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La libertad de elección de escuela que algunos defienden

Marcela Román C.
Por : Marcela Román C. Investigadora Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación, CIDE. U. Alberto Hurtado
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La evidencia es lapidaria y, por tanto, necesaria de conocer y asumir: las políticas que rigen y regulan nuestro actual sistema educativo no hacen sino disfrazar de libertad de elección lo que en realidad no es sino la consagración de privilegios a quienes ya los traen desde la cuna: las familias y estudiantes de los sectores de mayores ingresos y recursos de todo tipo. Así, en Chile, al igual como ocurre también en otros sistemas educativos regulados desde el mercado, la elección de escuela aparece del todo relacionada con el lugar y estatus que ocupan las familias en la estructura social.


¿Qué tanta libertad para elegir escuela tienen las familias en Chile? Curiosamente en todo el extenso y acalorado debate sobre cuánto podría llegar a afectar la eliminación de la selección de estudiantes y el copago de las familias, el derecho que tienen los padres para escoger “libremente” la escuela a la cual llevar a sus hijos, nada se ha dicho respecto de qué tan libre es la elección o sobre quiénes terminan de verdad eligiendo escuelas sobre la base de sus reales preferencias y quiénes terminan matriculando a sus hijos allí donde fueron aceptados.

¿Y si en vez de argumentos políticos y técnicos  prestamos oídos a lo que nos dicen los padres que han intentado jugar con las supuestas reglas de este sistema de mercado y escoger escuela para sus hijos y no han podido?

“Busqué por todos lados colegio y en tantos lugares donde fui me decían que no… Hasta me discriminaron, por ser mamá soltera, en un colegio supuestamente católico… Entonces llegue acá y me lo aceptaron altiro y me recibieron muy bien” (madre, escuela municipal, La Florida).

“… Yo a mi hijo lo postulé a dos colegios y no me quedó en ninguno, ¿por qué?, por falta de conocimiento, muchas mamás postularon a los niños. ¿Sabe?, el año pasado postulamos todos estos niños a varios colegios: ninguno quedó, ¿sabe?, llegaba a dar vergüenza las pruebas que dieron” (madre, escuela particular subvencionada, La Florida).

[cita]La evidencia es lapidaria y, por tanto, necesaria de conocer y asumir: las políticas que rigen y regulan nuestro actual sistema educativo no hacen sino disfrazar de libertad de elección lo que en realidad no es sino la consagración de privilegios a quienes ya los traen desde la cuna: las familias y estudiantes de los sectores de mayores ingresos y recursos de todo tipo. Así, en Chile, al igual como ocurre también en otros sistemas educativos regulados desde el mercado, la elección de escuela aparece del todo relacionada con el lugar y estatus que ocupan las familias en la estructura social.[/cita]

Estos  testimonios son similares a muchos otros recogidos en distintas investigaciones que buscan comprender el fenómeno.  Experiencias compartidas por las familias de menores recursos para quienes la elección de escuelas termina siendo un supuesto teórico, algo del todo irreal. La evidencia es lapidaria y, por tanto, necesaria de conocer y asumir: las políticas que rigen y regulan nuestro actual sistema educativo no hacen sino disfrazar de libertad de elección lo que en realidad no es sino la consagración de privilegios a quienes ya los traen desde la cuna: las familias y estudiantes de los sectores de mayores ingresos y recursos de todo tipo. Así, en Chile, al igual como ocurre también en otros sistemas educativos regulados desde el mercado, la elección de escuela aparece del todo relacionada con el lugar y estatus que ocupan las familias en la estructura social: los beneficiados/privilegiados son los padres con mayores capitales económicos, sociales y culturales, quienes utilizan la elección de manera mucho más eficiente y en relación a sus preferencias. Para los más desfavorecidos, en cambio, esta supuesta elección termina siendo más bien una negociación y acople entre sus expectativas, sus aspiraciones y el sentido de realidad que su experiencia les muestra.  Ellos ya saben de antemano qué escuelas están disponibles para ellos y sus hijos e intentan hacer su opción entre estas. Proceso que, tal como lo relatan las madres, más que elección  muchas veces termina siendo resignación. Las barreras económicas y académicas que ponen las propias escuelas, tales como el precio del copago y los mecanismos de selección, se levantan como impedimentos concretos y vivenciados por estas familias como exclusión, frustración y rechazo.

La elección de escuela es un proceso complejo y altamente sensible para los padres y estudiantes. Complejo, ya que no todas las familias valoran y esperan lo mismo de la educación y no todas están en igualdad de condiciones para elegir sobre la base de sus reales y legítimas preferencias. Sin embargo, para todas ellas en este acto de decisión o resignación se juega gran parte del presente y futuro de sus hijos. No parece justo que sólo algunos se vean privilegiados en el ejercicio de ese derecho. Tampoco es justo que sean esos mismos quienes accedan a las escuelas de mayor calidad. La trampa que instala la actual política educativa para las familias de menores ingresos y capitales sociales y culturales, es doble. Por una parte, les hace creer que pueden elegir la escuela en la cual educar a sus hijos en función de sus propias preferencias y que es ese ejercicio lo que asegurará que reciban una educación de calidad. La evidencia muestra que no ocurre ni lo uno ni lo otro.

Pero ciertamente el problema de la segregación escolar y, por ende, de la calidad no se resuelve sólo con la eliminación de la selección o el término del financiamiento compartido, aun cuando esto sin duda nivela la cancha. Al respecto, la evidencia una vez más es contundente. En sistemas con una abierta y libre elección parental, la elección de escuela termina siendo la posibilidad de elegir con quienes identificarse y de quiénes distinguirse. Algo muy distinto a una elección que priorice, apueste y valore la mixtura social, la diversidad, la inclusión y el encuentro cotidiano con el otro distinto. La democracia no se aprende como un contenido curricular más; la democracia se vive y experimenta y para ello nuestras escuelas, nuestra educación pública, deben resguardar que la trayectoria escolar de todo niño y joven transcurra en ambientes diversos, inclusivos y plurales. Espacios donde se formen ciudadanos que aprendan a convivir y construir con el otro distinto, lugares donde se respete, promueva y valore la diversidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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