Publicidad

Una nueva perspectiva para la educación técnica: condiciones y propuestas asociadas

María Paola Sevilla, Mauricio Farías y Leandro Sepúlveda
Por : María Paola Sevilla, Mauricio Farías y Leandro Sepúlveda Doctorado en Educación Universidad Alberto Hurtado/Universidad Diego Portales; Fundación Chile; y, Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación, Universidad Alberto Hurtado.
Ver Más

Tres décadas más tarde, la Reforma Curricular de 1998, junto con aumentar el espacio de formación general de este tipo de educación, aplazando su inicio desde primero medio hasta tercero medio, reafirma que la Educación Media Técnico Profesional prepara tanto para el acceso temprano al mercado del trabajo como para la continuidad de estudios superiores.


En los últimos meses ha sido posible observar una mayor discusión pública sobre la educación técnica en nuestro país; las recientes propuestas de cambios en las especialidades impartidas y el anuncio de mayores recursos para este sector, han tenido una cierta repercusión en los medios de comunicación. El debate, sin embargo, por lo general ha quedado reducido a aspectos específicos de esta modalidad formativa, sin que exista hasta ahora una mirada integral acerca de sus condiciones de desarrollo y desafíos de futuro.

Cerca del 45% de quienes cursan los dos últimos años de enseñanza media lo hacen en la educación técnico profesional. De ellos, más del 75% aspira a continuar estudios superiores, pero menos del 50% concreta su anhelo, al menos en los primeros tres años tras su egreso de la secundaria. Estas son sólo algunas de las cifras que nos muestran la relevancia de este tipo de educación en nuestro país en términos de cobertura y la creciente expectativa y tendencia de sus estudiantes a acceder a la educación terciaria.

La Reforma Educacional de la década de los 60 incorporó formalmente a la educación técnica dentro de un único sistema escolar nacional integrado, flexibilizando las barreras que separaban a esta opción formativa con la educación universitaria. Tres décadas más tarde, la Reforma Curricular de 1998, junto con aumentar el espacio de formación general de este tipo de educación, aplazando su inicio desde primero medio hasta tercero medio, reafirma que la Educación Media Técnico Profesional (en adelante, EMTP) prepara tanto para el acceso temprano al mercado del trabajo como para la continuidad de estudios superiores. En los últimos años, la creación y masificación de ayudas estudiantiles estatales no condicionadas a puntajes PSU, como la Beca Nuevo Milenio, han aumentado las oportunidades de financiamiento para la continuidad de estudios técnicos profesionales en la educación superior, incrementándose el campo de oportunidades futuras para los jóvenes que provienen de este tipo de formación.

[cita]Tres décadas más tarde, la Reforma Curricular de 1998, junto con aumentar el espacio de formación general de este tipo de educación, aplazando su inicio desde primero medio hasta tercero medio, reafirma que la Educación Media Técnico Profesional (en adelante, EMTP) prepara tanto para el acceso temprano al mercado del trabajo como para la continuidad de estudios superiores.[/cita]

Sin embargo, ¿están dadas las condiciones para que los egresados de la EMTP prosigan con su formación y alcancen un título de educación superior acorde a los requerimientos de competencias técnicas de alto nivel de nuestros días? Nosotros creemos que no, por tres razones principales.

Primero, porque necesitamos acordar en Chile una nueva concepción para la educación técnica de nivel secundario que confronte sus propósitos y que nos entregue un nuevo horizonte normativo hacia el cual dirigirnos. Una concepción que dé cuenta del espacio que debe propiciar este tipo de educación para entregar una formación integral a los jóvenes, que reconozca y valore sus opciones vocacionales y que, junto con entregarles competencias relevantes para un sector ocupacional en particular, les facilite explorar aquello que quieren ser, o también descubrir lo que no desean ser. Una definición que la revele como una opción curricular alternativa a la académica, que permita acceder al mercado laboral y sustentar el desarrollo de carreras profesionales, evitando un determinismo temprano asociado a un ámbito laboral-productivo y favoreciendo  el desarrollo de opciones vocacionales y la consolidación de proyectos de vida futura en los jóvenes.

Segundo, porque para concretar y alcanzar un ideario de educación técnica de nivel secundario que incorpore estos elementos, se debe enfrentar una serie de desafíos previos, hasta ahora débilmente logrados. Los claves a nuestro juicio son tres: I) fortalecer la formación general de la EMTP, integrando contenidos académicos a los programas de las especialidades técnicas  con docentes capacitados para su despliegue; II) reformar la orientación vocacional de los liceos técnicos, asegurando profesionales y dispositivos adecuados para guiar con independencia y eficacia a los jóvenes en la elección de su especialidad y en sus búsquedas profesionales posteriores; y III) vincular decididamente a la educación técnica con el sector productivo local, incorporando a la industria de manera formal en la identificación y elaboración de perfiles ocupacionales, así como también en la provisión de espacios de formación en los lugares de trabajo y apoyo al desarrollo de los esfuerzos formativos.

Se trata de propiciar condiciones para que los egresados de la EMTP que continúen estudios superiores cuenten con una formación de base pertinente en la línea de sus intereses, y si su opción vocacional al término de la enseñanza media es distinta a la especialidad cursada, que tengan la capacidad y posibilidad de reconvertirse siguiendo otra carrera sin altos costos.

La tercera razón que dificulta el cumplimiento de este objetivo para la EMTP es que, como sistema, salvo casos particulares, persiste una escasa interconexión entre la educación técnica de nivel secundario y la de nivel terciario. Estos espacios formativos no están conectados, ni institucional ni curricularmente, observándose limitaciones evidentes para el tránsito de los egresados hacia la educación superior, desaprovechándose esfuerzos formativos iniciales o no reconociéndose competencias alcanzadas durante los años de formación en la secundaria. Para avanzar en esta perspectiva, planteamos dos propuestas concretas y no excluyentes.

Una de ellas es fomentar acuerdos de articulación entre liceos técnicos e instituciones de educación superior, de manera sistemática y sostenida en el tiempo. Acuerdos que no sólo se restrinjan al ámbito curricular, generando itinerarios formativos que conecten secuencialmente programas de distintos niveles, sino que también contemplen los soportes necesarios para que los egresados de los liceos técnicos puedan “navegar” en la educación superior y persistan en sus carreras hasta titularse. Para ello, es clave el trabajo colaborativo de las instituciones, amparado y promovido por políticas públicas que reconozcan e incorporen elementos de experiencias locales exitosas y lecciones extraídas de la evidencia internacional.

La otra propuesta  apunta a un desafío de mayor envergadura. Proponemos la creación de Institutos Técnicos al alero de universidades públicas, que articulen en una misma organización programas de nivel secundario y terciario. Institutos con financiamiento público que, junto con impartir los dos últimos años de educación secundaria bajo la modalidad técnico profesional, ofrezcan carreras de educación técnica de nivel superior que se vinculen directamente a las especialidades impartidas. Creemos que esta alternativa puede traducirse en importantes ahorros financieros atribuibles a las economías de escala logradas, mayores incentivos para el desarrollo curricular y la formación docente y, sobre todo, en el incremento de las tasas de egreso de técnicos de nivel superior del sistema. Adicionalmente, estos institutos tendrían mayor facilidad para vincularse con las empresas locales que liceos técnicos que forman sólo en el nivel medio. Finalmente, separar los dos últimos años de enseñanza media de los dos previos, permitiría desplazar la decisión vocacional efectivamente hacia el final de segundo medio, alejándola de octavo básico, como ocurre mayoritariamente ahora, y de sexto básico, como podría ocurrir a partir del 2018, después de que entre en vigencia la nueva estructura escolar dispuesta en la Ley General de Educación.

Esta propuesta demanda modificaciones legales, tanto en términos de financiamiento como de otorgamiento de títulos. Podemos avanzar con proyectos pilotos, uno en cada sector económico (Agropecuario, Metalmecánico, Marítimo y Minero, sólo por nombrar algunos). Estos proyectos podrían fundarse sobre algunos liceos técnicos con trayectorias reconocidas, y amparados por gremios empresariales, o en lugares donde por razones geográficas los acuerdos de articulación con instituciones de educación superior no pueden materializarse. Sin duda, se trata de una propuesta innovadora en nuestro sistema, pero que es común en algunos países europeos y que requiere ser detalladamente estudiada para su formulación e implementación.

De este modo, la EMTP puede consolidarse como una alternativa viable y atractiva para un número importante de jóvenes chilenos, evitando una mirada sesgada de ingreso temprano al mundo del trabajo o una mera alternativa a una formación de tipo académica predominante. Formar a jóvenes de manera integral, favoreciendo el máximo de alternativas para el desarrollo del interés vocacional, constituye una tarea fundamental para alcanzar una sociedad más justa en el futuro. Avanzar en estos y otros desafíos de la EMTP, estamos convencidos, constituye una estrategia clave del presente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias