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Una educación en toma

Germán Díaz Urrutia
Por : Germán Díaz Urrutia Sociólogo y Master en Psicología Social, secretario ejecutivo del Comité para la Prevención de la Tortura.
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¿Cuál es el sentido real de una toma? ¿Hacia dónde conduce una toma como estrategia de conquista social? Son dos de las múltiples interrogantes que la actual dirigencia del movimiento estudiantil no ha querido o no logra articular.

Con más de 50 Liceos en tomas a lo largo del país y más de 12 universidades en dichas condiciones, la ciudadanía y las comunidades educativas (profesores, administrativos, apoderados, trabajadores, proveedores, ex alumnos, etc.) comienzan a impacientarse y a observar cómo una reducida fracción estudiantil, progresivamente radicalizada, y cada vez más descentrada de un proyecto coherente y consistente, impone arbitrariamente los términos de un debate multiestamental, donde sería posible el desarrollo de iniciativas concretas para mejorar un modelo educacional en crisis.

Pero las tomas, no solo acentúan las brechas, exacerban los desacuerdos y hunden sistemáticamente los pocos puentes construidos con años de movimiento estudiantil, manifestación y calle, pues la toma y la marcha difieren sustancialmente. La marcha, asociada a la idea de movimiento, es inclusiva y dinámica, marchar es caminar con conciencia y memoria, convertir el trazo de lo cotidiano en extraordinario, es pasar de lo individual a lo público. La toma, por el contrario, es un ejercicio de encierro y ocultamiento, en ella no penetra la otredad ni el encuentro y, por tanto, padece de un ralentizamiento que a la larga debilita al sistema y sus demandas.

La toma mal sostenida conduce a la endogamia discursiva, a la dictadura del consenso que aplaca, censura y amenaza toda divergencia. Y, lo que resulta peor, conduce a un egocentrismo social donde mis demandas y mis tiempos están por sobre los intereses y prioridades de los demás. En especial de aquellos tan invisibilizados, vulnerados y fragmentados que no logran articular sus demandas, como posiblemente sea el caso de los 36.000 desertores escolares de la Región Metropolitana, que enfrentan un paro de sus expectativas vitales, al estar fuera del sistema educativo y laboral, y que el debate por la educación en Chile debiese priorizar e incluir.

La toma como ejercicio social de resistencia supone de la existencia de un enemigo fáctico, que busca reprimir o negar toda alteridad y expresión contraria a la propia, como bien lo saben quienes han vivido fuera del orden democrático. Pero la situación en el debate educativo actual no puede ser más distante de aquella imagen, no porque vivamos en una democracia plena y en una apertura extraordinaria al diálogo, sino porque en realidad todo se ha vuelto tal líquido que no es posible construir la imagen de un otro amenazante.

[cita tipo=»destaque»] La toma mal sostenida conduce a la endogamia discursiva, a la dictadura del consenso que aplaca, censura y amenaza toda divergencia. Y lo que resulta peor, conduce a un egocentrismo social donde mis demandas y mis tiempos están por sobre los intereses y prioridades de los demás. En especial de aquellos tan invisibilizados, vulnerados y fragmentados que no logran articular sus demandas, como posiblemente sea el caso de los 36.000 desertores escolares de la Región Metropolitana, que enfrentan un paro de sus expectativas vitales, al estar fuera del sistema educativo y laboral, y que el debate por la educación en Chile debiese priorizar e incluir.[/cita]

Por eso la toma como estrategia de lucha, resulta tan anacrónica y mal significada, entorpeciendo los procesos de cambio. Hoy en el campo de la transformación social, la idea de la metamorfosis presentada por E. Morin, “que a diferencia de la revolución, contiene la radicalidad transformadora de esta, pero vinculada a la conservación (de la vida o de la herencia de las culturas)”, parece cobrar mucho más sentido y adeptos.

Hoy más que nunca, es necesario pensar la educación desde un paradigma integrativo, donde la lógica de la cooperación esté por sobre la lógica de la extracción, esto de inmediato desplaza las expectativas y acciones, ya que no se trata tanto de qué puedo obtener sino de qué puedo aportar al sistema. De seguro, ahí estaremos más próximos a un cambio real en la nuestro sistema educativo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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