La segunda vuelta será para la centro izquierda si es capaz de convertir la popularidad mediana-baja de sus presidenciables en una fortaleza a partir de una negociación y una alianza. Pues esa popularidad obliga a pactar, en un semi parlamentarismo de hecho, un bloque por las reformas sociales y territoriales que pueden ser el foco de una convergencia democrática que contenga un ABC nítido que evite la regresión conservadora mega empresas que alienta el ethos de la derecha.
Sus puntos centrales son i) mayor igualdad por la vida, reemplazando las AFP por un sistema efectivo que combine ahorro y solidaridad sin ninguna pensión privilegiada; ii) ampliar gratuidad en educación y salud; iii) mayor democratización y participación política (en lo posible vía Asamblea Constituyente), lo que implica una descentralización sustantiva, una región autónoma mapuche, planificación vinculante de los territorios, plebiscitos y democracia directa, y iv) un viraje hacia la reinversión en un modelo económico de mayor industrialización, servicios, conocimiento y sustentabilidad, con mayor tributación a los sectores extractivistas e incentivos a las industrias verdes y del conocimiento.
[cita tipo=»destaque»]Se deben bajar los grandes salarios del Parlamento, de Justicia y del Ejecutivo, y eliminar la opacidad y los fondos reservados del cobre de las FFAA. A su vez, debe superarse toda idiotez de pedirle al otro una homogeneidad imposible, como son la política exterior, el aborto libre y el debate socialismo-capitalismo regulado. Es importante no generar vetos a las discusiones, pero no es esta una coyuntura en que la política con Cuba o Bolivia, la renacionalización de todas las empresas públicas (si debiera lograrse el agua, el litio y los nuevos mega proyectos mineros) o para que se imponga el aborto libre en una coalición en que socialcristianismo es fundamental.[/cita]
Los acuerdos son evidentes y posibles entre la Nueva Mayoría, e Frente Amplio, la Democracia Cristiana, el PRO y PAIS, más allá de la retórica odiosa de algunos actores y de vetos sobre la identidad de cada cual. En esa «Convergencia Democrática» debiera ser clave la Federación Regionalista Verde que se alzará como la quinta fuerza parlamentaria en las próximas elecciones.
Como en todo acuerdo concreto de «partes» para ser mayoría- liberados de un pensamiento banal sobre el presidencialismo marketero de algunas plutocracias, debe haber un cambio en cuanto al acuerdo programático como en el modo de hacer las cosas. Ello implica un viraje profundo a la austeridad, con una focalización a las reformas evitando la sobre institucionalización burocrática.
Se deben bajar los grandes salarios del Parlamento, de Justicia y del Ejecutivo, y eliminar la opacidad y los fondos reservados del cobre de las FFAA. A su vez, debe superarse toda idiotez de pedirle al otro una homogeneidad imposible, como son la política exterior, el aborto libre y el debate socialismo-capitalismo regulado. Es importante no generar vetos a las discusiones, pero no es esta una coyuntura en que la política con Cuba o Bolivia, la renacionalización de todas las empresas públicas (si debiera lograrse el agua, el litio y los nuevos mega proyectos mineros) o para que se imponga el aborto libre en una coalición en que socialcristianismo es fundamental.
La propia idea de cambio de regla constitucional para facilitar plebiscitos vinculantes, es el camino para que actores socio-políticos coloquen dichos temas pero no sean parte de una coalición plural que debe reconocer los límites del consenso y aceptar que la fraternidad con pluralidad es conflictiva. El gran acuerdo es seguir desmontando a paso más ligero el neoliberalismo centralista y los resabios autoritarios.
