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La movilización de los profesores: la dignidad docente está en el centro

Darío Vásquez
Por : Darío Vásquez Secretario General Colegio de Profesores de Chile Fuerza Social y Democrática
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La ira del profesor se explica por la conducta egoísta y maltratadora que han tenido las autoridades en todo este lapso postdictadura, las que se han negado sistemáticamente a, por una parte, resolver los agudos problemas de arrastre que vienen desde hace más de treinta años, y, por otra, que no se haya contemplado en todo el lapso las opiniones docentes con relación a carrera profesional y fortalecimiento y recuperación de la educación pública.


El sistema ha instalado una predisposición para mirar con desconfianza y desprecio al docente. Y esa idea ha prevalecido durante el tiempo de la transición y, en los hechos, ha avalado el prejuicio con que el sistema político ha considerado al educador chileno.

Y ese prejuicio se ha encarnado en las políticas que se han impulsado no sólo con relación a los educadores, sino a su nicho sospechoso, como ha sido la educación pública.

Y desde entonces y, curiosamente, para el que haya tenido alguna responsabilidad en el tema, ha adjudicado a los maestros todos los males que afectan a la educación.

Ese criterio de adjudicar a la profesión docente el estado de postración en que está la educación pública y el retroceso en calidad que significó el aumento explosivo del sector particular, solo ha encubierto el efecto más pernicioso de la implementación de la educación como una actividad económica más: el cierre de más de quinientos colegios fiscales y la instauración de un sistema educacional que segrega y que no apunta a formar personas.

La crisis que hoy detona en el sistema escolar está íntimamente asociada a la irrupción neoliberal en esta área.

[cita]La ira del profesor se explica por la conducta egoísta y maltratadora que han tenido las autoridades en todo este lapso postdictadura, las que se han negado sistemáticamente a, por una parte, resolver los agudos problemas de arrastre que vienen desde hace más de treinta años, y, por otra, que no se haya contemplado en todo el lapso las opiniones docentes con relación a carrera profesional y fortalecimiento y recuperación de la educación pública.[/cita]

El vía crucis que hoy padece la mayor parte de los profesores en sus trabajos, y que explica la explosión de rabia contenida que se ha hecho sentir superando la capacidad de maniobra y conducción de la coalición que dirige el Gremio, Nueva Mayoría más Renovación Nacional, tiene en esos antecedentes una explicación valedera.

La ira del profesor se explica por la conducta egoísta y maltratadora que han tenido las autoridades en todo este lapso postdictadura, las que se han negado sistemáticamente a, por una parte, resolver los agudos problemas de arrastre que vienen desde hace más de treinta años, y, por otra, que no se haya contemplado en todo el lapso las opiniones docentes con relación a carrera profesional y fortalecimiento y recuperación de la educación pública.

La nuestra ha sido una crítica fundada. Nace de la experiencia de haber sido testigos de la caída de un sistema que no era perfecto ni mucho menos, pero guardaba un espíritu democrático que se perdió, irremediablemente, cuando pasó a ser un negocio más.

Y nuestras peticiones de justicia y reparación por lo que se nos debe, no ha sido sino sobre lo justo. Es, más que pesos, dignidad.

Así, la Deuda Histórica que afecta a más de cincuenta mil profesores y que en los hechos ha significado una trágica disminución de sus ya menguadas pensiones, ha sido sistemáticamente obviada por la autoridad política, a pesar de reconocer su existencia y gravedad. Cerca de veinte mil profesores afectados por esta injusticia ya han muerto.

El agobio laboral docente, una verdadera sumisión a la que es obligado el profesor, ha hecho de la labor del profesor, un vía crucis diario que no le permite una vida familiar normal, y lo castiga con una carga laboral que debe continuar en su casa, quitándole horas al descanso y a su familia.

La autoridad ni siquiera considera que, según la OCDE, el profesor chileno sea el que más trabaja de todos los países miembros de ese club. Y el que menos gana.

La profesión docente se ha transformado en una labor castigada por múltiples flancos. A una baja en la consideración social de su importancia, se suman la extensa y pesada jornada en medio de un agobio que no tiene parangón en otra profesión, y a eso se suman las deudas que mantiene el Estado en su eterno regatear mejoras por parte de los sucesivos gobiernos.

Hace algunas semanas el ministro Nicolás Eyzaguirre visitó Dinamarca para ver en terreno las condiciones en que ahí se desarrolla el sistema educacional. Hasta ahora no se sabe qué le habrá parecido el modo en que se desarrolla la profesión docente en ese país. Ojalá lo hiciera saber.

Así, sabremos que en Finlandia la profesión docente es una de las más respetadas, prestigiadas y bien pagadas de las que existen, cuyo aspecto más relevante es la gran valoración social de la que gozan y es, además, la más solicitada por los estudiantes.

No vale la pena ahondar mas en el ejemplo que quiso conocer el ministro Eyzaguirre.

La dramática comparación no resiste el más mínimo análisis.

Y en esos aspectos es donde los profesores de Chile han puesto su mayor énfasis. Por eso su lucha la plantean hasta que la dignidad sea una costumbre. Por eso nuestro interés en que se pongan en discusión aspectos cruciales de la formación y desarrollo docente.

Lo que sucede en los colegios en paro y en las calles por las que marchan los profesores indignados y decididos, tiene que ver con estos temas que aluden al respeto, a la dignidad y valoración docente.

Y esos aspectos no tienen entre las autoridades del Ministerio una cabal comprensión. Por eso desde el primer día hemos apoyado sin ninguna aprensión ni duda la movilización de los profesores que se levantan desde la base y remueven los cimientos de nuestro gremio y de la sociedad chilena.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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