Señor Director:
Hoy, al igual que siempre, en nuestro querido Chile, el humor retoma la línea que lo hizo conocido, cómo el modo de exteriorizar o expresar su malestar, sin por ello ser sancionado, castigado o despedidos de su lugar de trabajo; y todos aquellos que nos reímos y sentimos agrado, porque al fin alguien (un humorista), dice las cosas por su nombre, nos representa y puede, aunque sea por un instante, plantearse frente a los abusos, la ignominia y la pedantería de los diferentes poderes que controlan nuestra sociedad.
Con nuestra risa agradeceremos, tal vez de manera silente y cómplice, pero en el fondo será quizás esta, la única forma de poder expresarnos frente a lo que nos rodea, enardece, encabrita y golpea en la fe ciudadana, que parece perdida frente a tantos conflictos de intereses que se dan en la sociedad chilena: la política, los poderes económicos, la religión, el poder judicial, las farmacias, y todo aquello que se construye en torno a la rentabilidad mezquina. Todo eso que entiende la igualdad y el acceso, como una posibilidad adscrita sólo a un número de ciudadanos, afectando a la mayoría de cada uno de los que caminamos día a día, sin poder intervenir o cambiar las cosas, porque no estamos dentro de ese club selecto, o subsistema de los beneficios que al parecer no conocen del pudor y la idea bien común.
Puede que a través de estas palabras, deba agradecer a todos los que ejercen el oficio o profesión de humorista, ya que la sociedad chilena en su conjunto, puede reírse en vez de llorar sobre las cosas que la aquejan, porque ellos utilizan la tribuna que otorgan los medios de comunicación masivo, los mismos que en su diferentes parrillas programáticas no desarrollan estos temas, porque en ocasiones, están al servicio de los mismos poderes que deambulan entre luces y sombras, que controlan o censuran, que ejercen presión o cambian el sentido de la atención en torno a temas y situaciones, que acallan el debate, la expresión libre y soberana, dejando de lado la expresión ciudadana, para decirnos que ver, suponer o escuchar.
Reitero mis agradecimientos a este gremio, que a través de su arte nos permite mirarnos, cuestionarnos de algún modo y pensar quizás, que si bien aquello que señalan es terrible como expresión de relaciones sociales, tal vez dicho de manera divertida, la rabia y violencia social que pueda incubarse, se transforme en risa sanadora, permitiéndonos de este modo entender, que dentro de las aspiraciones de una sociedad mejor, no estamos solos, no hemos perdido la capacidad de asombro, y pensamos que las cosas se pueden hacer y dar de mejor forma en el futuro, porque a través de esta risa, sabemos qué cosas no debemos hacer, permitir y tolerar por parte de aquellos que sienten estar por sobre el poder social, y que las cosas no continúen por el mismo camino.
Carlos Livacic
Dr. en Sociología Universidad San Sebastián