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Nunca más condenar por pensar distinto: ¡y esto es válido para todos! Opinión Crédito: Archivo

Nunca más condenar por pensar distinto: ¡y esto es válido para todos!

La historia está sembrada de hogueras donde fue lanzada la “clase enemiga”, en nombre “del pueblo”… en nombre de aquellos mismos humildes. Hoy es imposible no buscar en ese pasado trágico para construir esa nueva sociedad más humana, para no repetir tales tragedias. Precisamente, en este ejercicio político, Allende es pasado, pero sobre todo presente y futuro. Fue y es estandarte de democracia, aun cuando su proyecto fue la construcción del socialismo. Jamás se doblegó ante quienes, desde la ultraizquierda, vociferaron la “dictadura del proletariado” a lo bolchevique, y cantaron por la calles “paredón, paredón” para esa “clase burguesa”, para esa “democracia burguesa” que perseguían destruir para fundar la dictadura proletaria.


Los seres sin pasado,a veces creen que son las estrellas las que, desde la superficie de la Tierra, sostienen los océanos desde el cielo para que no caigan.

O que fueron ellos los que inventaron la historia y los circuitos del pensamiento y la razón.

Pero para construir una sociedad justa, donde los más y menos humildes sonrían en vez de llorar, sin aplastar a quienes tienen más, y mucho más, el pasado se torna en el ancla que impide que aquel barco naufrague en la tormenta.

La historia está sembrada de hogueras donde fue lanzada la “clase enemiga”, en nombre “del pueblo”… en nombre de aquellos mismos humildes. Hoy es imposible no buscar en ese pasado trágico para construir esa nueva sociedad más humana, para no repetir esas tragedias.

¡Nunca más encender esas hogueras! ¡Nunca más acallar voces por la fuerza o por decretos, porque no piensan como tú! ¡Nunca más aquella máxima maldita: «Si no piensas como yo, eres mi enemigo»!

El Chile de hoy es un río que se fue secando, y hay que caminar entre los sedimentos espesos que fue dejando ese curso que le fue quitando al mar su torrente. Pareciera que volvemos a nacer, rodeados de una alambrada que nos ha herido azotándonos con estructuras y un modelo de sociedad que ha castigado sin misericordia al ciudadano y la ciudadana comunes: aquellos que viven de su trabajo cuando lo tienen, y sacan cuentas rigurosas para llegar al fin de cada mes.

Ha reaparecido la sed de venganza, “sangre por sangre”, y una intolerancia guerrillera que amenaza los pilares de la democracia.

Para algunos hay que destruir “esa democracia burguesa”, se lee y escucha a veces.

Entonces otros se preguntan: ¿Y cuál será aquella democracia no burguesa?

¿Será esa “democracia burguesa” la de las naciones del centro y norte de Europa y de algunos países de América Latina? ¿Esa de las grandes coaliciones de partidos que gobiernan bajo la llave del diálogo con el adversario y hacen avanzar el curso de su historia? ¿Esa que ejercen los países en los que existe separación de los poderes del Estado? ¿Donde todas las fuerzas políticas están representadas en sus Parlamentos, si resultaron electas en procesos electorales limpios y transparentes? ¿Esa donde existe libertad de expresión de prensa?

Y aquella “democracia no burguesa”, ¿será esa de los regímenes que gobiernan bajo el modelo de partido único imperante? ¿Que no permiten la existencia de partidos opositores? ¿Que encarcelan, torturan y dan muerte a quienes se atreven a levantar su voz disidente? ¿Que afirman su estabilidad en los fusiles de sus fuerzas militares? ¿Que reúnen en una sola mano todos los poderes del Estado? ¿Que llevan en su espalda la vergüenza de los privilegios de la nomenklatura de los miembros de esos partidos únicos, respecto de los ciudadanos y ciudadanas del “pueblo” al que gobiernan? ¿Donde no existe libertad de expresión ni menos de prensa? ¿Y que finalmente se convierten en dictaduras totalitarias que se eternizan en el poder?

Y aquella “democracia no burguesa”, ¿será esa de los gobiernos de izquierda en los cuales, si bien existen partidos opositores, estos sufren represión con sus dirigentes encarcelados, se disuelve el Parlamento, se asesina a la disidencia, se encarcela a candidatos opositores, se escamotean elecciones y, en definitiva, lo que opera es simplemente otra dictadura totalitaria?

Desde la otra ribera del río, se divisa aquel afluente por el que navegaron los Estados terroristas de América Latina de los años sesenta y setenta, sostenidos por las fuerzas militares entrenadas en la Escuela de las Américas en Panamá, bajo el mando de Estados Unidos. Sus efectos devastadores los conocemos. Decenas de miles de detenidos desaparecidos, y un reguero de terror impuesto sobre los andamios hechos pedazos de las estructuras de las democracias arrasadas, al amparo de unas derechas que profitaron de aquel terror. ¡Nunca más esas dictaduras totalitarias!

En medio de la vorágine política y social que actualmente remece a Chile, con frecuencia salta el nombre y la figura de Salvador Allende.

[cita tipo=»destaque»]El modelo neoliberal chileno está reventado por los cuatro costados, lo que hoy pasa incluso a ser un lugar común. Hay que refundar esta tierra. El mundo nos observa. Vamos a gestar una nueva Constitución Política desde las bases mismas soberanas, con constituyentes electos en comicios populares ejemplares. Con todos ellos, sin acallar a ninguno, porque son representantes de quienes los eligieron. Así es la democracia, una sola, sin apellidos. Pero esa sociedad más justa la vamos a construir desde dentro de las instituciones de la república, con todos los cambios profundos que haya que hacer. Con los partidos y los movimientos sociales y políticos emergentes. Y nunca más pretendiendo aplastar al adversario, negando sus derechos fundamentales en nombre “del pueblo”. [/cita]

Precisamente, en este ejercicio político, Allende es pasado, pero sobre todo presente y futuro. Fue y es estandarte de democracia, aun cuando su proyecto fue la construcción del socialismo. Jamás se doblegó ante quienes, desde la ultraizquierda, vociferaron la “dictadura del proletariado” a lo bolchevique, y cantaron por la calles “paredón, paredón” para esa “clase burguesa”, para esa “democracia burguesa” que perseguían destruir para fundar la dictadura proletaria.

Aquella noche del 29 de junio de 1973, día de la sublevación de un sector del Ejército para dar un golpe de Estado conocido como “El Tancazo”, por los tanques que rodearon a La Moneda, Allende convocó a una masiva manifestación en la Plaza de la Constitución.

En medio de su discurso, un sector importante de los asistentes gritó “a cerrar, a cerrar, el Congreso Nacional”.

El Presidente Allende los mandó a callar. “Escúchenme bien, y pido respeto: yo no voy a cerrar el Congreso Nacional… el socialismo lo vamos a construir dentro de las instituciones democráticas”, dijo. Dentro de esa “democracia burguesa” que la ultraizquierda pretendía destruir.

El modelo neoliberal chileno está reventado por los cuatro costados, lo que hoy pasa incluso a ser un lugar común. Hay que refundar esta tierra. El mundo nos observa. Vamos a gestar una nueva Constitución Política desde las bases mismas soberanas, con constituyentes electos en comicios populares ejemplares. Con todos ellos, sin acallar a ninguno, porque son representantes de quienes los eligieron. Así es la democracia, una sola, sin apellidos.

Pero esa sociedad más justa la vamos a construir desde dentro de las instituciones de la república, con todos los cambios profundos que haya que hacer. Con los partidos y los movimientos sociales y políticos emergentes. Y nunca más pretendiendo aplastar al adversario, negando sus derechos fundamentales en nombre “del pueblo”.

Con las autoridades de la república que los ciudadanos y ciudadanas elijan en votaciones regulares. Con libertad de expresión y prensa. Los pueblos libres no conocen otro sistema político que la democracia pluripartidista.

A través de la historia, el totalitarismo ideológico, de cualquier especie, le ha provocado heridas de muerte a la humanidad.

Por ello, ¡nunca más! El pasado es presente, es futuro y, sobre todo, es Memoria Histórica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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