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Chile piensa libre

Ramón Badillo Alarcón
Por : Ramón Badillo Alarcón Secretario General de la Fundación Sociedad Atea de Chile. Periodista de la Universidad de Concepción, Magíster en Comunicación Política de la Universidad de Chile.
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Conversaba animadamente con un amigo argentino en un congreso de librepensadores que se hizo hace casi un año en Concepción, cuando de repente mi amigo marplatense me dice “Chile, bueno, ustedes son conocidos por ser muy conservadores, che”. Y lo somos, reflexioné.

Pese a que el librepensamiento chileno tiene una larga tradición, que se remonta a los orígenes republicanos de nuestro país, el conservadurismo católico que impera desde el descubrimiento de América, sigue siendo la fuerza que domina las políticas públicas e interviene en las decisiones de nuestros gobernantes.

Independiente de este poder invisible que vienen ejerciendo en la élite económica y política, el conservadurismo ha ido perdiendo fuerza en la sociedad, en las capas medias lo ha perdido casi por completo, y en los estratos altos y bajos también pierde sustrato.

Prueba de ello fueron las cifras de la encuesta Latinobarómetro que mostraron que 1 de cada 4 chilenos no tenemos religión, manantial del conservadurismo moral.

Otro indicador es el fuerte impulso que han tenido la Fundación Sociedad Atea y la Asociación de Escépticos de Chile, ambas instituciones que promueven el librepensamiento, la duda, la curiosidad y la crítica.

Pero hace poco, otro hito me levantó aún más el ánimo. La formación de la “Asamblea de Organizaciones Librepensadoras” que agrupa y coordina a 12 instituciones a nivel nacional, y que se pusieron como desafío enfrentar la agenda nacional de cambios, en especial lo relacionado con la reforma educacional, la nueva constitución y la agenda de los movimientos sociales.

Ver que todas, o al menos la mayoría de las organizaciones librepensadoras, generaron un frente común, un bloque con el cual desafiar los paternalismos, los determinismos de conciencia, los dogmatismos, la ignorancia, la superchería y la hegemonía de estructuras de poder conservadoras y continuistas, es un orgullo.

Ser parte de este equipo humano es además un gran desafío. No es fácil motivar a tantos librepensadores a cooperar y construir en un esfuerzo colectivo una nueva sociedad, fundada en la libertad, en la diversidad y en una institucionalidad libre capaz de garantizar una democracia real y participativa.

En definitiva, un real Estado Laico, que deje de financiar instituciones religiosas, que no subvenciona adoctrinamiento dogmático en los colegios, que cobra impuestos a la iglesia católica, como los cobra a otros credos o no credos. Sin privilegios ni ventajas por creer en un dios en particular.

¿Qué objetivo puede ser más noble que la búsqueda de la igualdad de derechos civiles? Nuestro Estado tiene que modernizar su concepto de laicismo, tal como otros países OCDE, con los cuales nos gusta tanto compararnos, debemos tener un Estado neutral respecto de los credos, no un Estado que subsidia y financia credos, como sucede hoy.

Chile está recobrando su libertad de pensar, su libertad de mostrarse diverso y maduro. Es un trabajo de largo plazo y es complejo. Pero valdrá la pena decir con fuerza algún día, Chile Piensa Libre.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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