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Deuda con Gabriela Mistral en el día del patrimonio

Por: Rodrigo Marcone


Señor Director:

En países como el nuestro donde reina la barbarie en materia de conservación del patrimonio, de la mano casi siempre de las inmobiliarias, con su actuar dentro de una ley ciega y manca al respecto, o con los arreglines de turno, se inventa un día especial para promover el conocimiento de nuestros tesoros, de aquello hermoso y valioso forjado por quienes vinieron antes. Aquello que hicieron nuestros padres, abuelos y bisabuelos. Sublimes expresiones del arte y la cultura tan singulares como para amarlas, y así defender y promover su conservación. Sirva la noble ocasión para revisar el estado del patrimonio asociado a la ruta mistraliana. ¿Se ha avanzado según lo programado? ¿La institucionalidad pública a cargo de ella es la idónea? ¿Hemos avanzado? Podemos y debemos hacerlo a un ritmo más acelerado.
Con rubor culposo reconocemos que se comenzó tarde, 50 años después de su muerte, a saldar la deuda con la más universal de nuestros pensadores, quien colocó como nadie antes ni después, el nombre del Chile en América y el mundo. El 2008 se comenzó a levantar el proyecto de puesta en valor de los sitios principales del periplo mistraliano en la región que la vio nacer. Desde las costas de las Compañías, Guayacán y La Cantera hasta las altas cumbres andinas donde todo empezó y desde donde en verdad jamás salió, ya que siempre desde allí surgió su espléndida obra en verso y prosa. Albricias tardías, pero albricias al fin. Es así como ese año el gobierno regional, Subdere y Arquitectura del MOP comienzan a impulsar la ruta mistraliana, a través de 4 municipios con 11 hitos emblemáticos, 7 hitos simbólicos y 5 monumentos históricos, cubriendo unos 150 km de extensión, de costa a cordillera.

Lamentablemente, los porfiados hechos no son alentadores. El proyecto perdió fuerza y ya no es prioridad, al parecer para nadie. Algo se ha avanzado, en la Casa de las Artes rural de Coquimbo, pero en La Serena poco, allí permanece cerrada al público la Casa Las Palmeras, única propiedad comprada por Gabriela en Chile, asimismo, la Casa Las Compañías continúa a la espera de un milagro resucitador y el Centro Mistraliano permanece bastante invisibilizado frente a la comunidad. Y Paihuano tampoco ha hecho mucho, el museo de sitio Casa escuela de Montegrande está cada día más deteriorado. Vicuña en cambio, avanza con su Museo renovado, claro que con la ventaja que depende de la Dibam no del municipio, y también se avanza parcialmente con el paseo peatonal mistraliano. A nivel de las autoridades públicas y de la comunidad en general, no existe suficiente conciencia ni conocimiento de lo que un premio Nobel como Gabriela representa como posibilidad de crecimiento espiritual y material. Ya se quisiera cualquier otra ciudad o región tener a una Gabriela. Equivocamos el camino cuando buscamos estrategias de desarrollo, como se piensa con entusiasmo pueril, a través del posicionamiento de la región en recursos naturales como los cielos, la gastronomía, el turismo. Ayudan sin duda, pero nunca darán al territorio lo que Gabriela. A leer un poquito, señoras y señores. Ya lo dijo Holderlin, rescatado en su momento por Heidegger…”Lo que permanece lo fundan los poetas”. Así de simple, así de incomprensible para tantos. Qué es Florencia sino la ciudad del Dante, o este año 2016 por doble júbilo celebratorio no es acaso España la tierra de Cervantes y Gran Bretaña la de Shakespeare.

Cabe preguntarse si no es ya la hora de redimir el olvido con una Fundación de verdad que reúna bajo su tutela jurídica y patrimonial todos los hitos emblemáticos y monumentos históricos asociados a la ruta mistraliana en una sola entidad con verdadero amor por Mistral, con reales conocimientos y capacidades, y con financiamiento público regular, que impida o mitigue las consecuencias de los vaivenes políticos de turno. Estarán en esta hora oprobiosa para ellos los “ex” honorables a la altura del desafío. El tiempo juega parejo a las insólitas velocidades legislativas. Podría materializarse para celebrar, por ejemplo, el centenario de la publicación de su primer libro Desolación el 2022 o para los 100 años de su jubilación vitalicia el 2025. No esperaremos hasta el lejano 2045, centenario del Nobel. Si no es aquello, al menos avancemos con rebautizar su territorio como Región Gabriela Mistral. Sea entonces este mes del patrimonio propicio para que antiguos y nuevos orgullosamente autodenominados Mistralianos impulsemos ambas iniciativas. Y ciertamente, en este balance patrimonial en la región de Gabriela se hecha de menos la voz de los Mistralianos profesionales, algunos de los cuales harto han viajado por el mundo a costa de la egregia patiloca.

Rodrigo Marcone

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