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La distancia social de Piñera Opinión

La distancia social de Piñera


A más tardar para el año nuevo chino, el último fin de semana de enero, todo el mundo se enteró de la existencia de un virus de rápida expansión. Para los medios de comunicación, llamó de sobremanera la atención que las medidas para contenerlo eran a través de la restricción de los traslados para prevenir su transmisión, la limitación del contacto cercano y la obligación de uso de mascarillas en lugares públicos. También el mundo se fijó en la noticia de la rápida construcción de un hospital para 1.000 enfermos que se construiría en 10 días en las cercanías de Wuhan.

Por ese entonces y, a pesar de vivir en un mundo globalizado, muchos pensaron que era un problema netamente chino y, específicamente, de Wuhan. No obstante, ya a fines de enero, se veían los efectos y estragos en otros países vecinos y no tan vecinos (Irán y Sudeste asiático, entre otros). Por aquellos días, también se supo que personas con el COVID 19 habían llegado a Europa, donde el virus, sin importar país ni persona, mostró tener buena salud y que seguía aceleradamente enfermando a más gente.

Como es habitual para ciertos sectores latinoamericanos, la visita a Europa y, últimamente también a Asia, se realiza durante el periodo de las vacaciones largas, específicamente, durante los meses de enero y febrero. Para este peregrinaje europeo, los viajeros tienen una entendible predilección por empezar con una visita a la madre patria. Recordemos que en Chile – a diferencia de lo que sucede en Argentina, donde se descansa en enero-, el turismo se realiza preferentemente en febrero. Durante aquel mes del invierno europeo ya se hacía más notorio el aumento de los contagios. El propio ministro Mañalich señala el 26 de febrero que a partir del día siguiente se amplían los controles a viajeros provenientes del norte de Italia, Japón, Corea del Sur e Irán, porque estaba referido a aquellos que habían vuelto en ciertas ciudades chinas.

Los lugares de contagio de este virus son variados: tanto viajeros como no viajeros se pueden contagiar en el metro, en los restoranes, trenes, tiendas, buses, hoteles y museos, en los estadios, funerales, bodas y aeropuertos. Es necesario explicitar esto: el virus no necesariamente se contagia a sabiendas y a través de un hecho del que las personas tengan conciencia, también se dispersa a través de superficies y objetos contaminados. Por esto, era obvio que tanto paseo debiera tener efectos en los viajeros chilenos. Esta simple constatación de comportamiento turístico debió prender la primera señal de alerta en nuestro gobierno a partir de la mitad de febrero.

La pega con errores o el sentido común

Por sentido común, se podría calcular que los turistas regresarían por lo menos unos días antes de la vuelta al colegio. Este año 2020, la mayoría de ellos dio inicios a sus clases el 02 de marzo. Por lo tanto, la decisión de las autoridades de “pedir” de que los viajeros realizaran la declaración jurada recién a partir de ese mismo 02 de marzo se puede considerar tardía. En cuanto al contenido de la declaración jurada, se preguntaba por si los viajeros presentaban síntomas. No obstante, ya se sabía que el virus es asintomático por un período de entre 4 a 12 días (la misma declaración lo dice). Por lo tanto, si alguien se contagió al tomar un café antes de embarcar en el aeropuerto de Madrid, difícilmente iba a saberlo hasta por lo menos 3 a 11 días después de haber arribado en Santiago. Si no presentaba síntomas, se le permitía incorporar rápidamente a su vida cotidiana.

Pero, también por sentido común, se sabe que los que regresan de una travesía tan larga no se quedan quietos en sus hogares. Hay que contar las experiencias y ojalá cara a cara. Sin presentar aún los síntomas, pero sí estando contagiados. Para explicitar de nuevo, y desde el sentido común, el contagio podría haber sido en distintos lugares, como restoranes, donde la comida se sirve y retira por meseros. Pueden haber asistido a alguna reunión familiar antes de que empiece el ajetreo anual, en una boda, o cualquier encuentro numeroso durante fines de febrero y marzo, en el que intercambiaron souvenirs, que van desde un imán a un chal, un libro o un trago o unas simples galletas. Cada encuentro y reparto de un objeto son riesgos de contagio. Además, una de las particularidades latinoamericanas, es contratar para las labores de la casa a una asesora del hogar. En Santiago, ellas diariamente pueden demorarse hasta dos horas a llegar a su lugar de destino (casa o trabajo) y durante cuyo trayecto viajan en micros, buses o trenes atochados. Sólo hay que observar las micros o el metro a las 7 u 8 de la mañana o incluso entre 17 y 20 horas en la tarde. Es necesario destacar todo esto explícitamente, porque sólo había un protocolo de atención y seguimiento para las personas con síntomas, pero no para las personas asintomáticas que igualmente contagian a otras personas. Su control por la autoridad sanitaria parecía exagerado.
No obstante, frente a este comportamiento y la observación de la realidad social a través del sentido común, el Consejo Asesor Covid 19 insistió, que era posible determinar la trazabilidad del virus. La trazabalidad es utilizada para certificar la autenticidad en la crianza de animales y objetos fabricados en ciertos espacios. También se utiliza para rastrear a los primeros enfermes (síntomas nuevos) y se busca al paciente 0. Pero acá había miles de viajeros. ¡Es decir, se insistía en la trazabilidad del comportamiento de miles de viajeros! Independientemente de si presentan síntomas o no, con las conductas descritas, la trazabilidad parece irrisoria. El 20 de marzo, la epidemióloga jefa del Consejo Asesor del COVID 19, María Teresa Valenzuela, insistía en que hasta el sábado anterior aún era posible trazar, por lo cual, según ella, no se podía paralizar todo un país.

La verdad es que cualquier científico no crítico, sea de las ciencias exactas, naturales o sociales, basa su quehacer en la observación de la realidad, tanto natural o social, con ciertas certidumbres o atributos a partir de los cuales se trabajan para establecer posteriormente posibles hipótesis de los resultados de lo que podría suceder.

Hasta acá, queda, por tanto, de manifiesto que las actuaciones del gobierno han sido incapaces de observar la realidad desde un punto científico (o epidemiológico) y de contener tanto la entrada como la expansión del Covid 19 en el país. Desde el inicio, no se trataba paralizar un país, sólo era poner en cuarentena a los viajeros que, en término de números, no iba a poner en riesgo, la continuidad económica del país.

Tips para el gobierno para lo que viene

Así, al observar, incluso de una forma acrítica el momento actual, se advierte una diferencia importante en comparación con Italia y España: el Covid 19 llegó a Chile antes de empezar el invierno y no cuando está terminando. Además, y tal como se ha reclamado masivamente desde hace ya 7 meses, Chile es un país donde la mayoría de los habitantes vive una normalidad donde accede a un sistema de salud precario y caro, con colegios y hogares sin calefacción, con hogares hacinados (que no son una característica exclusiva de inmigrantes), con poco acceso a una vida y alimentación saludable, y con empleos con horarios y distancias de traslado excesivos. O sea, un país con condiciones de vida precarias para la mayoría de sus habitantes.

Sin embargo, a pesar de estos atributos y, a los cuales se les podría agregar varios otros, las estrategias de prevención y contención de la expansión del Covid 19 del gobierno evaden casi todas estas condiciones de la realidad social y climática del país. No responden necesariamente a las condiciones de vida de los primeros enfermos, para los cuales además eran suficientes la cantidad de camas y ventiladores. Estos factores son esenciales para ver que la expansión de este virus el que, sin el control sanitario requerido, no ha respetado las rutas de contagio establecidas por el gobierno entre sus 4 paredes, sino que más bien sigue contagiando del modo que lo caracteriza.

Ahora, se podría decir, que el hacinamiento y los lugares no calefaccionados son condiciones demasiado estructurales como para poder superarlas a corto plazo. Pero en las grandes urbes se ha evitado abordar de manera global en acortar el tiempo y las distancias en el traslado de las personas, factores fundamentales en la expansión del virus y necesarios para acceder a los lugares de sus fuentes de ingreso. Tampoco se consideró en buscar modos de cómo subsidiar el desempleo desde fuentes ajenas del propio trabajador para impedir sobrecargar estos momentos estresantes.
Por tanto, con el foco en la actividad económica, se insiste por parte del gobierno que la prevención al contagio es mantener la distancia social entre las personas y el uso de la mascarilla. Y así, brotes y rebrotes permiten culpar a las personas de no respetar las distancias sociales necesarias para combatir la enfermedad e implementar políticas para volver al encierro.

La distancia social

Pero con todas estas medidas, ¿será que esta distancia social es una característica sólo propia de este gobierno? En realidad, estas son coherentes con la distancia social del poder dominante, especialmente económico, y observable en casi toda la historia de nuestro país: su distancia hacía el modo de vida de la mayoría. El 1% o 10% más rico considera suficiente con lo que vive el pueblo, sin querer entender que el modo de vida normal de los chilenos es producido por la disonancia entre el desembolso por la cantidad de bienes y servicios adquiridos y necesarios para vivir con respecto a los sueldos obtenidos. Este modo de vida es insostenible a través del tiempo.

De ahí que aparece válido y consistente invocar el concepto de clase, pero para la burguesía: la conciencia de clase de la burguesía chilena, de la verdadera burguesía del 10% más rico, en sentido amplio y del 1% si es más estricto. Esta conciencia sobre lo que puede perder reaparece y se manifiesta brutalmente a partir del 18 de octubre: transparentado el interés primordial de mantener sus privilegios, tanto políticos como económicos, garantizados por la Constitución del 80. No importa cómo vive el 90% restante del país, lo importante es defender y aferrarse a este sistema capitalista neoliberal que los tiene ahí donde está. El Presidente Piñera está muy consciente de esto, y su actuar es, desde este punto de vista, coherente y consistente, dado que forma parte del 1% más adinerado del país e, incluso, figura entre los más ricos del mundo según la lista Forbes.

A partir del 18 de octubre los intereses de la clase burguesa quedan totalmente manifiestos: cada paso de Piñera desenmascara esta conciencia de su clase, es decir, una conciencia total de que están en juego los intereses del poder de la clase económicamente dominante. Inicialmente, su desprecio hacia las manifestaciones sociales queda expuesto a través de una celebración y una pizza. Más adelante, ya ostenta con fuerza su lucha no sólo “por la Coca Cola”, sino que por los otros privilegios que están en juego. Este desprecio también se demuestra que, pocos días después del inicio de las manifestaciones, otro personaje miembro del grupo de los ocho chilenos cuyas fortunas exceden los mil millones de dólares, según Forbes, se da el privilegio de comprar en Francia en una subasta el cuadro del “Cristo burlado” por 24 millones de euros (20 mil millones de pesos chilenos), uno de los cuadros más caros del mundo. La posibilidad de acumular tal cantidad de dinero por unos pocos, no sólo se arraiga en la Constitución, sino que también en la normalización de los procesos económicos, sociales y culturales del país que sustentan esta dinámica de manera continua.

Por lo mismo, tampoco hay que olvidar que el Covid 19 aterriza un poco antes del 08 de marzo del 2020. La relevancia de esta fecha se debe a que este año fue un acto más masivo que el del año anterior y el cual parecía insinuar una reactivación de un movimiento social iniciado en octubre del año pasado.

Así, el énfasis en la distancia social, como estrategia gubernamental, sólo ha mostrado ser exitosa en aplanar la curva del movimiento social, el cual durante enero y febrero ya se estaba expandiendo a otros lugares más allá de la Plaza Dignidad.
Desde este punto de vista, el Covid 19 ha sido un alivio para el Presidente: ir a visitar y sentarse en el monumento un viernes fue para el Presidente Piñera todo un éxito. Fue una declaración de principios: supo encontrar, a través de la política del encierro y de la distancia por culpa del Covid 19, las formas de contener las manifestaciones y manifestar que él ha ganado. Es decir, si la gente no respeta la distancia social por ir a una protesta, el virus se expande de nuevo, debido a lo que, por seguridad sanitaria, deberán declararse nuevamente zonas de encierro.

Lamentablemente para el Presidente Piñera y el ministro Mañalich, su distancia social en este cálculo les impide ver que las condiciones sociales de la mayoría de los chilenos no han cambiado. Es más, se están empeorando cada día más. Esta capacidad de despreciar a las condiciones de vida, muy característica en los de su clase, les impide, sin embargo, prever cuándo el pueblo mismo y de qué forma, cansados de vivir en estas condiciones, se moverá de nuevo para manifestarse en masa en contra de los miserables abusos.

Lamentablemente, también podrá pensarse que pasaremos de una dictadura encubierta a una dictadura abierta y manifiesta. Pero como ya está escrito en las calles… sin miedo

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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