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Odio, rencor y guerra

Cyntia Páez Otey
Por : Cyntia Páez Otey Periodista y Magister en Periodismo Internacional con mención en RRII
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Hacia 1945, el genocidio queda al descubierto y las atrocidades cometidas contra los derechos humanos –ATROCIDADES (con mayúscula) contra miles de niños, mujeres, ancianos y enfermos; judíos, negros, gitanos, homosexuales- paralizan a quienes fueron testigos mudos del puño del Estado nazi. Sólo una pregunta rondaba sus cabeza: “¿Pudimos haber hecho más -o antes- para salvar estas vidas inocentes?”. La inacción es también una acción: es decidir hacer NADA frente a algo que está ocurriendo ante nuestros ojos.


El Tratado de Versailles de 1919 mutiló el orgullo germano. La primera guerra mundial no sólo destrozó a Europa, sino que Alemania –la gran Alemania- quedó convertida en un imperio antaño poderoso y hoy en el suelo, literalmente, en el suelo. Francia y Gran Bretaña deben mantener el incipiente fuego alemán dentro de sus límites a punta de diplomacia: La Liga de las Naciones impone durísimas condiciones económicas y militares, mientras el socialdemócrata Friedrich Ebert acepta la humillación. Ebert muere en 1925 y el militar Paul Von Hindenburg asume como segundo presidente de la República de Weimar a los 64 años.

Adolf Hitler, un casi desconocido militar y revoltoso joven político, no sólo avanza rápidamente con su partido nacionalsocialista hasta pelear la presidencia, sino que en escasos años el mismo Von Hindenburg se ve en la obligación de ofrecerle el cargo de Canciller en 1933. El resto es historia.

Alemania, el águila negra, renace de las cenizas basado en el odio y resentimiento hacia quienes creyeron que el espíritu ario moriría. Hitler, el mesías que devolvería a Alemania merecido y glorioso pasado, usó la fuerza del odio y la guerra para rearmar al imperio empuñando la bandera de la voluntad de su pueblo.

[cita]Hacia 1945, el genocidio queda al descubierto y las atrocidades cometidas contra los derechos humanos –ATROCIDADES (con mayúscula) contra miles de niños, mujeres, ancianos y enfermos; judíos, negros, gitanos, homosexuales- paralizan a quienes fueron testigos mudos del puño del Estado nazi. Sólo una pregunta rondaba sus cabeza: “¿Pudimos haber hecho más -o antes- para salvar estas vidas inocentes?”. La inacción es también una acción: es decidir hacer NADA frente a algo que está ocurriendo ante nuestros ojos.[/cita]

Pero, ¿es realmente el triunfo de la voluntad? ¿Puede el pueblo desear y justificar el odio, la matanza y la guerra por orgullo nacional? ¿Puede el pueblo hacer algo contra ello sin ser aplastado por las mismas armas que defiende? ¿Puede el Estado estar detrás y defender a un gobernante que usa el poder para dañar a su propio pueblo? ¿Puede Bashar Al-Assad, amparado en el nombre  del Partido Baaz o del Renacimiento Árabe Socialista, continuar actuando impune y sin control contra quienes debe proteger? La manipulación no es política y, sobretodo, no es diplomacia.

Durante los años 20 y 30, Adolf Hitler fue subestimado tanto por la comunidad internacional como por los líderes europeos.

Uno de los personajes más influyentes del siglo XX, el inglés Winston Churchill, fue uno de los primeros en encender la alarma por el rearme alemán y obligó a Londres a invertir en mantener su superioridad militar, primordialmente a la RAF: “You were given the choice between war and dishonour… you chose dishonour and you will have war”. La invasión a Polonia colmó su paciencia y el 1 de septiembre de 1939 la negra capa de la guerra cubre Europa y pronto cubrirá el mundo entero de un modo u otro.

Hacia 1945, el genocidio queda al descubierto y las atrocidades cometidas contra los derechos humanos –ATROCIDADES (con mayúscula) contra miles de niños, mujeres, ancianos y enfermos; judíos, negros, gitanos, homosexuales- paralizan a quienes fueron testigos mudos del puño del Estado nazi. Sólo una pregunta rondaba sus cabeza: “¿Pudimos haber hecho más -o antes- para salvar estas vidas inocentes?”. La inacción es también una acción: es decidir hacer NADA frente a algo que está ocurriendo ante nuestros ojos.

La segunda conferencia internacional de Ginebra ha puesto en evidencia la postura mundial sobre Siria y da a la labor diplomática otra oportunidad para el diálogo; sin embargo, Francia ha puesto la urgencia: «Tal como lo han hecho nuestros compañeros americanos y británicos, estamos en contacto con nuestro interlocutores chinos y rusos. Deseamos que la negociación avance rápidamente y logremos finalmente lograr un acuerdo lo más amplio posible. Pero, aún si estamos dispuestos a negociar, no estamos listos a ceder sobre los grandes principios y objetivos que son tan nuestros como de gran parte de la comunidad internacional».

Lo cierto es que, aún cuando se ha logrado un acuerdo para que Siria entregue su arsenal químico, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama ha asegurado que «Estados Unidos seguirá trabajando con Rusia, Reino Unido, Francia, las Naciones Unidas y otros para asegurar que este proceso sea verificable, y que haya consecuencias si el régimen de Al Assad no cumple con el marco acordado. Y, si la diplomacia falla, EE.UU. sigue dispuesto a actuar».

La diplomacia decidió dar otra oportunidad a la paz y la pregunta final es: ¿cumplirá su parte Bashar Al Assad?. Sólo el tiempo lo dirá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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