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Breve reflexión acerca del poder

Francisco Olea Lagos
Por : Francisco Olea Lagos Ex concejal socialista
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En un mundo global y en nuestras vidas, los conflictos y tensiones no desaparecen, ni se cierran, sino más bien se detienen transitoriamente, al calor o enfriamiento de acuerdos temporales y contratos que son materializados a través de algunas instituciones. Los ejemplos abundan.


El poder es un proceso vital en las sociedades. Además, se configura y perfila en valores e instituciones a diversas escalas y esferas de la vida. Este proceso -de naturaleza relacional- permite generar las condiciones para incidir en la toma de decisiones y en otros actores y sujetos.

En términos generales, dos mecanismos de estructuración del poder han sido reseñados en las teorías y ciencias del poder: la violencia y el discurso. Sin embargo, en materia de asuntos públicos, este proceso tiende a estabilizarse a través de la legitimación.

Sin lugar a dudas a fines del siglo XX, y luego de fallidas y trágicas experiencias históricas, el poder se expresó e implementó a través de la democracia constitucional y sus diversos procedimientos. Si bien esta definición es muy general, no es menos cierto que nos permite poner el foco en las cuestiones centrales del debate en curso en el llamado nuevo ciclo.

Entonces, desde el triunfo del segundo mandato de la Presidenta Michelle Bachelet, la batalla del poder está y estará presente en las principales disputas y planteamientos relacionados con las actuales reformas diseñadas y puestas en movimiento desde el programa de gobierno.

Más allá de un análisis abstracto, cada batalla política se transforma en un instante de intensidad, y no es más que un eco del poder en disputa. Léase, desde la llamada oposición, disidencia o declaraciones y planteamientos de algunas personalidades en el escenario nacional e internacional.

Desde esta óptica conviene apreciar que los diversos excesos, el ruidoso planteamiento a favor o en contra de algunas de las reformas o acápites de éstas, o de las propias autoridades o liderazgos, son expresión de posiciones y jugadas en el tablero del poder. Así, las tensiones de los últimos 8 meses han evidenciado cierto desenfreno de diversos actores producto de los cambios en curso y esencialmente de la pérdida de poder, influencias o cercanías, expresando también el contra-poder.

Por otra parte, es necesario tener en la retina del análisis que las sociedades en sí no son comunidades que comparten necesariamente visiones y proyectos, son más bien ciertas esferas contradictorias, que nacen a la luz de conflictos, diálogos y, muchas veces, negociaciones ásperas entre un amplio repertorio de intereses y sujetos.

En un mundo global y en nuestras vidas, los conflictos y tensiones no desaparecen, ni se cierran, sino más bien se detienen transitoriamente, al calor o enfriamiento de acuerdos temporales y contratos que son materializados a través de algunas instituciones. Los ejemplos abundan.

Hoy en los umbrales del siglo XXI, el poder no está radicado exclusivamente en una esfera institucional concreta (gobierno, parlamento, partidos políticos), sino que está en múltiples lugares, repartido en todas las dimensiones de la acción humana (empresarios, medios de comunicación, redes sociales, jóvenes, comunidades, entre otros).

Así entonces, en el nuevo ciclo el poder en disputa es producto de las reformas en curso y se establecerá como un campo más bien relacional, algo así como “la danza del poder”. Mientras que la llamada dominación se mantendrá más bien en un campo institucional.

Finalmente, como recordó W. Benjamín: “El hombre no es una bestia de carga, es también una bestia de reflexión, de placer, de voluptuosidad, de mediación, de atonía, de olvido, de despertar”…pero también de poder.

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