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Detrás de un aborto

Yasmin Gray
Por : Yasmin Gray Abogada, Universidad del Desarrollo
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El aborto es un acto antinatura, y no sólo eso: se ha demostrado en numerosos estudios científicos los efectos nocivos que esta práctica tiene en la salud física y mental de las mujeres. La solución que se proponga a situaciones de embarazos vulnerables no debe ser eliminar a esos niños que vienen en camino, sino que construir un ambiente más amable y acogedor para esas mujeres que, con justa razón, sienten la noticia de un embarazo como una bomba atómica y no como la alegría que debería ser.


El aborto es, sin duda, uno de los temas que más polémica levanta en la opinión pública. Y es de esperar que, en un país como Chile, donde no está regulado y en estos momentos se pretende cambiar dicha situación mediante un proyecto de ley, el tema dé para debates intensos.

Sin embargo, más allá de todas las consideraciones morales y filosóficas al respecto, es curioso constatar que entre quienes defienden con fuerza las posturas a favor y en contra, muy pocos han expresado siquiera conocer qué hay detrás de la gran mayoría de los casos de aborto, quedándose, quienes están a favor de la legalización de éste, en los “derechos de la mujer” y, quienes están en contra, en el “derecho a la vida”, lo que sin duda evidencia un conocimiento superficial del tema.

[cita] El aborto es un acto antinatura, y no sólo eso: se ha demostrado en numerosos estudios científicos los efectos nocivos que esta práctica tiene en la salud física y mental de las mujeres. La solución que se proponga a situaciones de embarazos vulnerables no debe ser eliminar a esos niños que vienen en camino, sino que construir un ambiente más amable y acogedor para esas mujeres que, con justa razón, sienten la noticia de un embarazo como una bomba atómica y no como la alegría que debería ser.[/cita]

Para que un aborto llegue a practicarse, necesariamente en forma previa a éste existió un embarazo no planificado, muy probablemente frente al cual la reacción del entorno que rodeaba a la mujer no fue la mejor. Quizás su pareja (si la había) no tenía contemplado bajo ningún motivo convertirse en padre y la indujo a hacerse el aborto, o simplemente desapareció del mapa. Quizás su familia, en lugar de acogerla a ella y a su hijo, rechazó por completo la idea de recibir a un nuevo integrante, justificándose con el qué dirán o con la situación económica, y chantajeándola emocional y financieramente para terminar el embarazo. O se vio invadida por el miedo: el miedo de no poder seguir estudios y desarrollarse a futuro, de ser discriminada en el mundo laboral o al rechazo de un entorno conservador. Y si ese hijo fue producto de una relación forzada, simplemente prevaleció el temor a la estigmatización y el poco o nulo apoyo recibido frente al vejamen. Pero todos esos motivos, no hacen más que validar a un ambiente egoísta, machista e inhumano, según el cual esa nueva vida gestada es un “problema” que debe desaparecer. Y estas actitudes frente a una maternidad inesperada, es algo que se repite constantemente en Chile, afectando a embarazadas de todas las edades y condiciones socioeconómicas, quienes, sin duda, cargarán de por vida con los recuerdos no sólo del aborto, sino también de cómo fueron tratadas al revelar que serían madres.

Todo lo nombrado anteriormente como factores que anteceden a un aborto, es evitable. Puede leerse ilusorio, pero todo esto es evitable en la medida que la sociedad comprenda que una vida en construcción en ningún caso es una amenaza, una agresión o una merma económica: es parte del curso natural de la existencia por la cual estamos llamados a reproducirnos, independientemente de las circunstancias que rodearon su concepción. Por ende, el aborto es un acto antinatura, y no sólo eso: se ha demostrado en numerosos estudios científicos los efectos nocivos que esta práctica tiene en la salud física y mental de las mujeres. La solución que se proponga a situaciones de embarazos vulnerables no debe ser eliminar a esos niños que vienen en camino, sino que construir un ambiente más amable y acogedor para esas mujeres que, con justa razón, sienten la noticia de un embarazo como una bomba atómica y no como la alegría que debería ser. Parejas menos machistas, familias más comprensivas, universidades, colegios y empleadores más inclusivos y menos calculadores, sin duda harían que muchas mujeres con maternidad en conflicto descartaran la idea de optar por una solución que no sólo eliminaría a un ser humano, sino que también marcaría sus vidas de forma nefasta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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