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El bloque del orden ya tiene sus partidos: del PC a la UDI Opinión

El bloque del orden ya tiene sus partidos: del PC a la UDI

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Pedro Santander
Por : Pedro Santander Director Deep PUCV
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Sorprende porque son escasísimas las oportunidades históricas en que podemos ver militarismo de derechas (cercano al fascismo) y marxismo poniéndose de acuerdo y suscribiendo públicamente un mismo documento. Viene a la memoria el Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939, cuando Stalin y Hitler convienen un tratado de no agresión que descolocó a buena parte de la izquierda mundial.


No obstante la abrumadora falta de credibilidad y el escaso atractivo que los partidos tienen hoy ante la ciudadanía, vale la pena detenerse un minuto en la “Declaración Conjunta sobre Probidad y Transparencia” firmada pocos días atrás por los principales partidos políticos chilenos.

Lo primero que llama poderosamente la atención es ver en un mismo documento firmas que van desde la UDI al Partido Comunista. Sorprende porque son escasísimas las oportunidades históricas en que podemos ver militarismo de derechas (cercano al fascismo) y marxismo orgánico poniéndose de acuerdo y suscribiendo públicamente un mismo documento. Viene a la memoria el Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939, cuando Stalin y Hitler convienen un tratado de no agresión que descolocó a buena parte de la izquierda mundial. Guardando las proporciones, es probable que este acuerdo chilensis pueda ser leído en clave similar: pacto de no agresión entre actores aparentemente antagónicos que, colocados por las circunstancias ante un momento estratégicamente crítico, reconocen tácticamente sus mínimos comunes ante la opinión pública. En este contexto detienen su habitual antagonismo para concentrarse en cuidar las posiciones de poder alcanzadas, frente un tiempo incierto e interpretado por los mismos actores que suscriben la Declaración como “crisis del sistema”.

[cita] Sorprende porque son escasísimas las oportunidades históricas en que podemos ver militarismo de derechas (cercano al fascismo) y marxismo poniéndose de acuerdo y suscribiendo públicamente un mismo documento. Viene a la memoria el Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939, cuando Stalin y Hitler convienen un tratado de no agresión que descolocó a buena parte de la izquierda mundial.[/cita]

En segundo lugar, llama la atención el reconocimiento explícito y la presentación en sociedad de un nuevo “Nosotros” en Chile. Este nuevo grupo de pertenencia rompe las barreras categoriales usuales con las que hasta ahora se podía diferenciar a los actores políticos institucionales.  Es decir, las típicas categorías “izquierda, centro, derecha” o Nueva Mayoría, Concertación, Alianza, oficialismo-oposición, No-Sí,  etc. que se emplean en los medios o en el habla cotidiana, son insuficientes ante esta Declaración conjunta. Porque estamos ante un solo bloque, que se reconoce como tal y que se acaba de mostrar como tal. Consecuentemente, el lenguaje de esta declaración es nítido en la dicotomía nosotros-ellos que propone: por un lado el bloque que va del PC a la UDI, y por el otro la ciudadanía. En el primero de sus seis puntos plantea que “Asumimos la indignación que existe en la ciudadanía frente a conductas reñidas con la ética, en el sector público y privado, y nos dejamos interpelar como partidos políticos, de gobierno y oposición”. La frase “nos dejamos interpelar” es clave: establece una demarcación entre el bloque y la ciudadanía. Desde un posición de poder, desde la otra orilla, se hace una concesión aparente, se le concede paternalmente la interpelación al pueblo.

En tercer lugar destaca el énfasis puesto por el texto en las instituciones: “es la hora de las instituciones” afirma seriamente su punto nº 5. De hecho, podría ser ese el título de este documento (que no tiene título); además, es el sustantivo que más se repite en la declaración. Es la apuesta que los firmantes hacen por la institucionalidad vigente, incluso la Declaración ofrece una lista de instituciones que todos los partidos se comprometen a respetar, lista que incluye, entre otros, al Tribunal Constitucional. ¿Cómo explicar que el PC reconozca con su firma la legitimidad de ese órgano intrínsecamente pinochetista?  ¿Qué pasó por sus cabezas cuando cruzaron esa línea (como diría T. Mosquiatti)?, Como sea, vemos que la dinámica del ciclo post-pinochetista que vivimos desde 1990, logró tras 25 años sumar unánimemente a todos los partidos a su lógica, ninguno quedó fuera, todos estamparon su rúbrica “en la hora de las instituciones”.

Hay pues un bloque de poder que se presenta a sí mismo pública e impúdicamente en su espectro UDI-PC  como un “nosotros” que apuesta por las instituciones (podríamos también decir un arco que va del “Sí” al “No hasta vencer” de 1988 y que la historia hoy une bajo semblantes graves). A pesar de su aparente amplitud, se trata de un “nosotros exclusivo” pues la ciudadanía – a diferencia de las instituciones- no forma  parte del “Nosotros”. Por el contrario, el bloque sabe que perdió la ciudadanía, que no llega a ella, ni ésta quiere llegar a ellos. Por lo mismo, la apuesta para salvar la situación de crisis y salir de ella es por la sociedad política y no por la sociedad civil.

Pero si sociedad política y sociedad civil no están ligadas entre sí, el bloque dominante se enfrenta a serios problemas para mantener su hegemonía y pierde robustez para liderar un proyecto de país. La lectura de la Declaración permite afirmar que el arco UDI-PC sabe eso y asume que momentáneamente han perdido liderazgo ya que no cuentan con vínculos orgánicos, ni con estructuras de lealtad en la sociedad civil. En este contexto, afirmar hoy que “es la hora de las instituciones”, es lo mismo que decir “como ya no podemos liderar, es la hora de mandar”.

El partido del orden asume pues a modo de bloque que las contradicciones internas deben ser superadas, se ponen de acuerdo y consensuan mínimos comunes para evitar la implosión causada por sus propias contradicciones (https://www.elmostrador.cl/opinion/2015/03/27/la-elite-chilena-perpleja-y-en-implosion/). Hecho esto, asumen que el principal antagonismo ante el cual tienen que reaccionar es el antagonismo entre institucionalidad (nosotros) y sociedad civil (ellos). La “salida por arriba” (o sea, las instituciones) se convierte en su hoja de ruta, la “salida por abajo” (o sea, la Asamblea Constituyente) se convierte en lo imposible.

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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