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Ampliando el mapa del Coaching Ontológico


“Cuando generamos una teoría filosófica, una religión, un mito o un sistema explicativo cualquiera, lo vivimos como una red cerrada de conversaciones”, Humberto Maturana y Ximena Dávila, El Árbol del Vivir.

Cuando uno hace clases de Coaching o de Programación Neuro-Lingüística (PNL), es altamente probable que uno se encuentre con alumnos que hablan… distinto…

Hablan del observador, del quiebre, de los juicios y las emociones básicas.

Algunos de estos extranjeros encuentran en la PNL una nueva forma de conversar que les hace igual o más sentido, mientras otros, si bien agradecen el viaje, prefieren volver a la comarca ontológica.

Debo reconocer que aunque me encanta la Ontología del Lenguaje, en mis clases, por rigor académico, me ajustaba estrictamente al Manual de la Sociedad Chilena de Programación Neuro-Lingüística y a la terminología penelera para evitar confusiones y a los alumnos que insistían en que esto es igual a esto, les aclaraba que esto no necesariamente era eso.

Fuera de clases sí leía a Rafael Echeverría, pues más allá de las diferencias y las similitudes, me gusta su pragmatismo y cómo aplica principios filosóficos al quehacer de las personas y las organizaciones. Y en estas lecturas fue donde más aprendí del Observador… y de Humberto Maturana.

“Sabemos (…) que el acto de observar no puede consistir en la captación de una realidad externa al observador y que la conducta adecuada no puede surgir de hacer una representación de esa supuesta realidad independiente a través de obtener algo de ella desde nuestra sensorialidad o reflexión”, Humberto Maturana, El Árbol del Vivir.

La primera vez que escuché hablar de Maturana fue en la escuela de Psicología. Estaba en clases de sociología y el profesor Darío Rodríguez, fanático de Niklas Luhmann, nos habló con mucho entusiasmo de cómo esta eminencia del pensamiento germano había basado una parte de su teoría en las ideas del biólogo chileno.

Autopoiesis

Varias veces fue el doctor a mi escuela, pero la verdad es que fue esa clase la que me marcó, pues me pareció muy interesante lo que hacía este sociólogo alemán en las organizaciones con los descubrimientos moleculares de nuestro científico.

Años después, cuando tomé mis primeros cursos de Programación Neuro-Lingüística, el nombre del doctor Maturana volvió a sonar y era evidente para muchos de nosotros que su perspectiva del Observador era bastante afín con la presuposición básica de la PNL de que “un mapa no es el territorio que representa, pero si es correcto, tendrá una estructura semejante al territorio, lo cual da cuenta de su utilidad” (A. Korsybski, Science & Sanity).

“Lo que vemos al distinguir a un ser humano en su operar como observador al interactuar en su nicho no es ni puede ser un acto de captación directa o indirecta de una realidad independiente de lo que él o ella hace al observar, sino que lo que él o ella ve, es lo que él o ella hace en su acción o en su imaginación al distinguir lo que distingue en ese acto”, Humberto Maturana y Ximena Dávila, El Árbol del Vivir.

[cita tipo=»destaque»]Finalmente, si analizamos estas tres redes cerradas de conversaciones, veremos que hay muchas similitudes en los postulados, pero que en la práctica, en la forma de hacer las cosas en las organizaciones, pareciera haber un conflicto de valores, pues para Echeverría quedarse solo en el entendimiento no solamente es insuficiente, sino también poco ético, mientras para Maturana esta férrea orientación a los resultados se opone a la espontaneidad y a la libertad de los seres humanos, pues para el doctor la clave de la transformación es la comprensión. Lo otro es manipulación.[/cita]

No es fácil leer a Maturana y durante mucho tiempo aprendí de él leyendo a Rafael Echeverría, quien supuse era un gran promotor de su trabajo, pero claramente ese era mi mapa, no el territorio matríztico ni ontológico:

“Una premisa que juega un rol central en el pensamiento de Humberto Maturana es el postular que los seres humanos no estamos en condiciones de distinguir percepción de ilusión. No se trata de un postulado original de Maturana (…) se trata de una variante del planteamiento kantiano que señala que no podemos acceder al ser de las cosas (…). Ya el Talmud nos advertía que ‘no vemos las cosas como son, sino como somos’”, Rafael Echeverría, Ontología del Lenguaje vs Biología del Amor.

Si bien el título de este libro de Echeverría habla por sí solo, hasta el momento el mapa de ambos autores coinciden, y sintonizan con las ideas que Grinder y Bandler, padres de la PNL, que ya en los años setenta nos advertían, en un misterioso libro llamado La Estructura de la Magia, que “no operamos directamente en el mundo en que vivimos, sino que creamos modelos o mapas del mundo que usamos para guiar nuestra conducta en el mundo”.

Entonces, ¿es muy distinto lo que plantea la biología-cultural, la Ontología del Lenguaje o la Programación Nuero-Lingüística?

“La idea, central en las concepciones de Humberto Maturana, de que no existe una realidad independiente del observador es insostenible desde el punto de vista de una racionalidad práctica o del escueto “sentido común”. Dicho de otra forma, si somos consecuentes con ella, rápidamente comprobamos que comprometemos nuestra supervivencia. Para poder sobrevivir estamos obligados a actuar, aceptando la existencia de una realidad exterior independiente del observador”, Rafael Echeverría, Ontología del Lenguaje vs Biología del Amor.

Efectivamente, suena raro lo que plantea Maturana en palabras de Echeverría, pero un cliente después de una sesión de coaching me hizo ver que no era tan loco que “uno” desapareciera para su coach después de una sesión.
Podría ser un fantasma, alguien que solo existe en función de la sesión, de la conversación, de la interacción.
Fuera de la consulta, mi cliente… no existe para este Observador.

Finalmente, si analizamos estas tres redes cerradas de conversaciones, veremos que hay muchas similitudes en los postulados, pero que en la práctica, en la forma de hacer las cosas en las organizaciones, pareciera haber un conflicto de valores, pues para Echeverría quedarse solo en el entendimiento no solamente es insuficiente, sino también poco ético, mientras para Maturana esta férrea orientación a los resultados se opone a la espontaneidad y a la libertad de los seres humanos, pues para el doctor la clave de la transformación es la comprensión. Lo otro es manipulación.

¿Quién tendrá la razón?

Sinceramente no lo sé, me da la impresión, como buen penelero, que depende del mapa, de nuestros valores, es decir, de lo que nos importa. Pero más allá de la controversia, me parece clave que los coaches, los clientes y las organizaciones que contratan sus servicios, estén al tanto de lo que pasa en las fronteras, pues como dice el mismísimo Maturana:

“Si nos apegamos a esa teoría de manera consciente o inconsciente y nos encontramos amarrados a ella, nos negamos la posibilidad de reflexionar sobre los fundamentos que, supuestamente, le dan validez. Generamos, por lo tanto, un mundo o sistema de pensamiento fanático, fundamentalista o delirante que constituye un vivir destructivo de cualquier posibilidad de reflexionar, individual o colectivo, en él”. ¿Fin?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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