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¿Y cuándo será el momento de los Profesores/as de Chile?

Sergio Baeza Cabello
Por : Sergio Baeza Cabello Profesor de Historia y Geografía, Licenciado en Historia, Magíster © en Historia y Ciencias Sociales, Diplomado en Gobierno y Gestión Pública, Diplomado en Educación.
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Hay una carpeta en la mesa de centro, son las pruebas que me esperan, durante unas horas debo olvidar los sinsabores del estado de abandono, de indiferencia en que estamos sometidos los profesores chilenos, que se supone somos los actores que debemos llevar al aula la mentada Reforma Educacional.


El Presidente Pedro Aguirre Cerda fue electo en 1938 utilizando como eslogan la frase: “Gobernar es educar”, invirtió en la construcción de cientos de escuelas, haciendo énfasis en lo estratégica que era la educación para intentar sacar al país del atraso e industrializarlo para llevarlo al ansiado desarrollo.

Han pasado las décadas, y es mediodía de un día de semana, cientos de profesores marchamos bajo el sol, debiésemos estar en las aulas educando a los jóvenes y niños más vulnerables, pero no, estamos en las calles de varias ciudades del país. Demandas históricas, necesidades salariales, jubilaciones de miseria, jornadas extenuantes de clases y escaso tiempo para preparar la enseñanza, ausencia de una carrera docente, todos estos planeamientos no son nada nuevo, se vienen repitiendo hace más treinta años. En efecto, la dictadura provocó una merma salarial y, peor aún, el desmedro del rol social del educador.

Los gritos, las pancartas, muchas personas solidarizan con sus bocinas, seguimos adelante, mientras los sectores políticos discuten sobre los alcances de la Reforma, si se va a poder lucrar y seleccionar, discusión que ha tenido a múltiples actores, pero mantiene a los profesores alejados de este proceso fundamental.

Mientras muchos docentes marchan, otros tantos siguen en sus aulas, son aquellos que se desempeñan en el sector privado y subvencionado, quienes, de plegarse a una jornada de paralización, se arriesgarían probablemente a ser despedidos. Esto divide y debilita al movimiento de profesores, y un actor social en desventaja tiene menos posibilidades de obtener avances en sus exigencias.

[cita] Hay una carpeta en la mesa de centro, son las pruebas que me esperan, durante unas horas debo olvidar los sinsabores del estado de abandono, de indiferencia en que estamos sometidos los profesores chilenos, que se supone somos los actores que debemos llevar al aula la mentada Reforma Educacional. [/cita]

La sociedad nos exige a los docentes que eduquemos con calidad, que no sólo generemos aprendizajes cognitivos, sino además fortalecer los principios valóricos de nuestros alumnos, y cada problema social, a saber, drogadicción, alcoholismo, embarazo precoz, acoso escolar, agresividad, discriminación, obesidad infantil, por nombrar a los más relevantes, son endosables a nuestra responsabilidad, pues siempre las autoridades y especialistas terminan apuntando a que la obligación de prevenir estas problemáticas empieza por los mismos de siempre, los profesores.

Lo anterior podría ser concebible, siempre y cuando los docentes tuviésemos el tiempo y las herramientas adecuadas para poder abordar a estas temáticas.

La marcha está por llegar a su término, el sol y el cansancio se sienten, las consignas se reiteran, pero ¿sabrán las personas, los apoderados, el trabajo y las necesidades que tenemos los docentes? De partida miles de docentes trabajamos en dos y hasta tres establecimientos educacionales, sí, seguimos siendo los llamados “profesores taxis”, miles de nosotros estamos contractualmente a contrata, esto es, contratos a plazo fijo (terminan en febrero del año siguiente y si se reanudan es por un año más), situación que puede persistir por años, y si bien los profesores de colegios privados pasan a contrato indefinido al tercer año, sucede que muchos de estos establecimientos despiden a los docentes al término del segundo año.

Los profesores carecemos de tiempo para las tareas pedagógicas, muchas críticas hay respecto a la calidad de la enseñanza, pero debiesen considerar que un profesor de treinta horas cronológicas, termina realizando 28, 29 o 30 horas de clases pedagógicas y parte del tiempo libre (7 horas), debe ser dedicado a Consejo de Profesores, Atención y Reuniones de Apoderados, entre otros deberes igualmente significativos, entonces a qué hora se planifica, en qué momento se preparan los materiales didácticos, en qué instante se corrigen los instrumentos de evaluación, por nombrar algunos quehaceres pedagógicos.

Los profesores debemos estudiar en forma permanente, actualizarnos, reflexionar sobre nuestras prácticas de aula, leer, adquirir libros especializados, y la pregunta es ¿en qué tiempo y con qué recursos?

La marcha termina, un discurso final, los consabidos aplausos y la convocatoria para el día siguiente. En el trayecto hacia el hogar, paso por el frontis del liceo, que se encuentra extrañamente silencioso, este día no hubo clases, los alumnos se quedaron en sus casas y si bien para ellos puede ser una buena noticia, no imaginan lo perjudicado de su situación, al fin y al cabo, para variar la sociedad es desigual, mientras los hijos de las familias con recursos siguen en sus aulas atendidos por sus profesores que deben esconder sus legítimas reivindicaciones, los hijos de las familias más humildes y pobres se quedan sin clases pues sus profesores deben salir a las calles para presionar al gobierno de turno y obligarlo a atender sus planteamientos.

Pienso en todo esto al llegar a casa, los canales no informan nada de las marchas docentes ni del paro, las radios tampoco, lo que provoca desazón y molestia, pues es más importante una declaración del futbolista de moda, o el último look de la farandulera del momento, que las necesidades docentes.

Hay una carpeta en la mesa de centro, son las pruebas que me esperan, durante unas horas debo olvidar los sinsabores del estado de abandono, de indiferencia en que estamos sometidos los profesores chilenos, que se supone somos los actores que debemos llevar al aula la mentada Reforma Educacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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