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¿Cuándo nos jodimos todos?

«¿Está realmente jodida la DC? Por supuesto. Yo no sé, ni ella misma sabe, qué va a hacer para cumplir la misión imposible de seguir gobernando con los comunistas. ¿Cómo lo va a hacer Mario Fernández, un ‘conservador valórico’? No lo sé y me temo que él tampoco».


Desde que salió en “El Mercurio” la carta del militante DC Álvaro Covarrubias Risopatrón titulada “¿Cuándo se Jodió la DC?” y el doctor Pedro Becker le contestó al día siguiente una breve nota explicándole que fue cuando, después de haber apoyado el pronunciamiento militar, se cambió a la oposición a la Junta, no sólo está autorizado usar el vocablo coprolálico “joder” para referirse a la situación chilena, si no aclarado cuándo la DC se jodió.

En realidad, el que lo incorporó a literatura docta fue Vargas Llosa en “Conversación en la Catedral”, coloquio durante el cual un joven preguntaba “cuándo se jodió el Perú”. A partir de ahí la pregunta se tornó habitual y universal.

Yo estimo pertinente extenderla: “¿Cuándo nos jodimos todos?”. Porque en este momento no sólo todos lo estamos, sino porque la respuesta es perfectamente clara: cuando el “No” ganó al “Sí” en 1988 y después, para empeorar las cosas, Aylwin ganó a Büchi el ’89.

Pues en 1990 el país iba como avión. Había sido el primero de América Latina en superar la crisis de la deuda (“década perdida de América Latina”), crecía a más del 10% anual, al término de la transición 1981-1990 se había establecido una sociedad libre y democrática; el desempleo se había reducido en cinco años de 11% a 5% y, por tanto, la pobreza retrocedía velozmente (pues su principal causa es la cesantía en las familias más pobres); había autoridad, pues se aplicaba mano dura al terrorismo, y ni siquiera había conflicto mapuche en la Araucanía, como que los caciques indígenas había condecorado al Presidente Pinochet, designándolo “Gran Conductor y Guía” (“Ullmen F’ta Lonko”). Era tanta la complacencia en la zona que fue una de las dos que no se equivocó en el plebiscito y le dio un amplio triunfo al “Sí”.

Hoy día arde el país en medio del segundo intento de revolución marxista, pero especialmente arde la Araucanía, donde operan las FARC chilenas (supongo que todo el mundo notó el acento tropical del jefe de los encapuchados supuestamente mapuches que admitieron a la periodista Paulina de Allende-Salazar en su territorio, escindido por la fuerza e impunemente del solar patrio).

Y no sólo está jodido el gobierno, como es público y notorio desde que un tipo honesto y decente como Jorge Burgos se declara enfermo y se va ante la imposibilidad de seguir siendo ambas cosas y al mismo tiempo ser cómplice de matar a los que están por nacer, perseguir a los carabineros por impedir que los encapuchados destruyan e incendien, liquidar la enseñanza libre y minar la producción a través de entregar el monopolio sindical al Partido Comunista.

Pero si todo eso tiene jodida a la DC, también está jodida la oposición, pues también está en manos del “No”, representado por un multimillonario sin escrúpulos, cuya única meta es cumplir su ambición de volver a la Presidencia y que tiene cooptados (es la manera elegante de decir otra palabra) a todos los centros de poder político y comunicacional de la derecha, con la posible y única salvedad de este blog (aunque mis detractores, que son muchos, sostienen que eso se debe sólo a que no he recibido una oferta que no pueda rechazar).

Perdónenme, pero no puedo sino pensar así cuando veo que Sebastián Piñera es uno de los presentadores de un libro editado por la Fundación Jaime Guzmán. ¿Qué diría Jaime Guzmán? No puedo sino recordar cuando me llamó por teléfono en 1989 para insistirme en que fuera candidato a senador por Santiago Oriente para derrotar a Piñera, porque veía en él al peor cuchillo cercenador del legado del Gobierno Militar, como efectivamente lo ha sido desde que yo no pude cumplir la misión que me encomendó Guzmán.

Piñera tiene una táctica muy eficaz para enfrentar a sus adversarios y también a los que no lo son, pero no se le han plegado suficientemente: los “coopta”. Recuerdo precisamente un caso de 1989, cuando “Fortín Mapocho”, un diario de furibunda oposición al gobierno de Pinochet (ahora dicen que entonces, bajo “la dictadura”, que no era tal, pues había sido elegida en 1980, no había libertad de prensa ni periódicos opositores, pero esto tampoco es verdad) desplegó un titular a seis columnas en primera página denunciando el escándalo de las actuaciones de Piñera como gerente del Banco de Talca a comienzos de los ’80, que generó su procesamiento por la justicia. El ataque amenazaba seguir y todos esperábamos un contraataque o querella de Piñera, pero no hubo nada de eso, sino la amplia información en el propio “Fortín Mapocho” sobre un asado que el candidato ofreció en su hogar al director y periodistas del diario, en un clima de cordial amistad que implicó el término de las denuncias sobre el Banco de Talca.

En este momento la oposición toda está “cooptada”. Los medios lo están y me pregunto si también la justicia, porque veo el ensañamiento de unos y otros con, por ejemplo, Jaime Orpis, por haber recibido recursos de empresas para financiar sus gastos electorales mediante facturas y boletas “ideológicamente falsas”, y el más completo silencio sobre Piñera, que recibió más del doble que Orpis por los mismos medios. Se hace escándalo porque Orpis habría pagado gastos particulares con ese financiamiento y nada se dice de la evidencia de que Piñera hizo lo mismo al pagar con fondos de SQM y Aguas Andinas bonos de desempeño a ejecutivos de una empresa suya (Chilevisión). Con la diferencia de que Orpis debió renunciar a la UDI, mientras en la misma UDI algunos sostienen que Piñera debe ser su candidato “y lo demás es música”. Yo nunca había visto medir a la gente con tan distintas varas.

En fin, veamos: ¿está realmente jodida la DC? Por supuesto. Yo no sé, ni ella misma sabe, qué va a hacer para cumplir la misión imposible de seguir gobernando con los comunistas. ¿Cómo lo va a hacer Mario Fernández, un “conservador valórico”? No lo sé y me temo que él tampoco. Es una buena persona y le tengo aprecio, pero creo que cedió a la tentación de estar en primer plano. Me hizo recordar la frase de Arturo Fontaine Aldunate, que cuando era director de “El Mercurio” una vez me dijo: “Nunca he conocido a nadie que no quisiera ser ministro, ni nunca he conocido a ningún ministro que se hubiera ido queriendo realmente irse”.

Y así estamos, condenados al “No”, es decir, mal. Entre la Nueva Mayoría, que ya no es mayoría, y la oposición cooptada por Piñera, que no es oposición (a quien crea que lo es, que lea su discurso en el 80° aniversario de “La Segunda”, en 2011, condenando la “escandalosa desigualdad” que hay en Chile, en los mismos términos en que lo hace Bachelet. 2.0 y que lo llevó a hacer un gobierno similar al de Bachelet 1.0, el V de la Concertación y bajo las banderas de ésta).

Respondo entonces, finalmente, la pregunta inicial: ¿Cuándo nos jodimos todos? Cuando en 1990 el país quedó para siempre en manos del “No”, y después, en 2009, cuando la oposición también quedó, y hasta hoy, también en manos del “No”.

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