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¿Crecimiento económico con visión estratégica?

Marco Enríquez-Ominami
Por : Marco Enríquez-Ominami Presidente Fundación Progresa
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No cabe duda que Chile debe replantearse su estrategia de crecimiento económico, la cual, dicho sea de paso, nunca ha sido sostenido y sustentable. Los periodos de crecimiento respondieron a circunstancias externas, como el precio de las materias primas, pero en ningún caso a jefes de Estado capaces de proyectar a nuestro país con una mirada de largo plazo, planificando industrias futuras de alto valor agregado.

Las estrategias económicas desarrolladas tanto por la Concertación como por Piñera, se tradujeron en la configuración de un país desigual, en múltiples dimensiones, no solo económicamente, sino que socialmente, habitacionalmente, culturalmente y ambientalmente. Esta desigualdad económica tuvo también su corolario en la desigualdad política, vale decir, la falta de representatividad y legitimidad de la clase política respecto a sus representados.

El crecimiento económico no es inocuo. Sus consecuencias y el uso de este, al menos desde las arcas fiscales, depende sustancialmente de la visión de país que se tenga y del proyecto futuro que se les quiera ofrecer a los chilenos. Hasta la fecha, en Chile, el crecimiento económico, cuando ha existido, no ha sido capaz de reducir sustancialmente la brecha de la desigualdad. No es un accidente. Por el contrario, ha respondido a un diseño particular. Los hospitales públicos no mejoraron acorde a los ciclos económicos y las pensiones siguen siendo inferiores al sueldo mínimo. En cambio, las AFP han aumentado sus utilidades, al igual que gran parte de los proyectos energéticos nacionales. Aun siendo Chile reserva natural de agua potable, continuamos con una débil institucionalidad ambiental.

Por tanto, es hora de reflexionar como país sobre el tipo de crecimiento que queremos o el tipo de sociedad que anhelamos. Vivido de manera desigual el crecimiento no ayuda, sino que empobrece el tejido social de nuestra sociedad.

[cita tipo= «destaque»]Podemos seguir conformándonos con ser el país que cumple, dentro del promedio regional, con los estándares del FMI o del Banco Mundial, pero nada de eso logrará ocultar las cifras de desigualdad y la realidad diaria de quienes se enfrentan a los abusos. Por ello, el Chile con el que sueño, es uno donde la economía esté al servicio de la dignidad y bienestar de la gente, no al servicio de las estadísticas de gente que no sabe lo que significa vivir en Chile.[/cita]

Prueba de lo anterior es la famosa “década perdida”. Década de un elevado crecimiento económico, que no logró revertir el déficit sustancial en materia de desarrollo científico y tecnológico, en políticas de protección a la primera infancia, y en una seguridad social capaz de garantizar tanto la solidaridad intergeneracional como la solidaridad entre sanos y enfermos. A cambio, nos dimos el lujo de endeudar a miles de estudiantes, generando potenciales bolsones de pobreza, y se terminó por desmantelar el sistema ferroviario, capaz de garantizar algo tan esencial como una adecuada conectividad, elemento clave en el desarrollo futuro de un país que se precia de pertenecer al cerrado club de la OCDE.

El crecimiento económico es una condición vital al desarrollo de un país, pero no suficiente. Junto con ello se requiere de un Estado eficiente y visionario en cuanto a los sectores económicos, sociales y políticos que requieren de los incentivos necesarios para lograr el tan anhelado desarrollo. Lo anterior supone que el Estado deje de ser considerado un botín. En el caso de la derecha conservadora de Piñera, significa dejar de considerar el Estado como un espacio para facilitar la concentración económica y los abusos por parte de sus amigos empresarios.

Mi propuesta es desarrollar una economía que ponga en el centro de su estrategia a la gente. A las personas de carne y hueso, a las clases medias. A los que con sacrificio pagan los colegios de sus hijos y a los que estudian vespertinamente en institutos y universidades carísimas, sin saber qué futuro les espera en una economía exportadora. La economía debe estar al servicio de ellos, no al servicio de un mercado oligopólico como el chileno. ¡Viva el Mercado! Pero en función de la calidad de vida de la gente y no al revés.

Creo que es justo que una persona que se esfuerza más, gane más. Lo que no es justo es que, en esa misma carrera, uno de los que se esfuerza parta con 500 metros de ventaja. Emparejar la cancha significa garantizar las condiciones de competencia justa, en las cuales gane el más mejor, y no quien tuvo acceso a tal o cual colegio o Universidad, en función de su capital cultural y social inicial.

Podemos seguir conformándonos con ser el país que cumple, dentro del promedio regional, con los estándares del FMI o del Banco Mundial, pero nada de eso logrará ocultar las cifras de desigualdad y la realidad diaria de quienes se enfrentan a los abusos. Por ello, el Chile con el que sueño, es uno donde la economía esté al servicio de la dignidad y bienestar de la gente, no al servicio de las estadísticas de gente que no sabe lo que significa vivir en Chile. El crecimiento es importante, qué duda cabe. Pero lo fundamental es la gente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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