Publicidad
La fuerza pingüina y las ideas que no están dispuestos a transar En qué creen los secundarios

La fuerza pingüina y las ideas que no están dispuestos a transar

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
Ver Más

Hasta el cierre de esta edición tenían más de 35 colegios en toma. Leen a Antonio Gramsci y a Fernando Atria. Aquellos ligados a la Cones creen que Boric, Jackson y Vallejo son un precedente imborrable. Una visión contrapuesta a los estudiantes que piensan que solo “vendieron” sus ideas y se pusieron a negociar de “espalda al pueblo”. Fueron capaces de burlar a la guardia de La Moneda y buscarán multiplicar acciones similares. Los secundarios no creen en las promesas. Tampoco tienen miedo.


Un cartel húmedo pegado en una pared en Providencia, posa sin pena ni gloria en un Santiago lloviznado: “Nos quitaron tanto que se llevaron hasta el miedo”, rezan las letras deslavadas que podrían ser el mejor resumen de los secundarios que han logrado tomar 35 colegios en Chile (hasta el cierre de esta edición), que entraron a La Moneda y que siempre son una bomba de tiempo. Sobre todo desde el dolor que arrastran con la Concertación, después de la “revolución pingüina”.

Los brazos más fuertes del movimiento secundario –la Cones (Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios) y la Aces (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios)– buscan, en el fondo, los mismos objetivos, aunque con formas que los distancian. Por ejemplo, mientras desde la ACES salen frases como “No los dejaremos gobernar”, desde la Cones no hay apoyo a esas ideas.

Marcelo Correa, coordinador nacional de la Cones, señala que dentro de los objetivos trazados está el cambio al sistema de financiamiento y la existencia de consejos estudiantiles resolutivos. Además, quieren que la educación sexual y cívica tengan un lugar importante. Por eso mismo, en octubre dicha organización estudiantil iniciará un proceso de investigación para colaborar en la implementación de educación sexual en los colegios.

Entre los estudiantes ligados a la Aces, en cambio, el objetivo sigue sumando un marco regulatorio común para los colegios ligados al Estado. El control comunitario de la educación es un objetivo político que los define. También quieren un punto final al financiamiento vía voucher. “A pesar de que las demandas siguen vivas, creo que desde el 2011 hasta ahora se ha logrado que la gente hable de educación, que esté en la mesa de las casas”, dice Diego Arraño.

[cita tipo= «destaque»]El vocero de la Aces tiene 16 años, estudió toda la enseñanza básica en un colegio subvencionado (el Boston College), vive en Pudahuel y ahora estudia en el INBA. Lee a Gramsci, Simone de Beauvoir, Kafka y Edgar Allan Poe. “Pero me da lo mismo decir qué leo o no. Basta con estar en la calle para saber lo que pasa y ver la crueldad del sistema”, dice. Diego, sigue pensando que la irrupción a La Moneda fue una buena idea: “Fue una manera de ir a decirles a su casa que su modelo fracasó”.[/cita]

El vocero de la Aces tiene 16 años, estudió toda la enseñanza básica en un colegio subvencionado (el Boston College), vive en Pudahuel y ahora estudia en el INBA. Lee a Gramsci, Simone de Beauvoir, Kafka y Edgar Allan Poe. “Pero me da lo mismo decir qué leo o no. Basta con estar en la calle para saber lo que pasa y ver la crueldad del sistema”, dice. Diego, sigue pensando que la irrupción a La Moneda fue una buena idea: “Fue una manera de ir a decirles a su casa que su modelo fracasó”.

En una línea similar, a Marcelo Correa no le caben dudas que ellos son “la fuerza que viene. Tenemos que ser protagonistas de la historia”, sostiene, asumiendo el rol que proviene de los secundarios. Marcelo tiene 16 años. Está en tercero medio en los Salesianos de Alameda, pero era 2011 cuando estaba en séptimo básico y empezó a leer más sobre el movimiento estudiantil. Lee a Gramsci, pero al igual que algunos de sus compañeros –pertenece a Revolución Democrática– también lee a Fernando Atria y a Foucault: “Es un arma potente en un momento de salida de la discusión”, afirma Correa, quien lee asimismo a Lenin.

Sara Robles –quien también pertenece a la Aces y es dirigente de su colegio, el Liceo 7 de Providencia– defiende la rabia de los secundarios: “El año pasado fue de articulación y se empezó a armar fuerza para empujar la lucha secundaria… La radicalización de esta lucha es la que se está llevando a cabo”, comenta Sara, que el año 2011 estaba en un colegio municipal cuando comenzó a tener consciencia sobre el conflicto estudiantil y también de lo poco que se ha avanzado.

La consigna: no creer

Los secundarios creen poco. Para la mayoría –y siempre lo repiten– los brazos en alto, terminando la llamada “revolución pingüina”, la foto de la alegría, es como una piedra en el zapato. A ese descontento de 2006 se suma también lo vivido a partir de 2011 con algunas figuras emblemáticas del movimiento.

Marcelo Correa no tiene dudas: él considera que el aporte de los diputados Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Camila Vallejo es imborrable. Sin embargo, en la Aces los adjetivos distan de la admiración. “Son políticos que se tomaron los movimientos sociales, se apropiaron de las luchas y ahora están cortando el queque en el mismo lugar que los políticos antiguos”, cuestiona Sara.

En la misma línea está Diego Arraño: “Ellos ya no son el movimiento social. Están en la vereda institucional; la misma que no deja avanzar al país”, dice.

Todos creen que aunque el termómetro social mide con más tibieza el levantamiento de los secundarios, recién están empezando a sacudir los colegios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias