando de que se hace y deshace con el PRSD como si fuera un muñeco de trapo.

¿Quién puede realmente creer que la inclusión del PC en Nueva Mayoría mejorará la situación de los radicales? Desde siempre el PC ha utilizado al resentimiento como herramienta política para atacar a sus eternos adversarios, y es difícil que hayan olvidado la “vuelta de chaqueta” del último Presidente radical Gabriel González Videla, quien en 1948 instauró la “Ley Maldita” que los proscribió como partido. El PRSD claramente debe salirse de esta fiesta en la que es “convidado de piedra”.

Traigamos ahora al ruedo a Marcel Claude. Su inclusión dentro de esta columna nace a propósito de una situación irónica: nos referimos a su molestia evidente a la hora de ser tildado de “radical” por un insípido y siniestro panelista televisivo hace unos meses atrás.

Creemos que Claude, lejos de ofuscarse por ser tildado de “radical”, debería sentirse orgulloso de aquello.

Cuando se le tilda de “radical”, se ata a Claude a un pasado glorioso (pero trunco) de la historia de este país. Siendo “radical” en el sentido más amplio del término, Claude tiene una posibilidad real de convocar al PRSD a su movimiento de #TodosJuntosALaMoneda; ganarle un importante “gallito” a la Nueva Mayoría; y hacerse de un aliado partidista sólido, infinitamente más poderoso en términos históricos que el Partido Humanista o la Izquierda Unida a la hora de entablar acuerdos con su futura oposición.

Teniendo en consideración que los ideales programáticos de Claude y el PRSD son muy parecidos – i.e. Asamblea Constituyente; educación pública, gratuita y de calidad; nuevo sistema laboral; e integración latinoamericana en RR.II. – el trasfondo histórico del Radicalismo bien le aportaría a Claude bases concretas de comunión con ese pasado desarrollista de Chile, sin “casarse” con ideologías revisionistas que aún llaman a las clases sociales a luchar entre sí.

Ambos movimientos son altamente compatibles en su llamado al empoderamiento político de la clase media, de forma revolucionaria. Pero a diferencia de lo que aboga históricamente el PC, esta revolución no se trata de lucha entre “ricos versus pobres”, sino del ascenso político definitivo de la clase media, no importando si vive en Maipú, La Florida, Ñuñoa, Providencia, Puerto Montt o Iquique.

Marcel Claude con su ímpetu, voluntad reformista y enorme apoyo popular de los jóvenes, perfectamente puede sacar de la UCI a un PRSD gerontocrático, timorato y con baja autoestima. Y el PRSD, con su enorme historia y reconocido linaje político, bien puede dotar al movimiento de Claude de los mecanismos políticos suficientes para llevar a cabo su radical reforma al injusto Chile en que vivimos.

En una columna anterior afirmábamos que el vicio fundamental en el que incurre Marcel Claude a la hora de posicionarse como sólido candidato para gobernar de forma eficiente el país, es el carecer de un mecanismo efectivo de negociación. Pues bien, el PRSD cuenta con todas las condiciones históricas, materiales y de contenido discursivo para suplir esa falta de plataforma partidaria tradicional que Claude adolece, a la hora de enfrentar al empresariado y al resto de los partidos que serán oposición en su eventual gobierno.
Como buenos bomberos que son, los radicales son expertos en apagar incendios cuando el fuego de las pasiones se sale de control. Y bien le haría contar con estas cisternas de aguas frescas a Marcel desde la Moneda, de presentarse las cosas algo más “ardientes” de lo planeadas.

* Publicado en el Quinto Poder

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