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Impulsemos la solidaridad y el trabajo voluntario

Alicia Gariazzo
Por : Alicia Gariazzo Directora de Conadecus
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En Chile es difícil profundizar en el análisis de nuestra realidad. En el despacho mensual o semanal que hacen los Grupos Económicos con los medios de comunicación masivos, se imponen las noticias que defienden al sistema, las generadas por la industria de la entretención o las que critican las retroexcavadoras. Entre lo ignorado, o no observado en toda su magnitud, se encuentra lo que afecta a las mayorías más débiles, tales como la situación que vive el adulto mayor y el chileno discapacitado o no valente.

No quiero mirar al adulto mayor con sensacionalismo, ni caer en que necesitamos más recursos del Estado ya bastante preocupado por el superávit estructural, los equilibrios macroeconómicos y las facilidades que debe dar a los empresarios para que inviertan y creen empleo. Tampoco se quiere caridad de nadie, como cuando el equipo de Tolerancia Cero se congratulaba de “haber salvado a 17 abuelitos”, a través de una interesante movilización vecinal, y haber encontrado un lugar a 14 de ellos en la Fundación Las Rosas.

El problema de los “abuelitos” constituye una realidad social grave y masiva, por lo que requiere serios estudios con datos concretos de sus causas y efectos. Diversas instituciones, como CELADE, el INE y las Encuestas CASEN, informan que en el año 2000 teníamos 1,5 millones mayores de 60 años en Chile, con un 62,2% no valente, es decir postrado en una cama. En 2005 los mayores de 60 conformaban el 11,5% de la población y en 2020 llegarán a más de 3 millones. En 2025 constituirán un 20% de la población total del país y para 2050 llegarán a 7,1 millones. El 36,9% será mayor de 80 años entre los cuales habrá un alto porcentaje de no valentes.

Sobre no valentes, discapacitados y enfermos terminales, de cualquier edad, no hay datos fidedignos, pero nadie puede dudar que su cuidado es carísimo y que el peso de la carga, con o sin plata mediante, lo lleva la familia, fundamentalmente las parientes mujeres. Una persona postrada necesita, como mínimo, una cama especial, masajes, cambio de pañales, comida y medicinas en la boca o vía sondas, aplicación de enemas cuando su estado de postración no les permite obrar en forma natural, corte de uñas, baño y lavado de pelo. Esto requiere de una persona o enfermera por doce horas diarias, suponiendo que el enfermo puede dormir solo. El costo de una enfermera de día, por 8 horas, es como mínimo de $10.000, es decir en esta se gastarían $450.000 mensuales, más la comida. Trabajo aparte es la mantención de la higiene del espacio donde se encuentra el enfermo, la limpieza y cocina de lo que circunda al anciano, generalmente hecho por hijas o nietas que, a su vez, deben dejar de percibir ingresos para dedicarse a este cuidado.

Si una Pensión Básica Solidaria de Vejez, PBSV, para mayores de 65 años, es de $103.000 y la de un viudo, o viuda, inválido total, oscila entre $66.000 y $112.000 podemos tener un escenario de la familia que rodea al adulto mayor de 80 no valente.

Por otra parte, los hijos de un anciano de más de 90 años pueden fácilmente tener alrededor de 70, los que, a su vez, ya están viviendo de pensiones escuálidas o sufriendo algún grado de discapacidad. Todo esto se intensifica en las mujeres Jefas de Hogar solas, cuyo número se ha duplicado en los últimos 25 años.

Es difícil solucionar este problema de nuestro país, que afecta también a la población mundial, llamando a trabajar más años. Muchos adultos quieren trabajar más años, pero sus empleadores necesitan dar tiraje a la chimenea. La Catalina Edwards nos manda a trabajar, pero no se contrata a mayores de 70 aunque tengan sus facultades intelectuales intactas. Además, el desarrollo de las nuevas tecnologías disminuye crecientemente las fuentes de empleo y en las empresas, fábricas, escuelas, instituciones, los empleadores quieren que se vayan los viejos a su edad de jubilar, sea para el tiraje de la chimenea, por ahorro en general, o porque algunos ancianos no pueden adaptarse a las nuevas características del proceso productivo. Aún así, los adultos mayores, cada vez trabajan más. Los que trabajan por cuenta propia han aumentado casi en un 80% entre 2010 y 2017.

En suma, los ancianos que no fueron rentistas, empresarios o propietarios dependen de sus familias y las familias que cuentan con medios para atender a sus ancianos en sus casas o instalarlos en Casas de Reposo formales, deben contar con tiempo libre y una disponibilidad monetaria de alrededor de un millón de pesos como mínimo.

[cita tipo=»destaque»]Considerando la precariedad salarial de la mayoría de los trabajadores, su polifuncionalidad y el hecho de ser desechables, ¿por qué el Estado, a través de las Municipalidades, no organiza formas de ayuda de los adultos mayores en el cuidado de niños, en hospitales, salas cunas o escuelas? Dicha ayuda podría darse dos o tres días a la semana, gratuitamente antes de los 85 años, ya que después de esa edad el anciano tendrá menos energía.[/cita]

El resto de los ancianos, que aumentan día a día por la famosa longevidad, debe ahorrar para vivir de eso en su vejez. Si no ahorró suficiente, es porque no trabajó suficiente y si su AFP hizo malos negocios con su plata, es culpa del mercado y lo que debe hacer Ud. es preguntarle a HABITAT para que le explique y Ud entienda. La propiedad privada es sagrada, porque no podemos arriesgar las inversiones de los empresarios. La compasión y la piedad solo llevan a malos negocios y perjudican a los más pobres, porque el gasto público sin ingresos produce inflación. El que es longevo y vive más allá de lo que le dura su pensión, tendrá que vivir a costa de Moya, no sé qué haríamos sin Moya, porque, a esa edad, los hijos también estarán jubilados y, a su vez, estarán viviendo de pensiones similares, porque también Habitat les habrá explicado y ellos habrán entendido.

La longevidad es molesta y a ningún adulto no valente, que tenga su mente clara, le gustará depender de sus nietas, o de sus hijos ancianos. Para ser coherente con la macro economía ¿no debería legalizarse la eutanasia? Muchos preferiríamos morir a destruir la vida de nuestros hijos y nietos.

Por eso, la solidaridad es imprescindible, principio que los cristianos dominan, ya que Cristo predicó hasta su muerte sobre la ayuda del más rico al más pobre, al enfermo, al necesitado. Pero como esta no es espontánea y no sirve entregada individualmente, sería necesario que nuestros gobernantes, desde una visión de país, que supuestamente los ha llevado a ocupar el lugar en que se encuentran, pensaran en formas de impulsar y legitimar el trabajo voluntario de los jubilados.

Considerando la precariedad salarial de la mayoría de los trabajadores, su polifuncionalidad y el hecho de ser desechables, ¿por qué el Estado, a través de las Municipalidades, no organiza formas de ayuda de los adultos mayores en el cuidado de niños, en hospitales, salas cunas o escuelas? Dicha ayuda podría darse dos o tres días a la semana, gratuitamente antes de los 85 años, ya que después de esa edad el anciano tendrá menos energía.

Los jóvenes, desde los 15 años ¿no podrían entregar unas horas un día a la semana en visitar a ancianos que viven solos y no son autovalentes, para darles alguna ayuda o solo acompañarlos con una visita?

Si alguna vez se aprueba el proyecto del Ombusdman, el Defensor del Pueblo, este podría ser elegido a nivel nacional, regional y comunal, entre mayores de 65 años para que trabajen gratuitamente en defender y proteger a los chilenos más vulnerables. El Estado solo debería hacerse cargo de la infraestructura de la oficina y el Ombudsman podría encontrar ayuda solidaria en sus tareas con adultos mayores del área.
Estas son unas primeras ideas que deben discutirse. No es la solución radical al problema, pero la solidaridad abre un camino hacia la felicidad, que ayuda a evitar el stress y la soledad. La soledad y, por tanto la depresión, lleva a muchos adultos mayores a enfermarse físicamente y, por tanto, ello sería al menos una economía en el gasto en salud.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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