«Si quienes fueron elegidos como representantes del pueblo creen que cambiar la constitución no es prioridad, deberían activamente defender la que existe y no limitarse a citar encuestas».
Frente a las diversas reformas que promueve el gobierno actual, en especial la de redactar una nueva constitución, la oposición suele decir que los “problemas reales” de la gente son otros: salud, educación, seguridad, empleo… Las encuestas muestran que cosas como la redacción de una nueva constitución política o el matrimonio entre personas del mismo sexo están muy lejos de ocupar un lugar preeminente entre lo que la gente considera importante. El énfasis en los problemas reales de la gente crece a medida en que se acerca el final del periodo presidencial y los políticos comienzan a hacer sus campañas tratando de sacar alguna ventaja de la baja aprobación del gobierno actual. Los problemas reales son, además, los que tiene más potencial de atraer votos.
Esta postura de la oposición, que ha sido la misma durante años, revela una idea política –o una ausencia de ideas políticas o, incluso, una idea anti-política– que, a pesar de la crisis política y social del país, y de la derrota en las últimas elecciones, parece no haber sido analizada por quienes la sostienen. Es que el análisis de ideas no es una de las necesidades reales de la gente. Se trata de una conjunción de asistencialismo y pragmatismo, que implica un olvido de lo propiamente común o político. Una cosa son los asuntos o problemas individuales y otros los de la sociedad tomada como un todo. En general, los asuntos individuales podría resolverlos una persona con sus propios recursos o recurriendo al entorno más inmediato. Sin embargo, se ha instalado la imagen del político como un solucionador de los problemas de cada una de las personas. Ahora, cuándo la suma de los asuntos individuales de muchas personas se convierte un asunto común es algo prudencial.
El individuo no suele sentir tan directamente los problemas que afectan a la comunidad como un todo (que no es lo mismo que afecten a la mayoría de los miembros de una comunidad). Eso podría explicar, por ejemplo, por qué los problemas limítrofes con los países vecinos se resuelven de manera tan negativa para nuestro país. Pero es precisamente el deber de los políticos el de velar por los asuntos comunes, de mirar no una infinidad de detalles sino el cuadro completo. Esos problemas, que no son los llamados problemas reales de la gente sino los asuntos del país, forman el marco en el que se desarrollan y solucionan –o no– las necesidades de las personas, durante muchos años.
Puede que a la gran mayoría no le interese qué tipo de constitución rige en el territorio o cómo se financian los partidos políticos, pero precisamente para eso hay políticos. Si quienes fueron elegidos como representantes del pueblo creen que cambiar la constitución no es prioridad, deberían activamente defender la que existe y no limitarse a citar encuestas. Quizás uno de los problemas reales de la gente es que una buena parte de la clase política que sólo se preocupa de lo cotidiano.