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Ena, Moreira, Velasco: juzgue usted

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El problema de fondo, por lo tanto, no es tanto el carácter de Von Baer, Silva o Moreira. El problema de fondo es que ellos pertenecen a una cultura política que va a premiar, siempre, el éxito individual por sobre el progreso colectivo. Seguir enfocados en las errores individuales de estas personas es, por lo tanto, perder de vista que el gran problema aquí es mucho mayor y tiene relación con los principios, los valores y los incentivos que la UDI tiene incorporados en su ADN.


Querer juzgar éticamente a Ena von Baer, Iván Moreira, Andrés Velasco y cualquier otro personero involucrado en el caso Penta es tentador. Esto es entendible (y puede ser políticamente expedito), pero, sin embargo, conviene hacer esfuerzos por resistirlo (al menos inicialmente). Esto se debe a que si el análisis se reduce a la crítica de las conductas individuales, se pierde de vista la crítica más general y sistémica que corresponde hacer.

Una de las maneras más efectivas que existen para defender, cuidar y proteger estructuras sociales es la de asignar las fallas y errores que ocurren dentro del sistema a las carencias de los individuos. De esta manera, cuando algo anda mal, el problema se le asigna al actuar particular de un individuo, nunca al ecosistema en el cual se encuentra inserto el individuo. Es decir, basta un castigo o una reprimenda puntual pero la estructura queda incólume.

[cita]El problema de fondo, por lo tanto, no es tanto el carácter de Von Baer, Silva o Moreira. El problema de fondo es que ellos pertenecen a una cultura política que va a premiar, siempre, el éxito individual por sobre el progreso colectivo. Seguir enfocados en las errores individuales de estas personas es, por lo tanto, perder de vista que el gran problema aquí es mucho mayor y tiene relación con los principios, los valores y los incentivos que la UDI tiene incorporados en su ADN.[/cita]

No quiero decir con esto que la responsabilidad individual es irrelevante. Al contrario. De hecho, echarles la culpa a otros por los propios errores cometidos es una muestra de cobardía intelectual. En este caso la senadora Von Baer, el senador Moreira y el señor Velasco tienen que asumir sus responsabilidades (y no sólo en palabras, sino en hechos concretos; por ejemplo, los parlamentarios involucrados debiesen renunciar a sus cargos). Sin embargo, las personas no somos islas solitarias y los sistemas nunca son neutros o inocuos. Es parte del ejercicio crítico el estar constantemente mirando, evaluando y cuestionando la sociedad y las estructuras de las cuales formamos parte. En esta vena, es necesario darse cuenta que los sistemas siempre inducen, promueven, premian y castigan conductas. Lo que es valioso, los éxitos y fracasos se determinan, en gran parte, socialmente. Y se hace premiando y reconociendo o castigando y menospreciando a las personas, según sea el caso.

Entonces, en un sistema donde todos los incentivos están predispuestos en ganar, en establecer nexos y redes y en mimetizarse con el poder económico, es casi inevitable concluir que las personas que se mueven dentro de ese sistema terminarán, tarde o temprano, haciendo todo lo posible por ganar, y estableciendo nexos con los poderes económicos.

Esto es especialmente evidente en la derecha chilena, particularmente en la UDI. Cuando uno es militante de un partido político que, doctrinariamente, cree en la competencia, en el individualismo, en la supremacía del mercado, en la minimización de las regulaciones y en la exaltación del éxito personal es casi inevitable (hago énfasis en el “casi”) que esas personas van a hacer todo lo posible por alcanzar el éxito a toda costa. Aunque eso signifique burlar las pocas regulaciones que existen y cometer “irregularidades” como emitir boletas falsas. Después de todo, si en la UDI no creen en las regulaciones, ¿con cuánta convicción se van a apegar a las pocas regulaciones que ya existen?

El problema de fondo, por lo tanto, no es tanto el carácter de Von Baer, Silva o Moreira. El problema de fondo es que ellos pertenecen a una cultura política que va a premiar, siempre, el éxito individual por sobre el progreso colectivo. Seguir enfocados en las errores individuales de estas personas es, por lo tanto, perder de vista que el gran problema aquí es mucho mayor y tiene relación con los principios, los valores y los incentivos que la UDI tiene incorporados en su ADN.

En lo inmediato, entonces, los parlamentarios involucrados debieran dejar de ejercer sus funciones. Aunque ellos no son los únicos culpables de la situación en la que se encuentran, en última instancia las culpas son siempre individuales. Por eso, que continúen  en sus cargos es escandaloso y se explicaría básicamente por el sentido de superioridad que estos parlamentarios probablemente sienten. Sin embargo, en última instancia, lo realmente lamentable sería que los votantes en las próximas elecciones volviesen a votar por estas mismas personas o por cualquier militante de la UDI. Juzgue usted.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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