Opinión
La hiperinflación, la escasez de fertilizantes y de alimentos, la emergencia climática, las sequías y el complejo escenario energético global, son expresiones de la gran crisis sistémica de la que somos testigos. En palabras del biólogo Daniel Wahl, asistimos al derrumbe de un sistema que ya no nos sirve.
En efecto, el modelo de desarrollo que hemos diseñado no ha considerado los límites ecológicos del planeta y ha posicionado a la humanidad como antagonista de la naturaleza, transitando hacia un cada vez más cercano colapso civilizatorio. Pero ¿podemos elegir un camino distinto? Al mismo tiempo del derrumbe sistémico mencionado por Wahl, en muchos rincones del planeta y de nuestro país, está emergiendo un nuevo paradigma que nos invita a construir un sistema que nos integra a la naturaleza y que será la base de una civilización cuyo principio será “la ética de la tierra”.
El desarrollo regenerativo, ofrece alternativas para desarrollar las actividades humanas y al mismo tiempo regenerar aquello que ha sido degradado. La naturaleza tiende a la abundancia de forma intrínseca y así lo han entendido quienes hoy están trabajando en técnicas agrícolas regenerativas, en la instalación de bosques comestibles, en la ganadería y el pastoreo, en el cultivo de algas, y también a nivel social e incluso organizacional.
Un movimiento regenerativo nace de abajo hacia arriba, con un cambio cultural que nos lleva a la reconexión con la naturaleza, con las comunidades y con nosotros mismos.
