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Impuesto saludable en la Reforma Tributaria

Maya Fernández
Por : Maya Fernández Ministra de Defensa
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Así, de manera evidente, hay costos económicos y de salud asociados al consumo de alimentos azucarados, lo que hace necesario regular su consumo mediante un impuesto correctivo y, de forma paralela, educar y realizar campañas preventivas que concienticen a la población.


La forma en que se alcanzó el acuerdo en torno a la Reforma Tributaria ha generado evidentes tensiones en nuestra coalición que debemos subsanar, pero al final del día ha constituido un avance político para el gobierno. Colocó a la derecha en una posición de apoyo tácito de una iniciativa que va contra sus principios, como es tener una estructura tributaria que aporte a la igualdad.

En este escenario, resulta importante lo que ocurra en la parte final de la tramitación de la Reforma Tributaria. No es el momento de la “cocina” sino de la transparencia. Todos los actores deben poder ser escuchados y sus opiniones consideradas. En este sentido, es importante que se reconsidere el impuesto correctivo de los alimentos azucarados; en el Protocolo de Acuerdo se grava con un 18% solamente a las bebidas de este tipo. Creemos que este impuesto debe hacerse extensivo a la totalidad de los alimentos con altas concentraciones de azúcar.

En nuestro país se vive un problema de salud pública relacionado con los hábitos alimenticios, el cual tiene un componente altamente cultural, sumado al poco acceso, por su elevado costo, a frutas, verduras, pescados y mariscos. El consumo de alimentos azucarados es un factor con una importante incidencia en este problema.

[cita]Así, de manera evidente, hay costos económicos y de salud asociados al consumo de alimentos azucarados, lo que hace necesario regular su consumo mediante un impuesto correctivo y, de forma paralela, educar y realizar campañas preventivas que concienticen a la población. [/cita]

Diversos estudios han analizado los cambios en los hábitos alimenticios de los chilenos en los últimos 20 años. Entre estos cambios destacan un consumo más frecuente de alimentos procesados, con alto contenido calórico, de grasas saturadas, azúcares y bebidas y jugos azucarados. Esto está provocando una mayor prevalencia de enfermedades como la obesidad, con sus negativos efectos para la salud de las personas.

La Organización Mundial de la Salud cataloga a la obesidad como una epidemia mundial. De acuerdo al Panorama de Salud 2013 de Informe OCDE, Chile es uno de los países con más prevalencia de obesidad en el mundo (25,1%), mayor al promedio de la prevalencia que presentan los países de la OCDE (17,6%). Se mencionan además los altos costos médicos asociados y el aumento en el riesgo de muerte.

Así, de manera evidente, hay costos económicos y de salud asociados al consumo de alimentos azucarados, lo que hace necesario regular su consumo mediante un impuesto correctivo y, de forma paralela, educar y realizar campañas preventivas que concienticen a la población.

Está claro que el azúcar no es el único componente dañino que está presente en los productos que consumimos diariamente, ya que también están el sodio y las grasas saturadas. Sin duda, también habrá que ir avanzando en gravar a estos alimentos.

Por lo tanto, es importante dar una señal política clara y contundente ahora. Por ello hemos solicitado que el impuesto a las bebidas azucaradas se haga extensivo a la totalidad de los alimentos con altas concentraciones de azúcar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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