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Finlandia Opinión

Finlandia

La siguiente es una columna firmada por Giorgio Jackson, Camila Vallejo, Mario Venegas, Fulvio Rossi, Rafael Carrasco, José Palacios, Beatrice Ávalos y Patricio Sanhueza, todos miembros de la comitiva que viajó al país nórdico junto al ministro de Educación, para conocer in situ uno de los sistemas educacionales más exitosos del mundo.


No somos Finlandia, claro está, y no creemos que haya alguien en Chile que quiera o pretenda reemplazar nuestro país por algún otro. Pero dicha identidad y sentido de pertenencia no debe confundirse con un orgullo ciego que nos impida reconocer nuestros problemas y poder mirar las experiencias exitosas que otros países del mundo han realizado para resolver desafíos similares.

¿Cómo  podemos interpretar los logros exitosos del sistema educacional en Finlandia? Quizás el objetivo de establecer modelos de desarrollo que permitan construir sociedades más democráticas, inclusivas, justas y ricas material y culturalmente, pueda tomarse como un  desafío común para nuestras sociedades independientemente de sus realidades, historias e idiosincrasias diversas. Porque ese fue el principal objetivo con el cual se construyó el actual sistema educativo Finlandés.

El famoso “modelo finlandés” no tiene una receta mágica. Lo que sí tiene es coherencia entre los principios que la rigen y las cosas que llevan a la práctica.  A continuación, luego de una visita facilitada por la Embajada de Chile en Finlandia, nos gustaría enunciar algunos aprendizajes de la experiencia, que esperamos puedan servir como pistas para enriquecer nuestro debate sobre educación.

[cita] Ponen un énfasis muy grande en la inclusión, acompañando a los niños que tienen más dificultades en el aprendizaje de una asignatura u otra, evitando separarlos de sus compañeros. No existe para ellos el concepto de liceos “emblemáticos” o “bicentenario”, porque consideran que la inclusión potencia los procesos de aprendizaje más que dificultarlos. Y lo logran. La diferencia en resultados entre el establecimiento con mejores resultados y aquel que tiene peores es de apenas un ¡5%![/cita]

1.- INCLUSIÓN Y EQUIDAD:

En la década del 60, Finlandia era un país pobre dentro del contexto europeo, azotado por los efectos de la dominación extranjera, una guerra civil y la Segunda Guerra Mundial. En ese contexto tomaron la decisión de apostar por la educación como clave para su desarrollo. Potenciar al máximo los talentos, eliminando toda excusa para dejar a alguien atrás: “Mientras más talentos, más innovación, más progreso”.

Por eso pusieron y ponen un énfasis muy grande en la inclusión, acompañando a los niños que tienen más dificultades en el aprendizaje de una asignatura u otra, evitando separarlos de sus compañeros. No existe para ellos el concepto de liceos “emblemáticos” o “bicentenario”, porque consideran que la inclusión potencia los procesos de aprendizaje más que dificultarlos. Y lo logran. La diferencia en resultados entre el establecimiento con mejores resultados y aquel que tiene peores es de apenas un ¡5%! Además, han adoptado una política que no permite “callejones sin salida”, dotando al sistema educacional de una articulación y flexibilidad suficiente para que cada estudiante logre tener oportunidades para desarrollar sus talentos y habilidades, desde la educación inicial hasta la educación superior. Todo lo anterior, es provisto a través de un sistema público que no cobra ninguna matrícula ni mensualidad a nadie, sino que se financia con cargo a los impuestos. Además, no tratan de entregar vouchers en un mercado educativo, sino que se encargan de financiar las escuelas según sus necesidades.

2.-INTEGRALIDAD, NO ESTANDARIZACIÓN:

En Finlandia entendieron que el objetivo de la educación no es que algunos niños logren sacar altos puntajes en pruebas estandarizadas, como el SIMCE o la PSU, sino permitir que cada estudiante se desarrolle integralmente al máximo. Cada día tiene su afán, cada día se puede mejorar en un proceso continuo y, por lo tanto, no se requiere de instrumentos estandarizados para medir, evaluar y controlar la calidad de la educación.

No es que en Finlandia no se realicen evaluaciones. De hecho, utilizan pruebas estandarizadas muestrales para tener una idea de cómo avanza el país en su conjunto. Pero no las utilizan como indicadores de mercado (los resultados no son públicos) y no deducen de estos resultados consecuencias negativas para docentes o escuelas.

Esto libera a los profesores y directores de la necesidad de enfocarse casi exclusivamente en preparar esas evaluaciones. Por el contrario, tienen contenidos mínimos mucho más livianos que los que tenemos acá en Chile (¡el Director de Educación de la OECD dice que en Chile exigimos 40 veces más contenido que en Finlandia!) y los profesores tienen libertad para ir adaptando el proceso formativo a las necesidades de sus estudiantes. Esto implica, evidentemente, condiciones adecuadas para que los profesores y profesoras conduzcan este proceso, como buenas remuneraciones, reducidas jornadas laborales y suficientes horas no lectivas para evaluar y preparar las clases día a día.

Todo esto contribuye a lo que los finlandeses entienden por buena educación: el aprendizaje de habilidades sociales, de autoestima y autonomía, de autocuidado y de ciudadanía y no sólo el nivel alcanzado en pruebas de matemáticas u otras materias similares.

3.- CONFIANZA:

El elemento que probablemente más nos sorprendió fue el de la confianza que existía entre todos los actores del sistema. A veces pecamos de intentar controlar y regular lo más posible lo que sucede dentro de la sala de clases, con la intención de garantizar calidad y justicia para todos. Pero en Finlandia se enfrenta el desafío desde otra perspectiva. Los directores son profesores con experiencia y capacidad para enfrentar las demandas de la enseñanza y el aprendizaje, sin necesidad de inspectores estatales que fiscalicen su trabajo. A los profesores se les da la mejor formación durante la carrera (una carrera larga y selectiva que exige un magíster), pero no se les hacen pruebas finales que los “habiliten”, pues no entregan  su formación al mercado. Los establecimientos elaboran con los padres y con los niños los planes personalizados, en los cuales cada uno tiene responsabilidades y se confía en su cumplimiento. También se confía en que los gobiernos no darán marcha atrás en lo avanzado como sociedad en pos de un proyecto cortoplacista.

Pudimos observar y escuchar de primera fuente cómo se vivió un proceso de estas magnitudes. Las respuestas que nos entregaron coincidían de manera sorprendente: no fue fácil, hubo en un comienzo oposición por parte del ala conservadora del país, temores y suspicacias, pero la convicción de una mayoría de que la educación debía ser una herramienta para que cada uno de los finlandeses pudiese desarrollarse y aportar  a la sociedad, permitió avanzar en  una reforma estructural a su sistema. Hoy, tras décadas de persistencia en políticas de largo plazo, esa educación pública, gratuita, de excelencia e inclusiva, junto a los principios de equidad y de confianza, son patrimonio de todo el pueblo finlandés. ¿Por qué nos cuesta tanto decidirnos a avanzar en la construcción de un sistema educacional orientado por  esos mismos principios?

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