Publicidad
¿Cómo se instaló Guillier en las puertas de La Moneda? Opinión

¿Cómo se instaló Guillier en las puertas de La Moneda?

Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
Ver Más

Pocas veces la dirigencia política ha estado tan desorientada en relación con el sentir de la ciudadanía. Como si viajaran en una locomotora que sigue su curso sin darse cuenta de que el carro de pasajeros se desprendió, se detuvo en el campo y allí comenzó una nueva vida. Con todo el viento en contra, Alejandro Guillier obtuvo 1 millón 500 mil votos. Sin duda se trata de un voto duro, durísimo. Consultados algunos líderes de la Nueva Mayoría, ninguno logró especificar qué dirigente histórico pudo obtener una mejor votación. Poco a poco, algunos van reconociendo que su instinto fue el correcto, que había que estar y no estar con los partidos. Quizás el senador se bajó de la locomotora antes que otros.


Han pasado más de dos semanas desde la primera vuelta electoral y el desconcierto de la elite no cede. Más allá de analizar los números –con desazón o alegría, dependiendo del caso–, nadie parece tener totalmente claro quiénes son sus electores y qué están demandando. Los ofertones con miras a la segunda vuelta carecen de mayor consistencia y todos parecen aceptar que, una vez conocido el resultado, se verá cómo se arregla la carga.

Pocas veces la dirigencia política ha estado tan desorientada en relación  con el sentir de la ciudadanía. Como si viajaran en una locomotora que sigue su curso sin darse cuenta de que el carro de pasajeros se desprendió, se detuvo en el campo y allí comenzó una nueva vida. La vida del siglo XXI con nuevos temas, como el cambio climático, mayor énfasis en el reciclaje que en el consumo desatado, la robótica, la convivencia entre conservadores fundamentalistas y liberales que promueven la adopción homoparental, la legalización de la droga o la eutanasia. Mientras, la locomotora sigue vagando por rieles centenarios.

En este contexto, raro e imprevisto, cabe preguntarse lo siguiente: ¿cómo llegó Alejando Guillier a instalarse en las puertas de La Moneda?

Hace cinco años dejó el periodismo para postularse al Senado con el apoyo del Partido Radical. Con más de 60 mil votos, obtuvo la primera mayoría en Antofagasta y arrastró a su compañero de lista, Pedro Araya, logrando que la Nueva Mayoría eligiera a los dos senadores de la región.

Fue el comienzo de una carrera, por decir lo menos, fulminante. ¿Pura casualidad o hay algo más en este candidato que a ratos pareció desganado y errático?

Instalado en el Senado, se incorporó a la bancada de la Nueva Mayoría, pero duró poco. No tuvo mayor acogida. Como buen recién llegado, no conocía los códigos ni las complicidades de quienes ya viajaban juntos desde hace años. A poco andar, concluyó que, si le interesaba influir en política, debía seguir un camino distinto. Contra la opinión de varios de sus asesores, se integró a la bancada regionalista. Su entorno pensaba que ese era un asunto menor, un área poco lucida para despuntar. Sin embargo, comenzó a liderar el tema y rápidamente se hizo conocido por los asuntos de descentralización.

Sin previo aviso, en medio de la profunda crisis política provocada por los escándalos de corrupción de los casos Penta y SQM, Guillier se instaló como uno de los políticos mejor evaluados. Candidatos a alcalde de comunas muy distantes y de distintos partidos de la Nueva Mayoría lo invitaban a participar de sus campañas. Curiosamente, querían la foto con el senador independiente. Algo estaba pasando…

[cita tipo=»destaque»]El Partido Radical captó que podía hacerse de una monedita de oro. Lo había respaldado para su senaturía, ahora lo convertiría en su carta presidencial. Alejandro Guillier se dejó querer con cierta distancia. Cuando el ex Presidente Ricardo Lagos lanzó su nueva carrera a La Moneda, también se mantuvo distante, observando, alabando y luego criticando al ex Mandatario, sin mostrarse anonadado. Sus asesores le aconsejaron no cruzarse con Lagos.  Pero él decidió compararlo con O’Higgins y advertirle que sería un error decir que el país estaba “descarrilado” y en “su peor crisis”.  Quizás, Guillier advirtió antes que otros que los tiempos no estaban para el ex Presidente.[/cita]

El Partido Radical captó que podía hacerse de una monedita de oro. Lo había respaldado para su senaturía, ahora lo convertiría en su carta presidencial. Alejandro Guillier se dejó querer con cierta distancia. Cuando el ex Presidente Ricardo Lagos lanzó su nueva carrera a La Moneda, también se mantuvo distante, observando, alabando y luego criticando al ex Mandatario, sin mostrarse anonadado. Sus asesores le aconsejaron no cruzarse con Lagos.  Pero él decidió compararlo con O’Higgins y advertirle que sería un error decir que el país estaba “descarrilado” y en “su peor crisis”.  Quizás, Guillier advirtió antes que otros que los tiempos no estaban para el ex Presidente.

Luego vino la debacle de la Nueva Mayoría. El comité central del PS –en votación secreta y por amplia mayoría– prefirió al senador por Antofagasta antes que a su líder histórico. Lagos no quiso mantenerse en campaña y dejó al PPD sin candidato. La DC resolvió seguir su camino sin ir a primarias. Y Guillier se negó a convertirse en candidato del Partido Radical y optó por el camino pedregoso de inscribirse como independiente. Y es que, desde el inicio, se ha mantenido firme en un delicado –y a veces incomprensible– equilibrio entre reconocer la necesidad de los partidos para gobernar y, al mismo tiempo, recoger su desprestigio ante la ciudadana.

Finalmente, convertido en candidato independiente de la Nueva Mayoría, enfrentó la campaña más dura y despiadada desde el retorno a la democracia. Debía representar al oficialismo, pero había otra candidata con las mismas aspiraciones. Con dos candidatos del sector, el Gobierno estuvo obligado a la prescindencia absoluta para evitar un quiebre interno que debilitaría aún más el apoyo popular que se pensaba escaso (poselecciones, pocos se atreven a aventurar cuál es la magnitud real del respaldo a Michelle Bachelet).

El laguismo, herido por la derrota antes de comenzar la carrera, no solo le restó apoyo sino que, además, varias de sus figuras destacadas se sumaron a la campaña de Carolina Goic. Se le dijo de todo –abierta y subrepticiamente–, desde que era flojo hasta que quería perder lo antes posible. Los que antes alabaron su inteligencia y conocimientos como periodista, ahora lo consideraban torpe e ignorante, sin experiencia ni luces para la política. Todo esto, puro fuego amigo, mientras el adversario lo miraba con desprecio por arriba del hombro.

Con todo el viento en contra, Alejandro Guillier obtuvo 1 millón 500 mil votos. Sin duda se trata de un voto duro, durísimo. Consultados algunos líderes de la Nueva Mayoría, ninguno logró especificar qué dirigente histórico pudo obtener una mejor votación. Poco a poco, algunos van reconociendo que su instinto fue el correcto, que había que estar y no estar con los partidos, que se requería un liderazgo acogedor y horizontal. Que quizás el senador se bajó de la locomotora antes que otros y comprenda –más de lo que algunos creen– lo que está pasando en el estado llano. Que quizás sintonice mejor con el deseo de igualdad, progreso y meritocracia de este siglo XXI.

Lo concreto es que ahí está Guillier, en las puertas de La Moneda. Si logra traspasarlas, habrá que preguntarse si será el último dirigente de aquella vieja guardia que reconquistó la democracia, o si –sin que nos demos cuenta– será el primer líder de una nueva era, en la que el país debe repensarse y las corrientes políticas de centroizquierda tienen que desordenarse para volver a armarse.

Está por verse. Primero, debe ganar la segunda vuelta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias