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La ambigüedad presidencial y el descontrol de Burgos ANÁLISIS

La ambigüedad presidencial y el descontrol de Burgos

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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El intento de golpe blanco dado a la Mandataria la semana pasada por el vicepresidente de la república continuará tensionando a la coalición y tornando aún más complejo el escenario político del bloque oficialista cuyos actores, como en la conocida película cómica de Jim Carrey, se las ingenian todas las semanas, debido a la ambigüedad presidencial y a los francotiradores conservadores de la coalición, para hacer aún más compleja la gestión política de un gobierno que va próximo de cumplir ocho meses sin lograr salir del pantano que se autoconstruyó.


Cuando Jorge Burgos y Rodrigo Valdés, cual dupla de superhéroes, salieron a rebajar el ímpetu a las reformas y aparecieron ante la prensa y el mundo conservador como los nuevos Batman y Robin que venían a imponer el orden en una caótica ciudad Gótica, olvidaron el carácter esencial de la Mandataria: el manejo a la perfección de la política florentina que Bachelet ostenta y una ambigüedad de la cual ha dado muestras permanentemente a lo largo de su extensa carrera política.

Cuando joven quiso hacer la “revolución con empanadas y vino tinto”, pero terminó viviendo y adaptándose sin mayores problemas a la RDA, símbolo de los socialismos autoritarios y reales;  recibió instrucción en defensa en el bloque socialista (algunos incluso la extienden a Corea del Norte), aunque luego se perfeccionó en sus antípodas: Estados Unidos, donde llegó más tarde a ocupar un alto cargo internacional viviendo allí por algunos años; encarnó la aspiración ciudadana por cambios pero concluyó su periodo anterior con Pérez Yoma como ministro del Interior apaleando a mapuches; se dijo que su entorno personal –el segundo piso– mandaba más que los ministros pero sistemáticamente se deshizo de todos sus asesores de confianza sin mayor dificultad; se construyó sobre ella el perfil de un personaje cálido y cercano, la madre afectuosa, pero cuando ha sido necesario –Camilo Escalona, Rodrigo Peñailillo, Alberto Arenas y quizá ahora Burgos– no ha dudado ni un instante en tomar las decisiones más drásticas apartándolos de su círculo de decisiones.

A propósito de Camilo, ella abandonó a su referente histórico-orgánico directo desde su regreso a Chile, sin embargo, pese a su distanciamiento, todo su staff socialista –Ana Lya Uriarte, Mahmud Aleuy, Máximo Pacheco–y también funcionarios de nivel intermedio –intendentes, gobernadores, seremis y directores de servicio– son en su inmensa mayoría miembros de la corriente que encabeza Escalona, dando con ello una señal confusa al resto del sistema político.

A propósito del mismo Aleuy, tenemos un Gobierno que se hace cargo y reconoce las demandas de las movilizaciones, pero que designa como subsecretario del Interior a alguien que ante las dificultades no duda en decir que el 30% de quienes van a las movilizaciones son delincuentes. Para qué contrastar o detallar el abismo existente entre su discurso de El Bosque, del Chile con uno de los mayores niveles de desigualdad, al del realismo sin renuncia. Incluso las interpretaciones disímiles que ella misma ha dado en diversos momentos a esta misma frase y que terminaron por descomponer al ministro del Interior; y para qué hablar de la posibilidad real de la permanencia de Burgos en su cargo, cuando la actuación de este la semana pasada abrió un forado insalvable con la Mandataria, cuyo costo nuevamente, tarde o temprano, pagará el conjunto de la coalición.

[cita] Como buen hijo único, polarizó la situación con la Presidenta al no solo sacar del baúl de los recuerdos a un conjunto de políticos de la Concertación –Frei, Lagos e Insulza– y hacerlos desfilar por los patios del Palacio, donde incluso uno de ellos con aspiraciones le faltó el respeto en su propia casa a la figura presidencial.  [/cita]

Impronta médica

Aunque, por sobre todo, ambos personajes olvidaron la formación profesional de la Mandataria: la medicina que en América Latina, y en particular en Chile, se ha caracterizado por formar profesionales que no siempre les dicen la verdad a los pacientes y se mueven en el limbo a la hora de sincerar un pronóstico médico. Hasta hace no muchos años, asegura un autor, el 88 % de los médicos no revelaban el diagnóstico de cáncer a los pacientes.

Y de hecho, la medicina –de mucha soledad y trabajo individual– junto con la política –que requiere conversar y construir verdades con otros– son las actividades a la que ella les ha dedicado más tiempo en su vida. Aunque en su caso, y dada la terrible experiencia de su generación, la actividad política fue conceptualizada más bien como conspiración, un juego de espías tras el poder.

De allí la importancia en la formación política de los militantes socialistas contemporáneos de Bachelet de películas como El Padrino, La orquesta Roja y El Chacal o de los textos homónimos de Perrault sobre Trepper o de Frederick Forsyth acerca del francotirador profesional que, para uno de los dirigentes de aquella época, Eduardo Gutiérrez, también de formación médica, constituían “nuestros libros de cabecera en la época de la dictadura”.

Y esa impronta se nota en su carácter. Como lo ha reiterado más de alguien que la conoce bastante bien, “la Presidenta se mueve como nadie en el frío-calor”, sin siquiera ponerse nerviosa. Lo que también constituye, desde cierta óptica, una falta de su parte, al no compartir ni informar sus movimientos más relevantes con sus colaboradores más directos, salvo un selecto e incondicional entorno. Y ello, además de constituir una falta de confianza política en sus entornos, le ha provocado varios problemas y desaguisados en sus dos mandatos, como acaba de ocurrirle con la conocida y difundida entrevista de La Tercera que gatilló la furia de Burgos.

Sin retorno

Entonces, cuando ambos ministros, luego de las críticas que recibió el cónclave, decidieron realizar una inusual vocería conjunta para defender su rol y la gradualidad y prudencia de las reformas –ausente en las conclusiones de aquel evento– iniciaron, al parecer, un camino de quiebre sin retorno con la Presidenta, al menos en el caso del jefe de gabinete. En especial cuando dos días después, domingo 9 de agosto, la Mandataria concedió la aludida entrevista que puso a ambos secretarios de Estado en el centro de la discordia, al señalar que «algunos leyeron sólo la palabra realismo, no escucharon el ‘sin renuncia'», en directa  alusión a los titulares de Hacienda e Interior.

Si bien Valdés se desdijo pronto sobre la inoportuna rueda de prensa con Burgos –con posterioridad manifestó que “se está generando un mito urbano sobre la dupla”–, debido al malestar presidencial que puso nuevamente en evidencia a un gabinete quebrado, Burgos, en cambio, no solo no se retractó de sus dichos, sino decidió incendiar La Moneda.

Como buen hijo único, polarizó la situación con la Presidenta al no solo sacar del baúl de los recuerdos a un conjunto de políticos de la Concertación –Frei, Lagos e Insulza– y hacerlos desfilar por los patios del Palacio, donde incluso uno de ellos con aspiraciones le faltó el respeto en su propia casa a la figura presidencial. Luego, a  través de su partido, desafió al Gobierno al retirarse de la reunión de la coalición, luego de haber escuchado solo a Jorge Pizarro y de organizar con posterioridad una reunión de apoyo que tensó aún más la situación del jefe de gabinete. Al punto que un propio camarada, Belisario Velasco, le recordó que imponer la figura del primer ministro conduce a crear “fuertes desajustes”.

Vidal, ya en un programa de televisión, dijo que “esperaba que la Presidenta se haga respetar” –¿habló a nombre propio o era el emisor de un mensaje?–. Lo mismo hizo luego el senador Montes, a la vez que un ex presidente del PS señalaba a La Segunda que Bachelet “seguirá tomando decisiones duras”, como preanunciando lo que podría ocurrir durante estos días.

El intento de golpe blanco dado a la Mandataria la semana pasada por el Vicepresidente de la República continuará tensionando a la coalición y tornando aún más complejo el escenario político del bloque oficialista, cuyos actores, como en la conocida película cómica de Jim Carrey, se las ingenian todas las semanas, debido a la ambigüedad presidencial y a los francotiradores conservadores de la coalición, para hacer aún más compleja la gestión política de un Gobierno que va próximo a cumplir ocho meses sin lograr salir del pantano que se autoconstruyó.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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