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Dejar atrás las notas, avanzar en calidad Opinión

Dejar atrás las notas, avanzar en calidad


La semana pasada se aprobó en la Sala del Senado el proyecto que, con apoyos transversales, presentamos el año 2018 para avanzar a un sistema de evaluación formativa o cualitativa en el primer ciclo básico, buscando dejar atrás el estrés de las notas en los niños y niñas de primero a cuarto básico.

Sorprendentemente, el resultado del artículo transitorio que abre un período de dos años para que cada comunidad educativa reflexione y tome una decisión respecto a abandonar la escala numérica de notas o no, fue aprobado en votación dividida prácticamente con todo el oficialismo en contra, salvo el senador Ossandón. Digo que sorprende, pues ese mismo sector es el que cada vez que se proponen cambios estructurales al sistema educativo alega que la prioridad deben ser las reformas al interior del aula.

Justamente ese es el objetivo del proyecto, que ahora deberá ser revisado por la Cámara de Diputadas y Diputados: propiciar una reforma dentro de la sala de clases, incentivando el cambio del sistema de evaluación de los niños y niñas que están comenzando su formación escolar.

Si bien nuestra iniciativa no obliga a nadie, es de esperar que una vez transformada en ley se masifique en todo el país un debate sobre la pertinencia de dejar atrás las notas y avanzar hacia nuevos modelos de evaluación como el portafolio (colección de trabajos), la rúbrica (pauta con niveles de desempeño) o el boletín (comentarios y observaciones del profesor), y a otras técnicas de aprendizaje activo como por ejemplo la gamificación, que traslada la mecánica de los juegos al ámbito educativo.

Muchas de estas dinámicas de aprendizaje y evaluación ya se están aplicando en distintos colegios particulares que hacen un destacable esfuerzo de innovación y adaptación a los nuevos tiempos, pero que no dejan de ser proyectos de nicho a los cuales solo acceden las familias con mayor capital cultural y que pueden pagarlos. La pregunta entonces es: ¿Podemos incentivar a todos los colegios del país, independiente de si reciben a niños pobres o ricos, a dar este salto cualitativo? La respuesta implícita en nuestra moción es que sí, podemos y debemos hacerlo.

Un tránsito de estas características va a implicar un compromiso desde el Estado para hacerlo viable, pues todo sistema de evaluación formativa, que involucra un alto grado de retroalimentación con los niños y sus padres, exige tiempo y dedicación de parte de la comunidad escolar y especialmente de los docentes.

Es un esfuerzo que vale la pena, tal como lo han documentado expertos como el autor norteamericano Rick Wormeli o la académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, María Teresa Flórez, quien lleva tiempo advirtiendo el riesgo de que «los niños y niñas comiencen a reemplazar su interés y motivación intrínseca por el aprendizaje por la motivación externa del premio que implica la nota”, un premio que para muchos termina siendo un castigo que limita desde temprana edad las ganas de aprender.

Mi experiencia, habiendo visitado muchos y variopintos colegios para explicar este proyecto, es que los profesores y profesoras están ávidos de comenzar este tránsito y tienen todas las competencias para llevarlo adelante. Tal vez, el principal miedo viene desde el propio Estado, donde convergen distintas fuerzas para intentar mantener el statu quo educacional.

Pero la pandemia y la realidad de la educación a distancia han hecho en parte derribar esos temores, obligando al Ministerio de Educación a abrirse a nuevas formas de evaluar, tal como quedó de manifiesto con la puesta en marcha del Decreto N°67 y las orientaciones enviadas en el mes de agosto a todos los establecimientos del país. Es de esperar que la eventual vuelta a clases presenciales no signifique retroceder en esta materia.

Para eso existe este proyecto de ley, que tomando en cuenta las experiencias de países líderes en educación como Dinamarca, Finlandia, Estonia e Inglaterra, busca impulsar un cambio que permita formar estudiantes para el siglo XXI, evitando el estrés escolar que lamentablemente nos sitúa dentro de los 10 países del mundo que más consumen metilfenidato (Ritalin) y propiciando una niñez saludable, donde la experiencia temprana en la escuela sea un aliciente para seguir constantemente formándose durante la vida adulta.

Porque, aunque a algunos aún les parezca una paradoja y tal como todas y todos los expertos concluyeron en la Comisión de Educación, dejar atrás las notas es avanzar en calidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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