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De Marca tu Voto a Presta tu Voto Opinión

De Marca tu Voto a Presta tu Voto

Alberto Mayol
Por : Alberto Mayol Sociólogo y académico Universidad de Santiago
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Marcar AC nació para liberar al voto de sus ataduras lógicas (se vota por candidatos, no por conceptos). Su carácter conceptualmente subversivo –esto es, su movimiento de subtexto– quedó en nada al pretenderse que en segunda vuelta siguiera operando la campaña. Era un llamado explícito a votar, en primer lugar; y a votar por Bachelet, en segundo. Por lo demás, en el Chile actual sólo la protesta y la abstención han servido para generar transformaciones. Y marcar AC ya no era protesta. E indudablemente ya nunca fue abstención.


En un escenario político conservador, la campaña Marca tu Voto apareció como un gesto que limitaba al norte con la desobediencia civil y al sur con la conquista de la institucionalidad desde la ciudadanía. Si bien no se trata en sentido estricto de desobediencia civil, pues no se pide vulnerar una norma legal y convocar a su incumplimiento, sí se trató de un llamado a vulnerar una práctica normalizada y cuya norma social imperaba sin contrapeso: esa norma se basaba en la convicción de que un voto marcado era un voto nulo y, por tanto, un voto perdido. Fue un llamado a incumplir entonces una norma social. Pero, además, fue un esfuerzo de arribar a la construcción de la institucionalidad desde la ciudadanía. Y ello fue en un sentido doble: por el contenido de la propuesta (llamar a una Asamblea Constituyente) y por su forma (conquistar la Asamblea ocupando caminos que no estaban hechos para ello).

El espíritu de un acto político como marcar el voto es de rebeldía y protesta. Y, en tanto tal, calzaba con el espíritu de impugnación del Chile actual. Pero todo espíritu de rebeldía supone un aparato que lo administre, un cuerpo de funcionarios que haga operativa la acción. Los administradores de Marca tu Voto fueron los impulsores para Chile de esta idea, pero también fueron sus administradores. Y como suele ocurrir en estos casos, en algún momento la protesta se torna astucia, maquinación y cálculo. Todo Cristo tiene su Pablo. Y aunque esto no es un problema en sí mismo, lo es cuando los cálculos son equivocados o cuando vulneran el espíritu del acto que se está promoviendo. Si marcar el voto con las letras AC para estimular la convocatoria a una Asamblea Constituyente nacía de la rebeldía a un orden institucional y político que niega ese camino o, al menos, lo objeta significativamente, no se puede pretender caminar por la institucionalidad ni menos jugar a la seducción de los poderosos. De lo que se trata es de irritarlos. Y nada de eso ocurrió. Cuando mucho, molestó a la derecha, cosa nada difícil y a estas alturas irrelevante.

Marca tu Voto tuvo numerosas oportunidades para radicalizar su postura e irritar a la institucionalidad. La tuvo cuando Juan Emilio Cheyre demostró desconocer la diferencia entre voto impugnado y nulo. Debió apostar a su salida del Servicio Electoral. No lo intentó siquiera. Luego los administradores de Marca tu Voto tuvieron reuniones con el Servel y señalaron que el camino estaba abierto para la iniciativa. Pero el Servel contestaba en todos los medios de comunicación que “el único voto válido es el que marca una preferencia y no tiene otras anotaciones”, para luego dar una serie de referencias sobre posibles excepciones. El Servel no era la solución, era el problema. No había que darle la pelota, había que quitársela.

[cita]Las reglas del método de la campaña Marca tu Voto fueron erráticas. Su relación con la Nueva Mayoría fue oblicua. Nació como una forma de presionar a Bachelet para avanzar por la ruta de la Asamblea Constituyente, pero terminó siendo otra forma más (de las tantas) que se usaron para evitar la abstención (sin éxito). La iniciativa Marca tu Voto no supo asumir el principal rasgo de la Nueva Mayoría: la posibilidad de influir sobre ella es ser un peligro para ella (el movimiento estudiantil, por ejemplo) o ser una solución (el Partido Comunista, por ejemplo, como forma de maquillar una aproximación al movimiento estudiantil).[/cita]

La ruta de Marca tu Voto fue errática. Cuando la encuesta CEP reveló que el 45% de los chilenos deseaban Asamblea Constituyente, no hubo celebración. Los convencieron de que era un problema, que ahora la expectativa era mayor. El mundo político, que siempre entendió que esta convocatoria era agua para otro molino, insistió en que, de ahí en más, un resultado muy inferior a 40% de AC era un fracaso para la iniciativa. Y parte de este discurso penetró las propias filas de Marca tu Voto. Habían perdido el foco: su objetivo era marcar el voto, no conquistar la realización de la Asamblea Constituyente. Mientras tanto, la mayor parte del país todavía no comprendía la posibilidad de marcar el voto sin anularlo, es decir, el mensaje fundamental  no había sido comunicado eficazmente. La campaña llegaba a la elite informada, estaba orientada a la oligarquía buena onda.

El momento de mayor confusión de la iniciativa Marca tu Voto fue con el paso a segunda vuelta de las candidatas Bachelet y Matthei. Habiendo logrado en primera vuelta un éxito razonable, con un conteo alrededor del 10% de los votos y sin impugnaciones relevantes (sólo la Fundación Jaime Guzmán), la iniciativa decidió proyectar la acción para la segunda vuelta. Era evidentemente un error. Mientras en primera vuelta había candidatos que llamaban a marcar el voto, en segunda no los había. Matthei era opositora a la Asamblea. Y lo más cercano a la AC que Bachelet había dicho era: “No está descartado ningún procedimiento institucional para cambiar la Constitución”. Ni siquiera había dicho: “La Asamblea Constituyente no está descartada”.  Ni siquiera había dicho: “La Asamblea es un procedimiento institucional”.

Con esa confusión, la ruta electoral hacia la transformación radical del orden político en Chile ha dejado de ser un camino (si alguna vez lo fue), incluso para ejecutar impugnaciones de alcance medio. No vale la pena prestar el voto, aunque sea marcándolo. Es imprescindible avanzar por nuevos caminos.

Marcar AC nació para liberar al voto de sus ataduras lógicas (se vota por candidatos, no por conceptos). Su carácter conceptualmente subversivo –esto es, su movimiento de subtexto– quedó en nada al pretenderse que en segunda vuelta siguiera operando la campaña. Era un llamado explícito a votar, en primer lugar; y a votar por Bachelet, en segundo. Por lo demás, en el Chile actual sólo la protesta y la abstención han servido para generar transformaciones. Y marcar AC ya no era protesta. E indudablemente ya nunca fue abstención.

Cuando era evidente que el fenómeno central de la segunda vuelta era la abstención, la convocatoria de marcar el voto dejó de ser subversiva e irritante para el sistema. Pasó a ser una forma de llamar a votar. Y la estrategia de Marca tu Voto en segunda vuelta pasó de la ingenuidad a la astucia. Ignacio Iriarte dijo en diversos medios de comunicación que el llamado era a marcar AC, pero que también era preferible que marcaran una preferencia. Este discurso nunca fue escrito en ningún sitio, pero fue dicho en diversos medios de comunicación. Habiendo ya sólo dos candidatas, el llamado era funcional a Bachelet. Por supuesto, hubo una serie de sofisticadas argumentaciones para explicar cómo las excepciones son más importantes que las regularidades y que, dado que hubo algunos votos de Matthei marcados con AC, entonces habría también un camino por esa ruta. Y aunque lo hay, es un camino que debe ser construido, que no consiste en esperar que los votantes de derecha voten por sus candidatos al tiempo que los impugnen. No es una ruta sencilla. De momento se parece más a la irrupción de la cantante calva.

Las reglas del método de la campaña Marca tu Voto fueron erráticas. Su relación con la Nueva Mayoría fue oblicua. Nació como una forma de presionar a Bachelet para avanzar por la ruta de la Asamblea Constituyente, pero terminó siendo otra forma más (de las tantas) que se usaron para evitar la abstención (sin éxito). La iniciativa Marca tu Voto no supo asumir el principal rasgo de la Nueva Mayoría: la posibilidad de influir sobre ella es ser un peligro para ella (el movimiento estudiantil, por ejemplo) o ser una solución (el Partido Comunista, por ejemplo, como forma de maquillar una aproximación al movimiento estudiantil). No hay otra ruta. Si la campaña Marca tu Voto hubiese ayudado a vencer la abstención de un modo detectable, existiría para la Nueva Mayoría. Si hubiese llamado a no votar en segunda vuelta, existiría para la Nueva Mayoría. Pero el camino intermedio, la rebelión timorata de las elites sin masas, no sirve.

El colmo de la “confusión” fue terminada la segunda vuelta, cuando en carta a La Tercera Ignacio Iriarte comienza diciendo: “A propósito de una nota publicada el domingo en su diario, nos parece necesario precisar que la campaña ciudadana ‘Marca tu voto’ no emplazó junto al Partido Progresista a la presidenta electa a convocar a una asamblea constituyente, ya que la campaña y la estructura que le dio vida cerró una etapa el 15 de diciembre”. Es decir, se consumó así el error: el instrumento destruyó el objetivo. El objetivo era marcar el voto, no llamar a una Asamblea Constituyente. Y, por tanto, acabada la elección, no se llama a convocar una Asamblea, sino a esperar novedades del cuadro burocrático de Marca tu Voto (novedades que no llegan). Más aún, se hace un gesto político para marcar distancias con un partido que apoya la Asamblea y para generar proximidad con los partidos que la rechazan en silencio. Parece incomprensible. Y lo es.

Estoy seguro que somos muchos, de entre quienes apoyamos en primera vuelta la iniciativa, los que hemos percibido con cierto estupor las señales que conducen a conductas dóciles y amables con la Nueva Mayoría por parte de Marca tu Voto. Y el estupor es doble: primero, porque es una iniciativa ciudadana y no partidista y, segundo, porque la proximidad a Bachelet no ha servido de nada, ni servirá. Por mi parte, estuve dispuesto a salir del abstencionismo por una vez el 17 de noviembre, por el solo hecho de apoyar esta iniciativa que, aunque errática, era lo que había para expresar la ruta de la Asamblea. Sin embargo, hace ya un par de semanas que las palabras de Francisco Zúñiga, jefe del equipo comunicacional, dieron cuenta de algo que era evidente para todo aquel que lo hubiese escuchado desde hace meses: no está en los planes de Bachelet hacer una Asamblea Constituyente. Si el camino elegido por la campaña era el “monárquico”, esto es, sensibilizar a Bachelet (y eso era, por desgracia) ha fracasado. Y quienes apoyamos la acción, simplemente prestamos el voto.

Irónicamente la confusión y consecuente derrota de la Iniciativa Marca tu Voto es irrelevante. El proceso constituyente en Chile se ha abierto. La fractura entre lo social y lo político es tan grande que el mero vínculo jurídico de una nueva norma no alcanzará a producir un espacio de representación legítimo. Será imprescindible la Asamblea. Si la idea es que la institución más criticada, como es el Congreso Nacional, se haga cargo de la nueva Constitución, no cabe duda que dicho camino será pedregoso y lleno de retrocesos. Si la idea es revitalizar las 54 reformas de 1989 con la forma de una nueva Constitución de la elite política, no funcionará. La democracia de los acuerdos está muerta (que no esté enterrada es por culpa de sus familiares). La crisis de representación en que habitamos es un síntoma de un problema más profundo, que es la incapacidad del sistema político para contener en su seno los procesos sociales y políticos. Estos procesos no requieren del acuerdo de sus líderes. No necesitamos la visión monárquica que espera que Bachelet se convenza de hacer una Asamblea. La sociedad se basta a sí misma, los procesos históricos pasan por encima de los individuos. En Chile habrá una Asamblea Constituyente, a pesar de la derecha, a pesar de la Democracia Cristiana, a pesar del Partido Socialista, a pesar de Bachelet, e irónicamente a pesar de iniciativas como Marca tu Voto, cuyo exceso de ingenuidad (esperemos, porque también puede ser de astucia) les impide caminar en línea recta al objetivo de la Asamblea Constituyente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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