La formación pedagógica considera, además de la construcción de conocimiento en torno a la didáctica de cierta disciplina, la formación de un sujeto integral, con un rol político y social que promueva en sus estudiantes un pensamiento crítico. Con una mirada del mundo global, pero también local, específica, que identifique con precisión la necesidad sentida de su comunidad de origen para construir en la interacción un espacio de participación acorde a la realidad, para empoderarse de su proceso de formación.
Probablemente, para muchos será incomprensible que muy pronto profesionales altamente calificados, de distintas áreas, no puedan seguir ejerciendo como profesores en muchos colegios, dado que se acabó el plazo para certificar competencias que les permitan el ejercicio de la docencia.
Sí, parece descabellado. Sin embargo, el cuestionamiento pasa no por la experticia que seguro poseen, sino más bien por comprender que no basta con saber. Necesitamos asegurarnos de que quien enseña también desarrolle competencias para saber hacer y estar, lo cual implica asegurar la transposición del saber sabio al saber enseñado y ello, a su vez, significa conocer en profundidad cómo hacerlo. Se trata de la didáctica dialógica entre el saber, el profesor/a y el estudiante: el saber propio del ejercicio que requiere el ser profesor/a.
Estamos viviendo momentos críticos en educación, la necesaria discusión sobre la importancia de evaluar, que por cierto trasciende los resultados, y todas aquellas mediciones que responden a una concepción bancaria de la educación, tienen hoy día a muchos aferrados a la idea de que, mientras mejores puntajes tengamos, mejores resultados obtendremos. En este sentido, puede ser riesgoso para un profesional que no tiene formación pedagógica no visualizar la importancia de trascender el buen resultado del aprendizaje, en desmedro del proceso y lo que ello implica.
[cita]La formación pedagógica considera, además de la construcción de conocimiento en torno a la didáctica de cierta disciplina, la formación de un sujeto integral, con un rol político y social que promueva en sus estudiantes un pensamiento crítico. Con una mirada del mundo global, pero también local, específica, que identifique con precisión la necesidad sentida de su comunidad de origen para construir en la interacción un espacio de participación acorde a la realidad, para empoderarse de su proceso de formación.[/cita]
La Comisión de Educación de la Cámara de Diputados aprobó una serie de medidas en esa dirección, bajo el supuesto de que los puntajes van a asegurar el ingreso de los mejores a las carreras de pedagogías.
Esto no es nada más y nada menos que un volador de luces. Sin querer ser majadera, es imperiosa la discusión sobre la práctica pedagógica, aquella reflexión que nos permita visibilizar en concreto las variables que hoy –dados los tiempos que corren y el gran descontento y desmotivación de nuestros estudiantes– deben considerarse a la hora de hablar de formación docente.
La formación pedagógica considera, además de la construcción de conocimiento en torno a la didáctica de cierta disciplina, la formación de un sujeto integral, con un rol político y social que promueva en sus estudiantes un pensamiento crítico. Con una mirada del mundo global, pero también local, específica, que identifique con precisión la necesidad sentida de su comunidad de origen para construir en la interacción un espacio de participación acorde a la realidad, para empoderarse de su proceso de formación.
El eje central del proceso pedagógico no puede estar centrado sólo en el conocimiento de la disciplina, no puede quedar en la transmisión de saberes. Es necesario rescatar el rol social y político del docente y preguntarse en qué medida lo que ocurre en la escuela contribuye a la construcción de una sociedad más humana, justa y democrática. No perdamos de vista la relevancia que tiene la relación entre escuela y sociedad.
