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Para qué tenemos liceos de excelencia

Alfredo Gaete
Por : Alfredo Gaete Psicólogo, Pontificia Universidad Católica de Chile Doctor en Filosofía, University of Manchester Docente e investigador, Campus Villarrica, Pontificia Universidad Católica de Chile
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¿Quiere usted decir que habría que terminar con los liceos de excelencia? Tal como están concebidos en Chile, es decir, como establecimientos que seleccionan por rendimiento (o sea indirectamente por nivel socioeconómico), por supuesto que habría que terminar con ellos, a menos que usted quiera perpetuar la desigualdad social (cosa que hemos hecho muy bien hasta ahora). Si usted quiere elevar la “excelencia” de un establecimiento, preocúpese de que aquello sea efecto de la educación que ofrece y no de los estudiantes que recluta.


Todos o casi todos los que se hacen esta pregunta –por desgracia no parecen ser muchos los que están dispuestos a hacérsela– llegan más o menos a la misma respuesta: tenemos liceos de excelencia porque queremos que, al menos algunos de los jóvenes que no pueden pagar una educación de calidad, la reciban de todos modos. Se trata, sin embargo, de una pésima respuesta, por todo lo siguiente:

1. Hoy sabemos, gracias a la investigación educacional, no sólo que la mayoría de los jóvenes que asiste a los liceos de excelencia no es representativa de los sectores más pobres del país, sino además que muchos de ellos podrían pagar perfectamente la mensualidad de un colegio particular (con o incluso sin subvención, en algunos casos). Esto ocurre por un proceso de segregación “por mérito” que ya está bien estudiado y que, a estas alturas, no debería sorprender demasiado a nadie que esté interesado seriamente en educación: dado que el nivel socioeconómico se correlaciona con el logro escolar, y dado también que ese logro escolar es el índice principal del “mérito” en Chile, los liceos de excelencia terminan recibiendo a una buena proporción de estudiantes cuya situación socioeconómica está bien lejos de la pobreza y bien cerca de la capacidad de pago solicitada por muchos establecimientos particulares.

[cita]¿Quiere usted decir que habría que terminar con los liceos de excelencia? Tal como están concebidos en Chile, es decir, como establecimientos que seleccionan por rendimiento (o sea indirectamente por nivel socioeconómico), por supuesto que habría que terminar con ellos, a menos que usted quiera perpetuar la desigualdad social (cosa que hemos hecho muy bien hasta ahora). Si usted quiere elevar la “excelencia” de un establecimiento, preocúpese de que aquello sea efecto de la educación que ofrece y no de los estudiantes que recluta.[/cita]

2. Es precisamente esa condición socioeconómica lo que más parece explicar el éxito de los liceos en cuestión, toda vez que la investigación también muestra que al controlar por esa variable los resultados no son tan increíblemente mejores. Por supuesto, su efecto no es igual a cero: sólo por el mayor nivel de expectativas que los profesores de estos establecimientos tienen respecto del rendimiento de sus estudiantes, estos ya se ven beneficiados (en educación este fenómeno se conoce como el “efecto Pigmalión”). Pero no crea usted que lo que ocurre en un aula es tan diferente de lo que ocurre en el aula de otros liceos. Observaciones llevadas a cabo en establecimientos de distinto tipo han mostrado que el proceso de escolarización es bastante similar en todos ellos (de hecho, es espeluznantemente homogéneo), con la gran diferencia, claro, de que en algunos hay alumnos que tienen más “méritos” que en otros.

3. En cualquier caso, un supuesto que está implícito en el concepto mismo de liceo de excelencia es que algunos liceos no sean de excelencia. O, para decirlo más crudamente, para querer convertir un liceo común y corriente en liceo de excelencia hay que querer ponerlo por encima de otros establecimientos. Esto es poco ético, ya que implica aceptar de entrada que sólo algunos estudiantes recibirán educación de calidad.

¿Quiere usted decir que habría que terminar con los liceos de excelencia? Tal como están concebidos en Chile, es decir, como establecimientos que seleccionan por rendimiento (o sea indirectamente por nivel socioeconómico), por supuesto que habría que terminar con ellos, a menos que usted quiera perpetuar la desigualdad social (cosa que hemos hecho muy bien hasta ahora). Si usted quiere elevar la “excelencia” de un establecimiento, preocúpese de que aquello sea efecto de la educación que ofrece y no de los estudiantes que recluta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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