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Pobreza: ni mezquinos ni borrachos

Juan Cristóbal Beytía
Por : Juan Cristóbal Beytía Capellán TECHO-Chile
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Preocupa la desigualdad. Preocupa porque la evidencia muestra que los países más desiguales crecen más lento. Si esto se tratara exclusivamente de crecimiento económico, los economistas y los políticos debieran preocuparse por la desigualdad de una buena vez. Pero no es sólo el tema económico, también hay un asunto moral en el fondo, de una sociedad que se ha tragado el paradigma competitivo como si fuera una religión.


La reducción de la pobreza en nuestro país, utilizando metodologías comparables, es una noticia excelente. En términos concretos, significa que muchísimas personas hoy están en una situación que les permite vivir más dignamente que hace 3 o 5 años. Es bueno por donde se le mire y no hay que ser mezquinos con las celebraciones.

Sin embargo, no vamos a caer en la ilusa borrachera de pensar que el trabajo ya está hecho, ni mucho menos creer que esto es para siempre. La pregunta que tenemos que hacer tiene que ver con cuán sostenible es esta reducción en la pobreza. Muchas familias que han salido de esa situación temen, y con razón, volver a caer en pobreza.

Para responder esto es de capital importancia analizar las causas de esta mejora sin simplificaciones. Es muy cierto que el crecimiento económico es fundamental, pero no cualquier crecimiento, porque tener más plata hoy no asegura capacidad para seguir generándola en el futuro: hay que invertirla bien. La pregunta fundamental es si este crecimiento genera capacidad en las personas para desarrollarse con autonomía en el futuro. Es esencial contar con una buena salud, que es el punto de partida básico y condición de todo lo demás. Pero, sobre todo, es necesaria una buena salud preventiva, que evite la enfermedad. Es esencial contar con trabajo, pero no cualquier empleo genera capacidad. Es esencial contar con una buena vivienda por razones de dignidad, porque facilita las relaciones humanas y el buen ambiente para el desarrollo de los niños. Es clave la buena educación, la que forma no sólo en erudición o técnica, sino que desarrolla la creatividad, la inteligencia emocional y la buena convivencia social donde nos podemos reconocer entre todos como iguales.

[cita] Preocupa la desigualdad. Preocupa porque la evidencia muestra que los países más desiguales crecen más lento. Si esto se tratara exclusivamente de crecimiento económico, los economistas y los políticos debieran preocuparse por la desigualdad de una buena vez. Pero no es sólo el tema económico, también hay un asunto moral en el fondo, de una sociedad que se ha tragado el paradigma competitivo como si fuera una religión.[/cita]

Como se ve, el desarrollo no es un asunto de dinero solamente, sino de generación de capacidad y desarrollo humano de las personas y sus comunidades. Esa es la única manera de que nuestra sociedad tenga futuro humanamente sustentable.

Preocupa la desigualdad. Preocupa porque la evidencia muestra que los países más desiguales crecen más lento. Si esto se tratara exclusivamente de crecimiento económico, los economistas y los políticos debieran preocuparse por la desigualdad de una buena vez. Pero no es sólo el tema económico, también hay un asunto moral en el fondo, de una sociedad que se ha tragado el paradigma competitivo como si fuera una religión. Se olvida que toda competencia deja vencidos, con la fragmentación que eso genera, y que el modelo del juego no sirve para todo porque “hay cosas con las que no se juega”, de manera literal.

Finalmente, comparto una preocupación desde la experiencia de TECHO-Chile. Baja la pobreza y los campamentos aumentan. En Antofagasta subieron en un año de 17 a los 25 actuales. ¿La causa es la migración? Sí, pero no sólo de extranjeros. Por otro lado, en San Bernardo el 2012 se funda el campamento Santa Teresa; por esa época también nace Villa La Pampa en la comuna de Pozo Almonte; se crea la Villa Las Estrellas en la Región de Atacama y en Osorno semanalmente llegan nuevas familias a campamentos en Rahue Alto. En Valparaíso y Viña contamos con campamentos con 16 años de antigüedad, en Valdivia hay otros con 25 años, mientras que en Santiago algunos permanecen por más de 30 años.

Podría ser que algunos de sus habitantes no sean pobres según ingresos. En este aspecto la medición multidimensional es un aporte clave, dado que nos permite relevar esa situación y, en consecuencia, atenderla. También es cierto que el déficit habitacional que tienen 400.000 familias actualmente, en algunos casos, se va manifestando en campamentos. El caso es que hoy, a pesar de las cifras alentadoras, para algunas familias seguir como están no es sostenible y no hay otra opción que ir a vivir a un campamento.

No seamos mezquinos con la celebración y alegrémonos con lo que esta disminución significa para muchos. Pero no nos emborrachemos, de modo que dejemos de atender a las familias que faltan, y lograr que salir de la pobreza sea sostenible en el tiempo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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