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El Fiscal Nacional Económico o cómo hacer sobrevivir al capitalismo Opinión

El Fiscal Nacional Económico o cómo hacer sobrevivir al capitalismo

Para el Fiscal Nacional Económico, el interés general del país sería que este funcione eficientemente en términos económicos, más allá de si su lógica de funcionamiento es o no injusta. De ahí que el fiscal defienda con tanto ahínco el mecanismo de la delación compensada –al punto de parecerle “irrelevante” aumentar las sanciones– como el mejor método para desarticular a los carteles.


Mucho ruido y debate han generado las declaraciones de Eliodoro Matte acerca de su visión de los hechos alusivos a la “colusión del confort” y más ruido aún generaron sus disculpas. Por su parte, el mismo día de la entrevista de Matte, Gabriel Ruiz-Tagle reafirmaba en La Tercera su versión de la coerción que habría ejercido la Papelera sobre Pisa, amparándose en su posición mayoritaria en el mercado, y que habría obligado a esta empresa a entrar en la colusión.

Por más que sorprendan las declaraciones de ambos, dado lo poco verosímil de sus argumentos, la amplificación que los medios de comunicación en general les han dado a estas declaraciones han vuelto imperceptibles las de otro de los actores clave de esta escena: Felipe Irarrázabal, el Fiscal Nacional Económico.

En una escena que no deja de sorprender por su perfecta sincronía, el fiscal entregó sus impresiones el mismo día que los citados empresarios. Analicemos algunos puntos de su entrevista.

En primer lugar, cabe destacar que las disculpas de Matte encontraron una aceptación inmediata desde la institucionalidad, ya que –según el fiscal– “al delator hay que recibirlo, hay que perdonarlo, y eso es lo que hace la ley a través del blindaje”. En segundo lugar, resulta interesante, por decir lo menos, su afirmación acerca de que el interés de la fiscalía es el interés general, al tiempo que defiende el mecanismo de la delación compensada sobre la base de la estricta eficiencia, dejando a un lado una evaluación sobre lo justo/injusto del mismo. En sus propias palabras: “[la exención de multa a las empresas] No es un tema de justicia, sino que de eficiencia (…). La institución de la delación compensada no está en los parámetros de justicia o no justicia: está en meter en los carteles la posibilidad de que los mejores amigos se pelean a muerte y eso hace desestabilizar los carteles”.

Si nos detenemos un momento en este último punto, podemos colegir que, para el Fiscal Nacional Económico, el interés general del país sería que este funcione eficientemente en términos económicos, más allá de si su lógica de funcionamiento es o no injusta. De ahí que el fiscal defienda con tanto ahínco el mecanismo de la delación compensada –al punto de parecerle “irrelevante” aumentar las sanciones– como el mejor método para desarticular a los carteles.

Pero, como si lo anterior no bastara, Irarrázabal no solo considera de segundo orden el tema de la justicia en estos procesos, sino que además afirma que la reciente colusión es un elemento que hace más fuerte a nuestra economía: “Yo creo que CMPC hizo algo que, a nuestro juicio, perfecciona el sistema de libre competencia y hace que la economía de mercado en el futuro sea más sólida”. No puede sino sorprendernos esto. El Fiscal Nacional Económico señala que es razonable pensar que la concertación de dos empresas, que controlan prácticamente todo el mercado del papel, para subir artificialmente los precios de los productos por más de diez años con la finalidad de generar mayores utilidades y, muy probablemente, suculentos bonos para los ejecutivos, es un elemento beneficioso para el sistema económico por el mero hecho de hacerse público. Aquí una persona ingenua podría preguntarse, ¿no sería más razonable pensar que nuestra economía se haría más sólida sin colusiones?

[cita]No hay que pedirle al capitalismo lo que no puede dar. El capitalismo no se detiene en su proceso de acumulación, ello solo puede serle impuesto desde fuera. En este punto parece necesario preguntarse si estamos condenados a suavizar o humanizar el capitalismo. Si así fuere, no nos queda más que felicitar al fiscal por su rol de ortopedista del capitalismo.[/cita]

La respuesta no es ni afirmativa ni negativa, ya que la pregunta resulta improcedente. Esto se debe a la profunda irracionalidad del capitalismo, que lo vuelve incapaz de subsistir de manera autónoma en tanto que su lógica de acumulación sistemática impide que se genere de forma espontánea la libre competencia, que resulta ser su fundamento legitimador. Así, paradójicamente, el capitalismo solo puede legitimarse por fundamentos que su propia dinámica socava.

Tal como recordaba Immanuel Wallerstein en su reciente visita a Chile, el capitalismo no puede ser definido exclusivamente por la cuestión del trabajo asalariado, ni por la búsqueda de ganancias, ni por la lucha de clases, ya que todos estos elementos estuvieron presentes de una u otra manera en formaciones precapitalistas. Lo que define al sistema capitalista es su incesante acumulación de capital que, por su naturaleza, siempre resulta insuficiente. El capital, entonces, está siempre buscando cómo reproducirse y multiplicarse en menor tiempo y en mayores márgenes. Por ende, todo lo que se oponga a este objetivo es un impedimento para el propio sistema.

Naturalmente, el libre mercado y sus reglas de competencia justa no pueden sino ir en contra de la lógica del capital. Aquí es donde queda en evidencia la necesidad del capitalismo de ser suplementado por mecanismos y racionalidades distintas a la suya, ya que de lo contrario se devoraría a sí mismo.

Es por ello que lo que sorprende no es lo que dice Irarrázabal, sino el que lo haga explícito y lo justifique en términos del “interés general”. A nadie podría sorprender que entidades como la Fiscalía Nacional Económica o las superintendencias de distintas áreas estén para velar por el correcto funcionamiento de los mercados. Pero si el capitalismo se legitima constantemente por su “libertad de emprendimiento” que, por lo menos en teoría, está disponible para todos, ¿cómo se explica que se requieran estas instituciones que garanticen el correcto desarrollo del sistema económico?

El punto más relevante de la entrevista de Irarrázabal es que hace explícito el hecho de que el capitalismo no funciona como dice hacerlo y eso lo lleva a afirmar que “nunca se nos va a acabar la pega”. De ahí que sus palabras exuden un profundo desinterés por las personas afectadas y catalogue como beneficioso el que las empresas reconozcan –cuando prácticamente ya están pilladas, dicho sea de paso– una colusión, ya que estas son imposibles de erradicar. De hecho, en estricto rigor, no existe tal cosa como un desarrollo “correcto” del capitalismo en tanto que este debe subvertir sus propias bases para continuar su movimiento ensimismado.

Resulta legítimo, entonces, considerar que las instituciones estatales dedicadas a velar por el “correcto” desarrollo de los mercados no están para fiscalizar a quienes actúan al margen de los valores que promueve el capitalismo, sino que, justamente, para evitar que el capitalismo se rija por su único valor interno: la acumulación. Solo así es posible que el capitalismo no se vuelva autodestructivo y pueda tener un mínimo de legitimidad social. La entrevista de Irarrázabal, por tanto, pone de manifiesto la necesidad de descapitalizar al capitalismo, vale decir, de impedir que exista efectivamente un libre mercado, ya que, si se permite que el capitalismo se autogobierne, resultaría imposible la construcción de una sociedad.

Solo así tiene sentido la crítica de Patricio Crespo, vicepresidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, al Estado: “Estas cosas [las colusiones] no hubieran sucedido en Chile, o serían casos muy particulares, si desde un principio las instancias llamadas por ley a velar por la transparencia y la libre competencia hubieran tenido la prestancia y la capacidad para poder haber puesto coto a esto”. Y tiene razón, ya que no hay que pedirle al capitalismo lo que no puede dar. El capitalismo no se detiene en su proceso de acumulación, ello solo puede serle impuesto desde fuera. En este punto parece necesario preguntarse si estamos condenados a suavizar o humanizar el capitalismo. Si así fuere, no nos queda más que felicitar al fiscal por su rol de ortopedista del capitalismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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